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¿Resisten las democracias a las conspiraciones sobre «elecciones amañadas»?

elecciones de Brasil
El presidente brasileño Jair Bolsonaro mostró su voluntad de traspasar el poder al vencedor Luiz Inácio Lula da Silva, candidato de izquierda, dos días después de su derrota electoral. Sin embargo, a tres semanas de la cita en las urnas ha decidido cuestionar por la vía institucional el resultado de las elecciones. Copyright 2022 The Associated Press. All Rights Reserved

Contra todo pronóstico, ambos candidatos aceptaron el resultado de las elecciones presidenciales en Brasil. No obstante, una mejor alfabetización digital e instituciones electorales más robustas puede que no sean suficientes para resistir a las “grandes mentiras sobre las elecciones robadas”, argumenta el corresponsal de democracia global de SWI swissinfo.ch.

Después del recuento de todos los 120 millones de votos, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) de Brasil, órgano que organizaba las elecciones en el país, anunció en la madrugada del 31 de octubre que Luiz Inácio Lula da Silva había ganado el escrutinio con el 50,9% de los votos frente al 49,1% conseguido por el presidente en funciones, Jair Bolsonaro. Alexandre de Moraes, magistrado de la Corte Suprema que también dirige el TSE, declaró que las elecciones suponían una “gran victoria para la democracia, para la sociedad brasileña y los votantes”.

Si bien Bolsonaro aún debe reconocer oficialmente su derrota y felicitar al vencedor, no volvió a recurrir a su manual de la “gran mentira sobre las elecciones robadas”, como había amenazado durante la campaña electoral. Bolsonaro, por el contrario, autorizó al jefe de gabinete, Ciro Nogueira, para que iniciara el traspaso de poder a su sucesor. El presidente electo Lula da Silva comentó en Twitter: “Estoy convencido de que el traspaso de poder se desarrollará de forma inmejorable. Construiremos un gobierno para todos los brasileños.”

¿Pueden una transición pacífica y un cambio de poder incontestado en el país latinoamericano —la cuarta democracia más grande del mundo— estabilizar un mundo en crisis, en el que escrutinios populares llevados a cabo correctamente, tanto en elecciones de candidatos como en referéndums, se están poniendo en duda en repetidas ocasiones desde dentro del país?

El proyecto “Defendamos la democracia”

Uno de los primeros casos en los que se disputaron los resultados de unas elecciones democráticas, ocurrió en las elecciones presidenciales de Estados Unidos hace más de veinte años, cuando el entonces gobernador George W. Bush se enfrentó al vicepresidente Al Gore. “Desde entonces, una parte de los conservadores y republicanos llevan difundiendo teorías sobre fraudes electorales, a pesar de los datos fiables que suelen indicar lo contrario”, comenta Richard L. Hasen a SWI swissinfo.ch.

Hasen es profesor de Derecho en la Universidad de California en Los Ángeles y dirige el proyecto “Safeguarding Democracy” (Defendamos la democracia), que analiza la ‘gran mentira sobre las elecciones robadas’”, una “marca distintiva de la presidencia de [Donald] Trump”, según el investigador. La “gran mentira” está diseñada para “incitar a las bases republicanas en contra de los demócratas” y sentar las “bases para aprobar leyes que dificulten las votaciones y la inscripción de los electores”, añade.

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Curiosamente, las elecciones presidenciales de 2020 fueron calificadas como las “más seguras en la historia de Estados Unidos” por la Agencia de Seguridad de Infraestructura y Ciberseguridad (CISA, por sus siglas en inglés), la autoridad competente que forma parte del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos.

A pesar de su derrota, Trump siguió afirmando que “le fueron robadas” las elecciones, provocando así el ataque de sus seguidores al Capitolio en Washington DC el 6 de enero de 2021. El asalto se saldó con la muerte de seis personas y más de 130 agentes de policía lesionados.

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Según Hasen, la “gran mentira” está aún muy lejos de ser refutada. “En la campaña para las próximas elecciones de mitad de legislatura estamos viendo a muchos republicanos que se están presentando como candidatos a cargos electos y que apoyan la narrativa de la “gran mentira sobre la elección robada”, comentó. Esta afirmación sugiere que la libertad y la legitimidad de la democracia electiva se están cada vez más politizando y exponiendo al sesgo partidista. Una reciente encuesta de CNN mostró que aproximadamente la mitad de los estadounidenses (el 53% de los republicanos y el 49% de los demócratas) creen que existe alguna probabilidad de que funcionarios públicos podrían, en los próximos años, revocar con éxito los resultados de unas elecciones en EE. UU. si su partido no las ganara. 

