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Nicolás Hayek, el ingenioso Mr. Swatch

Nicolas Hayek luce en 2005 su distinción de ciudadano honorario de la ciudad de Biel. Keystone

De sangre libanesa y estadounidense, es suizo por elección desde hace 45 años. Rescató la agonizante industria relojera suiza en 1983, y desde entonces es gurú de los negocios internacionales.

El propietario de la décima fortuna más importante de Suiza es fanático del fútbol, la poesía y del buen humor.

Nicolás Hayek lleva en las venas sangre libanesa, sinónimo frecuente de hazañas empresariales que terminan lejos. La heredó de su madre.

Sin embargo, su ADN posee aún más «dinamita».
Su padre, un dentista y profesor universitario, desciende de aquellos primeros aventureros hambrientos de expansión que llegaron a conquistar ese gigante económico que hoy conocemos como Estados Unidos.

Mezcla de ambas raíces, Nicolás se hizo adulto en Suiza. «Mr. Swatch», cofundador de la empresa relojera más importante del mundo, no precisa demasiadas presentaciones dentro del ámbito económico.

A continuación, la décima y última entrega de la serie: «Fortunas Suizas».

Tres culturas

Nicolás nació una primavera de 1928 en Beirut, la capital del Líbano.

Vivió sus primeros 12 años entre esta ciudad y el pequeño pueblo de Khoura, tierra de su madre. Se educó en escuelas católicas, como resultado de las creencias maternas.

Y al inicio de la adolescencia, sus padres decidieron mudarse a Francia, país en el que realizó estudios en matemáticas, química y física nuclear.

Cabalísticamente, cuando los dos dígitos de su edad se invirtieron, a los 21 años, dos nuevos caminos se abrieron para él.

Primero, buscó realizar una oportunidad de especialización práctica en matemáticas y encontró esta oportunidad en la aseguradora Zúrich, lo que implicó que se mudara temporalmente a Suiza.

Segundo, aquí conoció a una jovencita de 18 años de apellido Mezger, quien se convertiría en su futura esposa.

Tras unos meses de novios, su suegro, Edouard, fue víctima de un ataque cerebral y la familia política sufrió un vuelco en todos los sentidos.

De los tres hijos Mezger, el mayor era un violinista de la edad de Nicolás, que no tenía ni interés ni intuición para los negocios, después seguían Annie –su futura esposa- y su hermana menor que tenía 15 años entonces.

Su suegra y su novia le pidieron hacerse cargo de la pequeña fábrica metalúrgica de Kallnach, Suiza, y de sus 18 trabajadores.

Nicolás ni hablaba suizo-alemán, pero aceptó el reto. Tomó las riendas y renunció temporalmente –según él-, al proyecto de continuar sus estudios en Estados Unidos.

Su primera empresa

La experiencia en la fábrica metalúrgica familiar duró seis años exactamente. Y cumplidos los 27, su suegro se había repuesto lo suficiente como para retomar su negocio.

Con la experiencia obtenida, Nicolás Hayek decidió extender las alas y volar por su cuenta. Tenía un proyecto que le daba vueltas en la cabeza: la creación de una fábrica de fundición de acero.

Puso sus ideas por escrito, y la proyección que concebía para el negocio. Pidió crédito a tres bancos distintos en Suiza, pero ninguno le autorizó un préstamo.

Acudió pues a aquella máxima que a mucho empresarios les ha redituado con creces: Convertir la crisis en oportunidad.

Europa estaba en plena expansión y Nicolás desvío el camino durante un par de años, pero sin perder la mira sobre su objetivo principal.

Consiguió un jugoso negocio de comercialización de piezas de la Mercedes Benz con Alemania, gestión que le generó los rendimientos que le permitían arrancar su propio proyecto, los 10.000 francos que necesitaba para empezar.

El proyecto funcionó, comenzó a marchar y Hayek ganó prestigio como empresario a lo largo de los 20 años siguientes, periodo en el que se volvió consejero de diversas empresas.

El nacimiento de Swatch

Desde mediados de los 70´s, la industria relojera suiza estaba a punto del colapso. Y aunque el reloj de cuarzo fue un invento suizo, los japoneses lo desarrollaron, poniendo en jaque con ello a la industria relojera helvética.

En 1982, un buen día, una empresa japonesa decidió comprar al gigante Omega por 400 millones de francos, pero Hayek, consejero de la compañía, se negó rotundamente.

«Los competidores de Japón pensaban que sólo sabíamos hacer buenos quesos y buenos chocolates en Suiza, pero estaban muy equivocados con respecto a nuestras capacidades dentro de la industria. Aumentaron la oferta, pero el no fue reiterado».

En aquella etapa comenzó una nueva «cruzada» de Hayek con la banca, esta vez bajo condiciones muy distintas. Había probado sobradamente su talento para los negocios y la meta era mucho más ambiciosa: persuadir a las instituciones de crédito de Suiza de que el problema que enfrenaba el sector relojero nada tenía que ver con los elevados sueldos que se pagaban en él, sino con la mala administración.

