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“No estábamos preparados para proteger a los más débiles”

Una mujer acaricia a un anciano através de una cortina de plástico.
Una cortina de plástico especial permite a esta mujer “tocar” el rostro de un residente de un hogar para ancianos de Roma. Keystone / Massimo Percossi

Un año después del primer caso de coronavirus en Suiza, ¿qué nos ha enseñado esta pandemia? ¿Cuáles fueron los errores y dónde se actuó de manera correcta? Le preguntamos a Barbara Gallavotti, una bióloga y escritora científica italiana, residente desde hace años en Zúrich.

El 25 de febrero de 2020, Suiza se incorporó a la lista de países afectados por el nuevo coronavirus. Una persona residente en el cantón del Tesino, que había ido a Italia, dio positivo en la prueba, en lo que fue el primer caso confirmado de COVID-19 en la Confederación.

swissinfo.ch: Un año después del primer caso de coronavirus en Suiza, ¿cómo evalúa las medidas adoptadas por el Gobierno suizo en comparación con las de otros países occidentales?

Barbara Gallavotti: Creo que es apropiado dividir el período transcurrido en tres momentos. En la primera ola, Suiza reaccionó muy bien después del impacto inicial de Lombardía [Italia], que también afectó al Tesino. Luego hubo un período de gestión cantonal y ya no federal del tema y quizás ese fue el momento más problemático porque una emergencia de este tipo debe ser manejada globalmente, lo que lamentablemente no sucedió, pero es importante que haya al menos una estrategia nacional. Luego, cuando el Gobierno federal volvió a tomar el asunto en sus manos, las cosas comenzaron a mejorar nuevamente.

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Barbara Gallavoti, divulgadora científica, ensayista y bióloga. Barbara Gallavotti

En comparación con sus vecinos, Suiza ha adoptado una línea menos rígida, especialmente durante esta segunda ola. ¿Una decisión correcta?

También se tomaron decisiones valientes en Suiza, que creo que fueron muy previsoras. Por ejemplo, en el cantón donde vivo, el de Zúrich, las escuelas primarias han sufrido muy pocas restricciones, aparte de la interrupción debida al parón de actividades de primavera. No fue una decisión fácil y no ha sido el caso en todos los países. Ciertamente también costó un esfuerzo organizativo considerable, pero creo que fue fundamental para paliar el trauma provocado por el virus.

Personalmente, sin embargo, me costó entender lo que me pareció una cierta vacilación en imponer el uso de la mascarilla, que es también una herramienta de defensa fundamental contra la epidemia. Sobre esto otros países fueron mucho más decisivos.

Un tema sobre el que Suiza ha sido criticada en el pasado e incluso recientemente es el de la apertura de las pistas de esquí.

Personalmente creo que no es imposible esquiar de forma segura pero también depende mucho de las características de cada estación de esquí. Me parece que las ciudades pequeñas, con pocos remontes y una asistencia esencialmente local, han demostrado que puede ser manejable. Sin embargo, las estaciones suizas que se han convertido en una especie de último recurso para los esquiadores de toda Europa que no podían ir a otra parte, se encontraron en una posición muy arriesgada, como lo demuestran los brotes de la variante inglesa que desafortunadamente estallaron en St. Moritz y Wengen, antes de que entraran en vigor las restricciones a los viajes desde el extranjero.

Aparte de China, que parece haberlo eliminado casi por completo, en la mayoría de los países el virus aún no ha sido controlado. ¿Que se ha hecho mal?

Los países que realmente lograron aplastar el virus fueron aquellos (por ejemplo, varias naciones orientales) que adoptaron medidas drásticas que en Occidente no serían factibles. O aquellos como Nueva Zelanda y Australia que, gracias a la menor densidad de población y una posición geográfica muy diferente a la de los países del corazón de Europa, pueden reducir los contactos. Creo que hubiera sido realmente difícil en nuestras condiciones geográficas y culturales obtener resultados similares.

Ciertamente podemos decir, sin embargo, quién lo hizo mal: los países que negaron el peligro del virus y la necesidad de tomar medidas drásticas para enfrentarlo, como Brasil, Estados Unidos y yo diría también Suecia.

Muchos países fueron tomados por sorpresa, muchos otros intervinieron tarde. ¿Cuáles han actuado con mayor eficacia en su opinión y por qué?

En la Europa continental, creo que todo el mundo ha intentado hacerlo lo mejor posible también teniendo en cuenta los hábitos y las condiciones culturales de la población, de lo que también se deriva la posibilidad de que se acepten determinadas medidas. Piense en la facilidad con la que Finlandia aceptó el uso de una aplicación de rastreo, descargada por más de la mitad de la población, una medida recibida con gran desconfianza en otros países europeos.

