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NecrosIA: esperando la muerte perfecta

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Helen James /swissinfo.ch

¿Es posible organizar una muerte perfecta? En este nuevo episodio de nuestra serie de ciencia ficción, NecrosiA es un servicio robotizado de lujo dedicado a facilitar el suicidio. Sin embargo, cuando un sistema de inteligencia artificial de punta es utilizado en los clientes, la muerte voluntaria se torna más difícil de lo previsto…

“Su tiempo es precioso, no lo pierda organizando una muerte perfecta. Dado que cada minuto de sus últimos instantes debe ser mágico, olvide sus preocupaciones y deje que nuestro servicio de lujo se ocupe de todo.

NecrosIA, líder robótico en el suicidio asistido.»

¿Utopía o distopía? ¿Sueño o realidad? La actual revolución tecnológica contemporánea nos confronta a cuestiones fundamentales sobre el futuro de la humanidad. ¿Serán las nuevas tecnologías nuestros amigas o enemigas? ¿Cómo transformarán nuestro rol en la sociedad? ¿Estamos destinados a evolucionar en una especie de superhombres o a ser superados por el poder de las máquinas?

«Utopías y distopías del mañana» es una serie original creada por SWI swissinfo.ch que reúne relatos de ciencia ficción. Su objetivo: intentar responder a estas preguntas de una manera innovadora y visionaria. Gracias a la creatividad de un grupo de escritores de ficción y la colaboración de investigadores y profesionales que trabajan en Suiza en los campos abordados en estas historias, intentaremos imaginar y comprender cómo la tecnología podría moldear nuestras vidas. Cada una de estas ellas irá acompañada siempre de un artículo fáctico, elaborado en colaboración con los principales investigadores suizos, para ofrecer una perspectiva de lo que sucede en algunos de los campos más innovadores de la investigación. ¡Todo, al tiempo que usted estimula su imaginación!

Arrojo la tarjeta sobre la mesita de la habitación de hotel en donde acabo de dejar mi equipaje. En el reverso, con letras iridiscentes, una breve palabra me resulta tan pesada como la carga mental y el legado que mi madre quiere dejarme: «Recuérdame».

Hace meses que no escucho su voz. Desde que salí de su oficina azotando la puerta. A decir verdad, ya no soy capaz de recordar su tesitura original, la de antes, la que me envolvía con canciones de cuna y risas. El sintetizador de voz que le ha servido de interfaz durante años no le hace justicia a la grandiosa mujer que me dio a luz. Todos mis novios cuando lo descubrían y se estremecían, o encontraban gracioso hacer algún juego de palabras que incluía la de «Hawking» [en referencia al científico Stephen Hawking, fallecido como consecuencia de una esclerosis lateral amiotrófica] no solían ir más allá de la etapa de una cena familiar en mi casa.

Me quito los zapatos de marcha, el anorak y los pantalones de senderismo antes de acostarme en la cama para consultar mi programa de actividades del día siguiente. Un grupo de centenarios quiere subir el Cervino y bajar después en salto con traje de alas para celebrar el cumpleaños de uno de ellos… Es el tercer evento de este tipo que tengo este año, es como si los clientes compartieran la información y mi tarjeta de presentación. El sol, la fuerza del viento, el perfil de cada participante: reviso todos mis indicadores de seguridad. Una mueca amarga se me escapa. Los locos sanos pueden hacerse «mejoras» para vivir indefinidamente e, incluso, lanzarse al aire, pero ¿no hay cura para la enfermedad de Charcot que tienes y que te dejó en la silla de ruedas? ¿En qué mundo me concebiste mamá?

Las primeras luces ocre del amanecer cosquillean en el marco de la ventana. Estoy retrasando la llamada a NecrosIA. Ciertamente, mi madre ya está en actividad allí pese a lo temprano que es. Ella no entiende por qué no regresé a casa a dormir. Y tampoco por qué no deseo asumir la dirección de la floreciente empresa que creó.

Me hundo en un sueño sin sueños y me despierto sobresaltada. Palpo en automático con el dedo el hueco que hay detrás de mi lóbulo derecho. Pero mi piel es tersa y suave.  Virgen. Suspiro, inhalo e inicio la comunicación.

