“No sé cómo se vive sin trabajar”
Para Lorena Ortega, ingeniera chilena radicada en Suiza desde hace dos décadas, el equilibrio entre el trabajo y la familia obedece en gran parte al apoyo familiar.
Nacida en Santiago de Chile, donde se formó como ingeniera en geomensura, efectuó luego una pasantía en la Escuela Politécnica Federal de Lausana. En Suiza conoció a David, su marido con el que tiene dos hijos, Antoine de doce años y Liza, de seis. Siempre ha trabajado y para ella eso es algo natural.
“¿Que por qué trabajo? Porque para eso estudié. No sé cómo se vive sin trabajar”, responde sin vacilación. Narra que en su entorno social y familiar las mujeres siempre han laborado: su madre y su abuela, como profesoras, su tía, como ingeniera química. “El trabajo es esencial para el desarrollo y para poder ser independiente”.
A diferencia de la situación en Chile, donde la clase media puede contar con el apoyo cotidiano de personal doméstico, en Suiza las familias de ese nivel social solamente pueden contratar ayuda por horas, lo que incide en el desempeño profesional. En su caso, que no es el más común en este país, la familia participa activamente en el cuidado de los niños.
Un día a la semana los chicos comen en la escuela. Los cuatro restantes se los dividen entre Lorena, David (ambos trabajan al 80%), la tía de Lorena y la abuelita de los niños que viaja exprofeso desde el cantón del Valais (4 horas de tren ida y vuelta).
¿Trabajan más fuera del hogar las extranjeras que las suizas? “No tengo esa idea, aunque me parece que acá las tareas del hogar recaen más en las mujeres, y de mis amigas soy de las que más trabajo fuera de casa”.
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