No le interesaba el dinero ni el estatus social
Harry Borer, el que fuera propietario y consejero delegado de Rolex, falleció la semana pasada a los 89 años. Si Rolex es hoy la marca de relojes suizos más famosa del mundo se lo debe a él.
Curiosamente, la vida del propio Harry Borer era de lo más modesta, justo lo contrario de lo que representa Rolex, o sea, estatus social, dinero y lujo. Siempre fue un ciudadano sencillo y comprometido.
“Yo solo hice mi trabajo, nada más. El trabajo es tradición en nuestra familia”, declaraba Harry Borer en 2012, cuando la ciudad de Biel –donde nació, vivió y falleció– le otorgó el título de ciudadano de honor. Fue una de las escasas veces en las que compareció en público.
Harry Borer solía conceder entrevistas sobre todo al diario local y rehuía los actos sociales. “Prefería sentarse en el comedor de la empresa con sus colaboradores y hablar sobre ideas para desarrollar”, relata Mario Cortesi, uno de los pocos periodistas que tuvieron el privilegio de entrevistarlo.
Harry Borer dedicaba tiempo, atención y gran interés a las personas de su entorno y a sus empleados. Siempre hablaba con ellos mirándoles a los ojos. “Yo he sido siempre más severo conmigo mismo que con los demás”, declaró al ser nombrado ciudadano de honor de su ciudad. Y agregó: “Cabe preguntarse si no habría que dárselo a otra persona que merezca más este título”.
Bajo su dirección, Rolex creció y de una empresa local con 150 empleados se transformó en un grupo internacional que hoy emplea a 2 500 personas.
“El olor de maquinaría era mi casa”
El padre de Harry Borer dirigía la empresa Aegler en Biel que producía componentes de reloj. En 1931, la compañía desarrolló una técnica que iba a marcar la industria relojera: el movimiento automático, es decir, un mecanismo que se recarga solo gracias al movimiento cinético de la muñeca.
La instalación de ese movimiento en los relojes Rolex engendró el modelo Perpetual, precursor de todos los relojes automáticos sucesivos.
“Aún hoy, los modelos Rolex contienen el concepto Perpetual en su nombre”, escribe el ‘Bieler TagblattEnlace externo’ citando una entrevista que Harry Borer concedió a este diario local en marzo de 2016. “El olor de maquinaria era mi hogar”, decía entonces el patrón para explicar que prácticamente se había criado en la fábrica de su padre.
Un padre que luego tomó las riendas de Rolex. La empresa era entonces una fundación con sede en Ginebra, que vio la luz gracias al fundador de la marca Hans Wilsdorf, que no tenía descendencia.
Cuando Harry Borer sucedió a su padre al frente de Rolex en 1967, tenía un doctorado en Derecho y en Economía. Dirigió la empresa con una clara convicción en la mente: conservar sus valores internos. Durante la crisis del sector en los años 1970, cuando salieron al mercado los relojes de cuarzo asiáticos baratos, Harry Borer decidió centrarse en los relojes mecánicos complejos.
Y su apuesta fue un éxito. En 2004, vendió los talleres en Biel a la casa matriz en Ginebra por alrededor de 2 000 millones de francos.
“Alardear es camuflar las debilidades”
Cuando vendió, Harry Borer se entregó en cuerpo y alma en asegurar la supervivencia de sus fábricas y de la plantilla. Cuestionado sobre su riqueza por el ‘Bieler Tagblatt’, dijo: “Se sabe por experiencia que la vanidad es muchas veces una manera de disimular las debilidades. Vale más ser que aparentar. Esa es mi consigna de vida y también la de mi familia”.
Su hijo, Daniel Borer –durante mucho tiempo un importante inversor– trabaja aún como médico de familia y tiene su propia consultorio. Su hermana Franziska se ocupa de la gestión de las fundaciones de la familia que apoyan, entre otros, un hospital de pediatría, un hogar de acogida de mujeres, una cátedra universitaria y eventos culturales. Una de las fundaciones se llama ‘Trix’, en honor a la primogénita de Harry Borer que murió de leucemia siendo niña.
Biel llora a “un gran empresario con la mente abierta al mundo”. La ciudad al pie de la cordillera del Jura busca un espacio lo suficientemente importante que lleve el nombre del ilustre Harry Borer.
Traducción del alemán: Belén Couceiro
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