» Hola, ¿mamá?

– Estaba esperando tu llamada. De hecho, solo te estoy esperando a ti. ¿Vendrás a mi cabecera?

– Sí, pero desapruebo tu decisión.

– ¿Cuál? ¿La de morir esta noche o el que te herede la empresa?

– ¡Todas tus decisiones! «

No pude evitar levantar la voz. Mi dispositivo solicita ir al video. Cambio de modo y aparece mi madre en su silla de ruedas, más contraída que nunca. Las tres luces del implante que lleva detrás de la oreja indican un verde brillante, señal de que el nano robot adherido a la base de su cerebro transmitirá sus instrucciones letales a la hora establecida.

«Mírame, Lydia», me instruye su voz sintética. “Mírame y verás que estoy en paz con mi decisión de terminar ya con esto. Dejaré detrás de mí una multinacional sana y próspera. Nuestro departamento transhumanista se autofinancia gracias a su sección Ethernity. Cuando nuestros clientes empiezan a volverse locos por no poder morir de forma natural, compran uno de nuestros robots de eutanasia. Solo por si acaso. Esto les reconforta profundamente, ya sabes. Es una garantía de que podrán partir antes de perder la cabeza”.

– Mamá, pero eso no cambia nada para mí. Conozco todo lo que dices y no lo deseo.

– Lydia, solo confío en ti. NecrosIA ha cometido un solo error de juicio entre millares de muertes reales, necesita seguir perfeccionándose.

– Es imposible, mamá. Mira, no tengo ganas de discutir contigo, menos hoy. Puedes obligarme a presenciar tu suicidio, pero no a asumir tu rol de directora general. Todo ese dinero, esas responsabilidades, la presión de los medios …

– Es menos arriesgado que tu actividad como guía. Pones tu vida en peligro todos los días.

Su voz se distorsiona, su imagen se desdibuja, un malestar me invade y me sumerjo en la oscuridad. Cuando abro los ojos nuevamente, la encuentro en su silla ejecutiva, rodeada por el comité de renovación de licencias. Su timbre monótono no delata el júbilo que adivino que experimenta:

“Estimado comité, como pueden ver, luego de su accidente en la alta montaña, mi hija decidió dejar de vivir y activó el proceso de eutanasia. Un nanobot se acopla a su hipotálamo y realiza una serie de pruebas. En estado semiconsciente, la persona nos revela parte de sus aspiraciones más profundas. Las situaciones inducidas, como la que acaban de presenciar, alimentan nuestra base mundial de datos y afinan los criterios para autorizar la muerte. El hecho de que ella no acepte mi propia decisión ficticia de eutanasia desencadena automáticamente una ronda de controles adicionales. En total, nuestra IA central, que se comunica con cada nanobot, realiza varios billones de pruebas de forma objetiva. Ante la menor duda, mantenemos con vida a la persona.»

Las cabezas asienten con aprobación. Roboticista, ético, médico, psicólogo… los perfiles son diversos, pero ninguno notó el destello de triunfo en la mirada penetrante de mi madre. Su atención está dirigida hacia mi cuerpo amorfo, que ya no trepará por ninguna montaña nevada, y mi implante, cuya última lucecita se resiste a tornarse verde”.

Con un fuerte parpadeo, la directora ordena a mi camilla autónoma llevarme de regreso a mi dorada habitación de hospital. Mañana me sacará para exhibirme a la prensa.

¡Váyanse al infierno, mamá, tú y NecrosIA! Nada me retiene en vida excepto el exceso de prudencia de todos ustedes».

*          *          * 

  De pequeña, Tu Wüst quería ser astronauta (¡qué cliché!) o recolectora de basura (¡un trabajo al aire libre, genial!). Pero después de las matemáticas y la computación sostenible, ella trabaja ahora en el ámbito de la administración pública. A lo largo de estas diversas bifurcaciones, aún persisten, no obstante, algunos rasgos: su gusto por la ciencia ficción y su infalible optimismo. Además de su acento, muy suizo.

¿Qué tan realista es la historia que acaba de leer? Una cápsula impresa en 3D, destinada a utilizarse para el suicidio asistido,  podría utilizarse pronto legalmente en Suiza.

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Traducido del francés por Andrea Ornelas

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