«Cuando una empresa, y la aerolínea Swiss fue un ejemplo perfecto de esto, es dirigida por administradores y no por empresarios, su destino es la quiebra. No se necesitan expertos en finanzas, sino empresarios. Gente dispuesta a dejarse la piel en un proyecto. Convencí a los bancos, conseguí socios, y arriesgué mi propio capital. Y entonces lancé Swatch al mercado. La producción de relojes de lujo estaba bien, pero no era suficiente, necesitábamos un reloj innovador y menos caro».

El reloj con alma

En 1983 se constituyó formalmente la empresa SMH, producto de la fusión entre las dos principales relojeras de la época, ASUAG y SSIH.

En 1998 cambiaría su nombre por el de Grupo Swatch, en honor del reloj que les cambió el destino. Uno que en lugar de tener más de 90 piezas, como solían los relojes helvéticos, contaba sólo 51, lo que abarató su costo de producción y se tradujo en el precio.

Los bancos me prestaron, recuerda Hayek durante una conferencia que dio en 2003 en la Universidad de Lausana con motivo del vigésimo aniversario de Swatch, pero a todos les parecía una locura pensar que un reloj hecho en plástico podía ser el rescate de la industria.

Incluso mis amigos se burlaban de la propuesta. La noche en la que vi el primer reloj terminado no pude dormir, narra, me quedó claro que no podía basar la campaña publicitaria en sus 51 piezas, porque nadie comprendería el mensaje.

Había que dotarle de «alma» al producto. Y así lo hicimos. Posicionamos a Swatch como un símbolo de Suiza, un reloj de alta calidad a bajo precio, como sinónimo de provocación y de ganas de vivir.

La filosofía Hayek

Un buen empresario es como un artista, no cesa de crear todo el tiempo. Productos, puestos de trabajo, mercados, afirma Hayek.
Un administrador sólo gestiona las cuentas. No arriesga su dinero.
Eso he querido ser siempre para mis empresas.

En el plano personal, Nicolás ha sido siempre un enamorado de la física nuclear, según sus palabras «por culpa de la guerra», no suya.

Afirma que la Segunda Guerra Mundial le dejó claro a su generación que «el átomo era fuente de generación de riqueza y también de paz».

Es deportista y amante de las artes.

Le encanta el fútbol. De hecho, la más reciente campaña publicitaria de Swatch –para festejar a principios de junio la venta de su reloj número 333 millones- tiene a un Nicolás Hayek de 78 años de edad como protagonista. Viste el traje de la selección helvética, usa el gorro típico de los aficionados, y luce pintada en las mejillas la bandera nacional en medio de un estadio abarrotado.

Lo hizo con gusto. Sólo impuso una condición: no posar.
La fotografía utilizada se tomó del Informe Anual 2005 de Swatch y fue trabajada vía ordenador.

Hayek es también un apasionado del tenis, deporte que ha practicado toda su vida. De hecho, es uno de los principales patrocinadores de Martina Hingis.

Su vida personal

Su vida adulta la construyó en Suiza, en donde ha pasado los últimos 50 años de su vida, 45 de ellos como suizo nacionalizado.

Le gusta la pedagogía y la literatura. En su escritorio se hallan con frecuencia libros de poesía francesa, obras de Lamartine o de Víctor Hugo.

En una de las paredes pende aquel legendario poema de Kipling de «Serás hombre, hijo mío…».

Aún Preside Swatch, pero ya no dirige el día a día. Esta función la transfirió hace tres años a su hijo homónimo. Tiene también una hija que ronda la cincuentena, Nayla.

Vive una vida que intercala trabajo y placer. Y en el umbral de los 80 aún tiene una gran meta por cumplir: «Quisiera crear una sociedad que permitiera a cada uno ser cada vez un poco más feliz, una que permita a cada quien sacar lo mejor de sí mismo sin importar lo que haga o diga el vecino».

Y detrás de ella va.

swissinfo/Andrea Ornelas

Nicolás Hayek es Doctor Honoris Causa por las universidades de Neuchâtel (1996) y de Bolonia, Italia (1999).

Sobre los suizos, Hayek afirma: «Tienen su reputación basada en la seriedad, el trabajo y la sobriedad; pero son divertidos y aman disfrutar la vida. Suiza no es un país de gente triste».

El nombre de Swatch está inspirado en las dos primeras letras de «Switzerland» y de reloj «watch» en inglés.

Grupo Swatch es propietario de marcas como Swatch, Breguet, Blancpain, Jaquet Droz, Glashütte, Léon Hatot, Omega, Rado, Longines, Tissot, Calvin Klein, Certina, Mido, Pierre Balmain, Hamilton, Flik Flak y Endura.

Nicolás Hakey ocupa el lugar número 292 en la Lista de Forbes del 2006.

Su fortuna personal asciende a 3.000 millones de francos suizos.

Swatch tiene 20.327 empleados y la familia Hayek es propietaria del 36% de las acciones.

Swatch ha vendido 333 millones de relojes en 23 años

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