“Hemos mostrado cierta debilidad al no estar preparados culturalmente para proteger a los más débiles y hemos hecho mucha resistencia para preocuparnos por el bienestar de la sociedad”.

En Suiza hemos visto lo difícil que era conseguir que se aceptara el uso de mascarillas y recordemos que, a veces, imponer una obligación más estricta puede resultar contraproducente si la gente no la acepta.

Los europeos, a diferencia de países como Japón y Corea del Sur donde la cultura local privilegia el bienestar de la sociedad por encima del individuo, hemos mostrado cierta debilidad en no estar preparados culturalmente para proteger a los más débiles y hemos hecho una gran resistencia para cuidar del bienestar de la sociedad.

Una cosa que está resurgiendo ahora con la vacuna: ¿cuando se confirme definitivamente que la vacunación no solo nos protege a nosotros mismos de enfermarnos sino también a otros de contagiarse, entonces nuestro derecho a no vacunarnos valdrá más que las vidas de quienes podríamos infectar? Espero que a partir de lo vivido se inicie una reflexión sobre el papel de las libertades individuales con respecto a los derechos de los demás.

Italia fue el primer país occidental en afrontar esta emergencia: en retrospectiva, ¿cuántos y qué países han desarrollado medidas de contención inspiradas en esta experiencia?

La catástrofe en Lombardía y otras regiones demostró el riesgo que se corría. Mientras el virus se localizaba en Wuhan, la voluntad de hacer concesiones era limitada. Ver lo que estaba sucediendo en el corazón de Europa ciertamente ofreció una justificación para aceptar medidas que de otro modo no se habrían digerido. Italia tuvo el mérito de acabar con las infecciones después de la primera ola al demostrar que un confinamiento extremo puede contener el virus. Y quizá la disciplina con la que los italianos se enfrentaron a las restricciones de la primavera también fue un ejemplo: una disciplina que muchos en el extranjero no habrían dado por sentada.

¿Qué impacto tendrá esta terrible experiencia de luchar contra el coronavirus en la sociedad italiana en el futuro?

Creo que habrá muchas repercusiones ya que por ejemplo el cierre de escuelas que, en algunos casos lleva un año, es devastador tanto para los estudiantes como para las familias.

Desde el punto de vista económico, los puestos de trabajo típicamente confiados a mujeres se han perdido en muchos sectores, especialmente en las actividades económicamente débiles como las de edecanes en ferias, dependientas, trabajos de limpieza. Será importante ver cuánto tiempo llevará volver a una vida normal centrándose también en otros sectores además del turismo y los grandes eventos internacionales. Pero esta emergencia nos ha recordado que en cuanto las cosas no funcionan, los sectores vinculados a lo que no es imprescindible entran en crisis. Mientras que sectores como el biomédico, el digital y en general todo lo que tiene que ver con la tecnología siguen siendo motores fundamentales de la economía.

Un efecto interesante a largo plazo y no solo en Italia, será ver cómo el teletrabajo podría consolidarlos sustituyendo el trabajo presencial. Es una oportunidad de inclusión para muchos a los que les cuesta trabajar en una oficina en horario común, aunque también habrá que afrontar las eventuales repercusiones del teletrabajo.

Afortunadamente, la ciencia ha venido al rescate y las campañas de vacunación han comenzado en muchos países. ¿Cuánto tiempo llevará lograr la llamada inmunidad de rebaño en todo el mundo? ¿Cuándo (y si) cree que será posible volver a la llamada normalidad con la posibilidad de moverse libremente entre países y viajar por el mundo?

Para comprender bien los efectos de la vacuna sobre la inmunidad colectiva, es necesario saber con certeza en qué medida impide la circulación del virus, es decir, en qué medida estar vacunado, además de evitar que uno se enferme, le impide contagiar a otros. Pero hay otras incógnitas a considerar. Por ejemplo, la cuestión de las variantes del virus que aún no sabemos cuánto más contagiosas son, el hecho de que no se pueda administrar vacunas a los más jóvenes (menores de 16 años en el caso de Pfizer, de 18 años en el de Moderna) o la voluntad de los que no quieren ser vacunados. Por tanto, la hipótesis de lograr la inmunidad colectiva está en riesgo.

Además, solo tres países de África han iniciado la vacunación y lo mismo puede decirse de otras áreas del mundo. Se estima que una gran parte de África, el sudeste asiático y luego partes de Asia Central y América del Sur no recibirán una cobertura de vacunación completa hasta 2023. Entonces, o nos vacunamos todos o la lucha contra el virus es totalmente inútil.

Probable e inevitablemente al menos a escala global, nos moveremos con un certificado de inmunidad. Una idea que no nos gusta, pero a la que creo que tendremos que acostumbrarnos.

