La guerra en Ucrania siembra la discordia en el seno de la iglesia ortodoxa
La invasión rusa de Ucrania ha provocado graves divisiones en el seno de las comunidades cristianas ortodoxas. Análisis del teólogo Stefan Kube.
Cuanto más dura la guerra, más estridente es el tono utilizado en el Kremlin: en un principio se trataba de la «desnazificación» y la «desmilitarización» de Ucrania, pero ahora se emplea un vocabulario cada vez más abiertamente genocida contra los ucranianos.
La narrativa utilizada por la iglesia rusa también se está volviendo más apocalíptica: el satanismo se ha apoderado de Ucrania. Los soldados rusos que mueren en la guerra pueden esperar la remisión de sus pecados. La guerra de agresión de Rusia adquiere así un matiz teológico que, sin embargo, ha suscitado grandes críticas en el seno de la Ortodoxia y una escisión aparentemente insalvable.
swissinfo.ch: Recientemente se ha hablado de «desatanizar» Ucrania, de que es una «guerra santa». ¿Hasta qué punto puede tratarse de una guerra religiosa?
Stefan Kube: Desde el comienzo de la invasión, los sermones del patriarca ruso Cirilo I se han basado en la siguiente premisa: Rusia se está defendiendo en Ucrania. Se defiende de los «valores agresivos» de Occidente, sobre todo de la secularización, el pluralismo y la decadencia de los valores conservadores.
En la lógica interna de la dirección de la Iglesia Ortodoxa rusa -y así es también como la presenta la dirección del Estado ruso-, se trata de una guerra defensiva. Y se considera que la población ucraniana ha sido seducida por las «diabólicas fuerzas occidentales».
Esto sirve de justificación teológico-ideológica para la agresión. En ese contexto, Cirilo I puede calificar todo el asunto de guerra santa.
Sin embargo, no se trata de un conflicto entre comunidades religiosas, no es una guerra religiosa, sino simplemente propaganda con carga teológica.
Stefan Kube es teólogo y director del Instituto del Foro Ecuménico para la Fe, la Religión y la Sociedad en Oriente y OccidenteEnlace externo, que publica, entre otras cosas, la revista especializada Religión y Sociedad en Oriente y Occidente, que Kube dirige como redactor jefe.
¿Hasta qué punto están coordinadas las acciones de la Iglesia y el Estado?
Valga como ejemplo ilustrativo el hecho de que para la Navidad rusa del 7 de enero, el Patriarca Cirilo I declaró por adelantado que estaba a favor de un alto el fuego durante los días de Navidad. Y unas horas más tarde, Putin sugirió lo mismo. Cabe suponer que así se acordó.
Pero las armas no descansaron durante ese tiempo. Fue solo una maniobra para mostrar que Rusia quería realmente desescalar, que quería la paz, pero las «fuerzas del mal» de Occidente lo estaban saboteando.
Esa estrecha cooperación se inició en los últimos años, en diversos ámbitos políticos en los que Iglesia y Estado persiguen los mismos objetivos; por ejemplo, en el reiterado endurecimiento de las leyes contra la llamada propaganda homosexual.
La proximidad de la Iglesia al Estado es habitual en los países ortodoxos. ¿Hasta qué punto Rusia puede ser un caso especial?
En efecto, la relación es diferente de la que existe, por ejemplo, en Europa Occidental. En la Ortodoxia sigue existiendo la idea de la llamada «sinfonía», es decir, la armonía entre el Estado y la Iglesia. Esto se remonta al Imperio Bizantino.
Sin embargo, este fue siempre un concepto ideal y nunca se ha hecho realidad de este modo en ningún país ortodoxo. Según la Constitución, Rusia es un país laico donde la Iglesia y el Estado están separados. Sin embargo, desde que Putin y Cirilo I están en el poder, la cooperación se ha hecho más sólida. No obstante, está claro que el Estado tiene más poder y que no son dos socios igual de fuertes.
¿Hasta qué punto es importante en esto la persona de Cirilo I? Durante mucho tiempo se ha rumoreado que cooperó con los servicios secretos rusos en una fase temprana.
Hay indicios de que trabajó con el servicio secreto soviético KGB, en el que también militó Putin. Por el momento no es posible saberlo con exactitud, porque los archivos del KGB volvieron a cerrarse en la década de 1990 -por cierto, también bajo la presión de los dirigentes eclesiásticos de la época, porque había graves controversias en el seno de la Iglesia Ortodoxa rusa.
Muchos se preguntan si Cirilo I cree realmente todo lo que dice y predica en público. No podemos saber lo que hay dentro de su cabeza, pero sus mensajes tienen efectos catastróficos en relación con Ucrania, y eso es por lo que debe ser juzgado. Numerosos jerarcas y teólogos de la Iglesia Ortodoxa, y también de otras iglesias, le han pedido que se distancie de la guerra; pero él ha hecho lo contrario.
Eso provoca grandes tensiones. Una parte de los fieles ortodoxos de Ucrania, que se sentían pertenecientes al Patriarcado de Moscú, han roto con Rusia. Y probablemente ocurrirá lo mismo en otros países. En algunos de ellos hay una clara tendencia a la ruptura, orquestadas también desde el Estado. Esto puede observarse muy bien en los países bálticos en este momento.
