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El campo suizo se suma a las protestas

protestas en tractores en Ginebra
Marcha de tractores en Ginebra para mostrar el descontento del campo suizo, que comparte las reivindicaciones de las familias campesinas de Francia, Alemania y Bélgica (3 de febrero de 2024). © Keystone / Martial Trezzini

El sector agrícola se rebela en toda Europa. Suiza, durante el fin de semana, también se sumó a la protesta y condujo decenas de tractores a Ginebra y Basilea. Pero ¿qué importancia tiene la agricultura en la economía helvética y qué peso político tiene la gente del campo en Suiza frente a otros países europeos? SWI swissinfo.ch lo explica.  

En la economía y la política suizas la agricultura desempeña un papel diverso. El país es famoso por sus industrias láctea, quesera y chocolatera, que —en gran medida— dependen de ingredientes de origen local. Aunque la gente del campo tiene peso político, la agricultura no es precisamente el motor de la economía suiza.

Con un total de 12.000 millones de francos (13.700 millones de dólares) en ingresos en 2022, el Gobierno suizo calcula que la agricultura contribuye menos del 1 % al Producto Interior Bruto (PIB). Una cifra baja si se compara con otras naciones europeas. La agricultura en Italia, Francia, Polonia y España representa más del 2 % del PIB. En Alemania —que al igual que Francia se enfrenta a un gran descontento agrario— no llega al 1 %. Alemania en 2022, igual que Suiza, importó —en términos de valor— más alimentos de los que exportó.

En la economía suiza, la agricultura se caracteriza por centrarse en productos especializados de alta calidad, con profesionales que se adhieren a estrictas normas de calidad y prácticas sostenibles. La ganadería —la producción de carne de vacuno y productos lácteos, sobre todo— representa la mitad de los ingresos generados en este sector, mientras que la agricultura supone algo más de un tercio.

Los cambios en el uso de la tierra —estimulados por los incentivos gubernamentales— han hecho que se pase de la agricultura intensiva a la extensiva. La agricultura ecológica está creciendo, y casi una de cada seis explotaciones era ecológica, en 2022; casi el doble de la media europea. En Suiza, los grandes minoristas, como Coop y Migros, son los mayores canales de distribución de productos agrícolas locales de todo tipo.  

La política agrícola se esfuerza por lograr un equilibrio entre las necesidades de la gente del campo, el público y el medioambiente. Los agricultores —que representan alrededor del 1,78 % de la población activa (148.000 personas)— tienen, sin embargo, la impresión de que están recibiendo un trato injusto. Entre sus quejas figuran el aumento de los costes de producción, la carga normativa de las políticas ecológicas, la presión competitiva de los acuerdos de libre comercio y la percepción de que las empresas minoristas se llevan un elevado margen extra, sobre todo en los productos ecológicos.

“En Suiza, los acuerdos de libre comercio y las desiguales relaciones de poder en el mercado también someten los precios a una presión constante, y el trabajo agrícola no se remunera de manera justa”, se lamenta en su página web el sindicato de agricultores suizos Uniterre.

“Queremos que los agricultores tengan una participación justa en el precio de venta al público y —como en todas las demás fases de la cadena de valor— que puedan repercutir sus costes adicionales”, señala Martin Rufer, director de la Unión Suiza de Agricultores (SBV), que representa los intereses de la gente del campo y es una voz destacada en los debates políticos.

“En los dos últimos años, los precios de producción han subido demasiado poco para que los costes adicionales puedan repercutirse en su totalidad. Se necesitan, por tanto, nuevos ajustes de precios de entre el 5 % y el 10 %”, ha declarado Rufer a SWI swissinfo.ch.   

Y dice que se sienten insuficientemente compensados por una creciente lista de requisitos de producción. En Suiza la situación económica de quienes se dedican a la agricultura, por término medio, no es buena y sí, precaria, en muchos casos. Una persona que trabaja a tiempo completo en la granja familiar gana de media 56.100 francos al año; mucho menos que en otras profesiones. “Como consecuencia, en muchas explotaciones una persona sigue trabajando fuera de casa para mantener a la familia”, escribe.

¿Protección política?

El panorama político suizo refleja la importancia de la agricultura a través de diversas políticas e instituciones. La gente del campo en Suiza “recibe un apoyo significativamente mayor que en los países de la UE”, con “pagos directos más elevados” y “una protección aduanera más fuerte”, ha señalado a la televisión pública suiza RTS el parlamentario verde Kilian Baumann, que también preside la Asociación de Pequeños Agricultores (VKMB).   

El Gobierno helvético —a través de subvenciones y políticas que promueven prácticas agrícolas sostenibles y mantienen los paisajes pintorescos que definen el país— apoya activamente la agricultura. El Parlamento ha librado a la agricultura de los recortes presupuestarios, y el Gobierno ha mantenido intactas las devoluciones a quienes trabajan en la agricultura del impuesto sobre el combustible.  

La gente del campo tiene en el Parlamento un pequeño punto de apoyo. Tras las elecciones federales de octubre, el número de representantes procedentes del sector agrícola pasó de 12 a 20. Según el antropólogo y especialista en agricultura Jérémie Forney, la gente del campo —por lo general— goza de un nivel de protección mayor en el ámbito político en Suiza que en Europa.   

“Existe un principio de apoyo a los agricultores, tanto a través del Parlamento como del sistema de democracia directa”, explica a SWI swissinfo.ch Forney, profesor de la Universidad de Neuchâtel. “Eso ha atenuado las presiones, pero no anula los procesos. Por eso se ven relatos y discursos similares a los de Francia: cómo se fijan los precios en el mercado o la sobrecarga de burocracia. Los problemas en toda Europa son similares”.

Parte del problema es que los sistemas alimentarios globalizados han concentrado el poder en grandes supermercados que controlan tanto el acceso al mercado como al consumo. No es algo que una mayor transparencia en la fijación y negociación de los precios pueda resolver por sí solo. La mayoría de la gente está atrapada en un sistema en el que depende de los supermercados para comprar alimentos.  

Otra faceta del problema radica en la aplicación de las políticas agrícolas en la década de 2000. Por desgracia, a la gente del campo se la relegó simplemente a ejecutar decisiones, con un énfasis abrumador en el cumplimiento a través de un enfoque de “casillas de verificación”, según Forney. Y esto ha dado lugar a un conflicto percibido entre las políticas para salvaguardar el medioambiente frente a la gente que trabaja en el campo.  

Forney, que también codirige el centro de investigación CEDD-Agro-Eco-Clim, centrado en los sistemas agroecológicos sostenibles, afirma que “la cuestión del significado se ha olvidado por completo”. Y añade: “A los agricultores solo se les otorga el papel de ser solicitante de decisiones. No se trata de marcar casillas únicamente. Si entiendes lo que haces, si te parece significativo o no, a nadie le importa”.   

Según Rufer, de la Unión Suiza de Agricultores (SBV), los disturbios en Suiza demuestran que la caldera en el campo está a punto de estallar.

Texto adaptado del inglés por Lupe Calvo/Carla Wolff

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