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¿Puede Novartis poner sus medicamentos al alcance de todo el mundo?

Novartis
En 2019 Novartis inició en el África subsahariana una estrategia nueva. Ya no incentiva a los vendedores por los objetivos de ventas, sino por los pacientes a los que lleguen. Reuters / Baz Ratner

Novartis dice que quiere que todas las personas del mundo puedan acceder a sus productos, incluso a sus terapias génicas que cuestan una millonada. ¿Puede funcionar su experimento?

Hace cinco años, la empresa farmacéutica suiza Novartis hizo algo que, hasta entonces, nadie más en el sector farmacéutico había hecho. Se propuso analizar con rigor si la venta de medicamentos genéricos y patentados por 1 dólar al mes por tratamiento podría ayudar a los hogares pobres de Kenia a utilizarlos y pagarlos.  

Tras el primer año del programa, los evaluadoresEnlace externo de la Universidad de Boston descubrieron que no había tenido prácticamente ningún impacto. El precio de determinados medicamentos seguía siendo más elevado que el de las alternativas disponibles y la iniciativa apenas resolvía el principal problema de la disponibilidad para los hogares más pobres.  

Veronika Wirtz, una farmacéutica que formó parte del equipo de la Universidad de Boston al frente de la evaluación en Kenia, considera que precisamente este tipo de estudio es el que las empresas farmacéuticas deberían hacer. “Las compañías creen que como tienen un programa de acceso, necesariamente es bueno. Pero esto no siempre es cierto”, explica.       

Los resultados fueron humillantes para la empresa, que siempre se ha situado cerca de los primeros puestos en el Índice de la Fundación para el Acceso a los MedicamentosEnlace externo; un indicador que muestra lo bien que las 20 principales compañías farmacéuticas trabajan para que los productos sanitarios estén disponibles y al alcance de todos los sectores socioeconómicos.  

Aunque los expertos coinciden en que si la evaluación se hubiese hecho más tarde los resultados hubieran sido mejores, las conclusiones también reflejan lo difícil que –con el actual modelo de la industria farmacéutica– es que los medicamentos (algunos con precios ya de por sí inalcanzables incluso para los pacientes de los países ricos) estén en todas partes al alcance de cualquiera.

Seguir la pista al dinero

Hasta la fecha, la mayor parte del debate sobre el acceso a los medicamentos se ha centrado en las enfermedades infecciosas (como la tuberculosis, la malaria y el VIH), que son las más comunes en los países más pobres.  

En los últimos años, y a medida que la amenaza de las enfermedades no transmisibles se ha hecho evidente, el debate se ha trasladado a otras regiones y enfermedades. Mientras el mundo se aferra a la pandemia de la COVID-19, el cáncer y la diabetes (entre otras enfermedades no transmisibles) causan alrededor del 70% de todas las muertes que ocurren en el mundo. Y tanto los países pobres como los ricos se ven muy afectados por estas dolencias. Las enfermedades genéticas raras, como la fibrosis quística y la atrofia muscular espinal, se cobran, asimismo, un alto precio en los sistemas sanitarios y las familias.   

Medicamentos
Novartis también trabaja en medicamentos para tratar la lepra, la malaria, la enfermedad de Chagas y la anemia depranocítica. Se ha fijado como objetivo de aquí al 2025 llegar a un 50% más de pacientes con programas sobre estas enfermedades. Afp / Tony Karumba

Para empresas como Novartis y Roche, el tratamiento de estas dolencias presenta enormes oportunidades, pero también retos nuevos en torno al acceso a los medicamentos.

Las empresas farmacéuticas cuando desarrollan sus tratamientos suelen centrarse en mercados ricos, como el de Estados Unidos, para así recuperar rápidamente su inversión. Tras lo cual, les quedan pocos incentivos para distribuir los medicamentos a todo el mundo.

Un estudio que la empresa de análisis de datos sanitarios IQVIA realizó en 2017 viene a avalar las afirmaciones de quienes defienden que los medicamentos no se distribuyen de manera uniforme. Dicho informe descubrió que, en los países de ingresos bajos y medios, los nuevos fármacos llegan a menos del 1-5% de los pacientes cinco años después del primer lanzamiento.

Más allá del 10%

Una cuestión que poco a poco podría estar cambiando. “Cada vez más empresas reconocen que invertir todo ese dinero en el desarrollo de terapias innovadoras que, en el mejor de los casos, solo llegan al 10% del mundo no tiene sentido”, afirma Jayasree Iyer, director ejecutivo de la Fundación para el Acceso a los Medicamentos.   