En mayo de 2019 escribió un libro titulado ‘Las grandes epidemias, cómo defenderse’: ¿ya lo había previsto todo? ¿Qué características tendrán las próximas epidemias?

Admito que hubiera esperado una influenza, pero no un coronavirus de este tipo, aunque la llegada de una pandemia fuera una predicción fácil muy compartida por los científicos. La humanidad a lo largo de la historia ha tenido innumerables emergencias sanitarias como la que estamos viviendo. De alguna manera nos libramos del terror de las enfermedades bacterianas porque tenemos buenos antibióticos, pero no tenemos antivirales de amplio espectro. Entonces, el hecho de que pudiera surgir un virus que pudiera ponernos en problemas era cuestión de tiempo.

«Siempre ha habido pandemias y esta no será la última».

Sabíamos que de los entornos salvajes habían salido muchos agentes infecciosos peligrosos como el VIH, el Ébola, el Zika, el SARS y otros que no daban lugar a pandemias salvo en el caso del sida. Por esta razón, algunos proyectos internacionales como Predict contemplaban recorrer los bosques de todo el mundo tomando muestras de animales, identificando virus que pudieran representar un peligro para los humanos.

Espero que todo esto haya servido para entender que la relación demasiado relajada con los entornos salvajes es perjudicial.

Después de esta experiencia, ahora está claro que deberíamos esperar otras en el futuro. ¿Cuáles son las lecciones de la pandemia actual que necesitaremos atesorar? ¿Cree que estaremos mejor preparados para enfrentarnos a otras?

Siempre ha habido pandemias y esta no será la última. Pero aparte del sida, que no se propaga por vía aérea y requiere diferentes medidas de contención, habíamos olvidado cómo afrontar este tipo de pandemias ya que la última verdadera fue la gripe española en 1918. La mayoría de los países carecían de planes pandémicos reales y suficientes, además de que no hubo inversión suficiente en vigilancia. Sin embargo, podemos asumir que después de todo lo que ha sucedido, ahora estamos mejor preparados para comprender qué tipo de riesgo corremos.

Si en enero de 2020 hubiéramos impuesto a todos el uso de mascarillas (de haber estado disponibles) nadie las hubiera llevado mientras que hoy, ante la situación actual, todo el planeta entendería la importancia de hacerlo y tomaría medidas y precauciones, el distanciamiento, entre otras.

Desde su punto de vista como periodista experta en comunicación científica, ¿ha habido información correcta para el público sobre el virus? ¿Qué salió bien y qué salió mal?

En Suiza me parece que ha habido una comunicación equilibrada, coordinada y pragmática. No había expertos que parecieran contradecirse, como ha sucedido a veces en Italia. El problema se debe a que los investigadores generalmente no están familiarizados con los mecanismos de comunicación y, por lo tanto, ante la solicitud de opinión, no siempre han sabido distinguir entre conocimientos compartidos y consideraciones personales.

“En Suiza me parece que ha habido una comunicación equilibrada, coordinada y pragmática”.

También aprecié personalmente el hecho de que en Suiza se insistiera inmediatamente en que no sería posible vacunar a una gran parte de la población antes del verano. En Italia, y tal vez también en varios otros países europeos, sin embargo, inicialmente había la percepción de que los procedimientos de vacunación podrían avanzar más rápido de lo que era realista esperar, quizás porque también se puso un énfasis excesivo en las dosis de vacuna prometidas, sin tener en cuenta los imprevistos que inevitablemente ocurrieron.

En definitiva, en Suiza, me parece que la comunicación ha sido particularmente hábil para explicar claramente los problemas a la población, lo que demuestra ese pragmatismo que es más que nunca una carta ganadora en las emergencias.

Finalmente, lo que observo, tanto en Suiza como en Italia, es que muchas personas ante la emergencia han mostrado un interés genuino en comprender lo que está sucediendo, y en conocer los mecanismos de la biología, la epidemiología o la medicina. Me parece muy positivo el deseo de participar y la manifestación de la necesidad de tomar decisiones informadas sobre la propia salud.

Divulgadora científica, ensayista y bióloga de formación, es autora de programas científicos como Superquark (transmitido por la televisión italiana) y colaboradora de la Radio y Televisión Suiza de habla italiana. También trabaja como asesora de la coordinación científica del Museo de Ciencia y Tecnología de Milán y es profesora en varios programas de Maestría en comunicación científica.

Colabora con periódicos y revistas y ha escrito varios libros sobre diversos temas científicos entre ellos

‘Le grandi epidemie, come difendersi?’ (Donzelli editore, 2019). Por su trabajo ha recibido diversos premios y reconocimientos.

 Traducido del italiano por Marcela Águila Rubín

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