Cirilo I (Vladimir Mikhailovich Gundyaev) es Patriarca de Moscú y de toda las Rusias desde 2009, o lo que es lo mismo, jefe de la Iglesia Ortodoxa rusa. Conservador y aliado de Vladimir Putin, se dice que es cercano a los servicios secretos y al ejército. Su riqueza personal es fuente de críticas. Prueba de ello fue una foto aparecida en Internet en la que aparecía luciendo un lujoso reloj suizo. Después de esa primera aparición, la foto fue retocadaEnlace externo con bastante torpeza.
10/ The $30K watch, donated by an anonymous benefactor, caused controversy after a clumsy attempt to remove it from a photo – it was airbrushed out but the photo editor forgot to remove its reflection in a polished table top. Several leading ROC clergy have had similar scandals. pic.twitter.com/Kak7HBXk8VEnlace externo
— ChrisO_wiki (@ChrisO_wiki) July 8, 2022Enlace externo
El conflicto de la iglesia en Ucrania dura ya algún tiempo. ¿Puede explicárnoslo?
El panorama religioso de Ucrania es complejo. Desde la independencia del país en 1990, ha habido diversas corrientes dentro de la comunidad ortodoxa. Una corriente muy fuerte abogaba por la independencia o, al menos, por una mayor autonomía respecto al Patriarcado de Moscú. En la época soviética, todos los creyentes ortodoxos formaban parte de la Iglesia Ortodoxa rusa. Tras la Segunda Guerra Mundial, algunos de ellos fueron incorporados a la fuerza, lo que afectó sobre todo a los cristianos greco-católicos del oeste de Ucrania.
Con el tiempo, surgieron tres iglesias ortodoxas. La más grande mantenía una estrecha relación con el Patriarcado de Moscú, pero con autonomía interna. Las otras dos buscaron la independencia porque se sentían eclesiástica y políticamente oprimidos por Moscú y querían su propia iglesia nacional.
Estas dos iglesias se unieron en 2018 para formar la Iglesia Ortodoxa de Ucrania. La Iglesia Ortodoxa ucraniana, por su parte, siempre formó parte del Patriarcado de Moscú hasta que se separó de Moscú en mayo de 2022 porque Cirilo I no condenó la invasión.
¿Hasta qué punto la guerra ha cambiado las proporciones?
Ciertamente hay muchas conversiones en torno a la nueva iglesia. Sin embargo, sigue siendo más pequeña en cuanto a infraestructuras y número de sacerdotes. La Iglesia Ortodoxa ucraniana es vista con recelo por parte de la sociedad y la política ucranianas. Ahora parece una cuestión de lealtad nacional separarse de la antigua, afiliada a Moscú, aunque se haya posicionado claramente en contra de Rusia desde la guerra.
Pero Ucrania es también el escenario de un gran conflicto dentro de la ortodoxia mundial. ¿Hasta qué punto es geopolítica?
Por un lado, tenemos el Patriarcado de Moscú, el mayor y más poblado dentro del mundo ortodoxo. Y por otro, el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, que desempeñó un papel decisivo en la formación de la nueva Iglesia Ortodoxa de Ucrania.
Este goza de una primacía histórica de honor dentro de la Ortodoxia. El Patriarca Ecuménico Bartolomé I llevaba mucho tiempo recibiendo presiones de políticos y creyentes ucranianos para que interviniera en el conflicto eclesiástico y concediera la independencia a la Iglesia ucraniana y que los ortodoxos de este país pudieran elegir a su propio Patriarca.
Tras una larga vacilación, en 2018 Bartolomé I concedió a la Iglesia Ortodoxa de Ucrania la independencia eclesiástica reclamada. Esto llevó a una ruptura con Moscú. Moscú también ha cortado el contacto con las iglesias ortodoxas que reconocieron a la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, aunque no son ni mucho menos todas.
Sin embargo, la relación entre Moscú y Constantinopla ya era problemática con anterioridad. En su trato con la modernidad, Moscú es más conservadora, mientras que Constantinopla es más progresista.
Así que nos encontramos en una situación de bloqueo, en la que las dos principales iglesias ortodoxas ya no se hablan entre sí, lo que resulta problemático para la Ortodoxia. Ha habido intentos de mediación, pero hasta ahora han fracasado.
Por eso se habla de un cisma dentro de la Ortodoxia, es decir, de una división de la Iglesia. ¿Cómo lo ve?
De hecho, es un cisma. Se observen o no los criterios teológicos, se trata de una ruptura significativa. Las ofensas personales también influyen: me cuesta creer que Bartolomé y Cirilo I vuelvan a estar juntos.
Pero lo más importante es que esto afecta a la dirección de la Iglesia y a sus líderes. Sigue habiendo contactos y debates entre teólogos y creyentes de las distintas iglesias, que también son críticos con ambos liderazgos eclesiásticos. Se trata principalmente de política eclesiástica.
Adaptado del alemán por José M. Wolff
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