No habrá “Tribunal de la democracia” en EE. UU.

La estructura descentralizada del sistema político estadounidense debilita las instituciones. A diferencia de Brasil, por ejemplo, Estados Unidos no tiene ningún órgano comparable al Tribunal Electoral Supremo, una especie de “Tribunal de la democracia”.

Hasen ve otra debilidad más: la difusión viral de la desinformación en los medios sociales. “Necesitamos medidas legales que criminalicen la difusión de información falsa sobre el cómo, el cuándo y el dónde de las elecciones populares”, dice.

Aún así, no apoya la reglamentación estricta de los medios sociales, como en Alemania, donde la Ley sobre el cumplimiento de la normativa en las redes sociales abarca la regulación de todas las plataformas de redes sociales con más de dos millones de usuarios. La ley alemana establece que las plataformas deben garantizar que las denuncias son examinadas cuidadosamente y que cualquier contenido ilegal debe ser retirado dentro de 24 horas. En cambio, Hasen reconoce que hay una necesidad general para “medidas colectivas coordinadas contra cualquier intento de subversión de los resultados electorales”.

La propuesta no solo recibió el apoyo de los académicos brasileños en vísperas de las elecciones presidenciales, sino también por parte de Suiza.

“Detrás de las sospechas de fraude electoral, repetidas veces expresadas, se esconden múltiples esfuerzos por restringir el derecho de voto en general”, afirma Sina Blassnig, profesora asistente del Departamento de Comunicación e Investigación Mediática en la Universidad de Zúrich. Para ella, los sistemas brasileño y estadounidense, con sus regímenes presidencialistas, son “mucho más vulnerables frente a las campañas de ‘elecciones robadas’” que el sistema suizo, con su régimen electoral de representación proporcional.

Sina Blassnig,
Sina Blassnig, profesora asistente en el Departamento de Comunicación e Investigación Mediática de la Universidad de Zúrich. John Flury, Obsoquasi.ch

Pequeñas grandes mentiras en Suiza

En Suiza, las pequeñas “grandes mentiras” se producirían, con mayor probabilidad de éxito, en referéndums controvertidos, dice Blassnig. “Antes del referéndum [sobre las medidas contra la Covid-19] del otoño pasado, estas declaraciones circulaban esporádicamente en los medios sociales.” Este dato es confirmado por Beat Furrer, portavoz de prensa de la Cancillería Federal, la autoridad electoral suprema en Suiza. “En la fase previa a la votación sobre la Ley de Covid-19 en 2021, hubo intentos (principalmente, a través de los medios sociales) para sembrar dudas sobre el desarrollo correcto del escrutinio”, declaró.

“El efecto global de estos intentos fue escaso. Las quejas por fraude electoral que se formularon posteriormente fueron desestimadas por las autoridades competentes si es que fueron respondidas”, comentó Furrer a SWI por correo. Las denuncias también se presentan repetidas veces para tratar de influir en la opinión pública en torno a un asunto de votación. 

La Cancillería Federal no lleva ninguna estadística sobre el número de quejas archivadas. Por regla general, escasean los datos en Suiza sobre la manipulación de elecciones, dijo a SWI en 2019 Andreas Glaser, codirector del Centro para la Democracia en Aarau (ZDA, por sus siglas en alemán).

Al mismo tiempo, las muchas votaciones populares en Suiza sobre una cifra elevada de temas que afectan a un espacio geográfico reducido han contribuido a garantizar que el mito de las elecciones robadas no haya encontrado todavía ningún eco en Suiza, apunta Blassnig.      

Solo a escala nacional, los suizos y suizas han tenido la oportunidad de expresarse en votaciones más de cien veces a lo largo de los últimos diez años.

Para asegurar que la situación no llegue tan lejos, el investigador afincado en Zúrich recomienda aumentar y enfocar las inversiones en educación y medios de comunicación. “Esto incluye el uso competente de los medios digitales y la existencia de un servicio de medios públicos fuerte”, dice Blassnig.

En cualquier caso, la profesora tiene dudas de si Suiza va a regular estrictamente los medios sociales, como se está debatiendo actualmente en la Unión Europea. “En este asunto, nos situamos tradicionalmente entre unos EE. UU. permisivos y una UE más restrictiva”, sostiene Blassnig. Suiza, por lo tanto, confía más en el juicio de los usuarios individuales que el resto de Europa, aunque menos que Estados Unidos.

Adaptado del inglés por Antonio Suárez

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