Las empresas se han dado cuenta de que en los mercados de rentas bajas pueden obtener verdaderos ingresos. “La única manera de hacerlo es apostar por productos innovadores si van a tener un alcance mundial”, añade Iyer.

Esto es precisamente lo que Novartis dice que quiere hacer. Su director general, Vas Narasimhan, hace un par de años anunció que cada nuevo medicamento desarrollado por la empresa debe tener en cuenta, desde el principio, el acceso. El pasado mes de septiembre se fijó como objetivo aumentar, para 2025, en un 200% el número de pacientes a los que se llega en los países de renta media y baja.   

Novartis recientemente ha respaldado dicho compromiso en el mercado de valores, lanzando el primer bono de la industria sanitaria vinculado a los objetivos de acceso. Los titulares de bonos recibirán un pago mayor si la empresa no cumple con los objetivos.

Para Jenna Denyes, analista de salud de GAM Asset Management, la estrategia tiene sentido desde una perspectiva empresarial. “Cuantos más medicamentos vendan, más pacientes tendrán, y mejor será para su empresa”.

Una nueva línea de acceso

Novartis se enfrenta ahora a la cuestión de cómo cumplir su promesa y hacer que los tratamientos contra el cáncer o las inmunoterapias que en Suiza se venden a precios muy elevados lleguen a los hogares pobres del África subsahariana o la India, por ejemplo. ¿Podría distribuirse una terapia de 2,1 millones de dólares a todas las personas que la necesitan?  

Tanto los defensores de la salud pública como Novartis coinciden en que la respuesta no puede ser regalar los medicamentos. Según Wirtz, no es sostenible. “Las donaciones son una solución a corto plazo en situaciones de emergencia, pero no son duraderas”.     

Lutz Hegemann, jefe del grupo de asuntos corporativos y salud mundial de Novartis, cree que “no existe un enfoque único” y que la solución debe pasar por “una combinación de enfoques: filantropía, beneficio cero y, lo más importante, modelos de negocio de valor compartido que sean sostenibles”.

Una forma de facilitar un mayor acceso a determinados medicamentos es desarrollar una alternativa económica, que un periódico suizoEnlace externo ha equiparado con la línea MBudget de la distribuidora suiza Migros. Estas “marcas de mercados emergentes” –como las denomina Novartis– no son genéricos o biosimilares, sino los mismos medicamentos aunque con nombres de marca diferentes y precios en función de los niveles de renta. Un portavoz de la empresa ha reconocido a swissinfo.ch que se han aprobado unas 118 marcas de mercados emergentes para sus medicamentos innovadores en más de 50 países en desarrollo.

Uno de estos fármacos es el omalizumab (Xolair®), un tratamiento para el asmaEnlace externo. Paralelamente al lanzamiento de la marca original, Novartis sacó en la India una marca de mercado emergente por un 10% del precio del medicamento original. Su marca de mercado emergente para tratar el cáncer de mama, Piqray, se lanzó en la India antes de recibir la aprobación europea.   

La empresa está adoptando un enfoque similar para distribuir en México Aimovig, un medicamento contra la migraña. Aimovig es un tratamiento autoinyectable con un precio de catálogo de 575 dólares (519 francos) al mes. La empresa ha utilizado una evaluación socioeconómica de los pacientes para determinar cuántos viales de Aimovig puede permitirse al año una persona. Para cubrir el tratamiento completo, Novartis abona el saldo restante. Los pacientes también utilizan una aplicación para registrar sus diarios de migraña y ayudar a los médicos a monitorear los resultados. Novartis calcula que, con este enfoque, otros 24 millones de personas podrían acceder a este tratamiento.   

Sin embargo, en el caso de las inmunoterapias y las terapias génicas de precios multimillonarios algunos de estos enfoques no funcionarán.

Cuando Novartis lanzó Zolgensma, su terapia génica para la atrofia muscular espinal, quienes debían abonarla se resistieron al precio: 2,1 millones de dólares (1,9 millones de francos). Una única inyección puede curar esta enfermedad rara mortal, pero algunas compañías de seguros y sistemas sanitarios (incluso en países ricos) se niegan a cubrir el coste.

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La empresa ha ofrecido la opción de pagar a lo largo del tiempo y está ofreciendo el tratamiento de manera gratuita a pacientes menores de dos años aptos y ciudadanos de países en los que el tratamiento todavía no está disponible. Novartis reconoce que en todas partes este enfoque no será posible y dice que está “buscando una solución sostenible” que involucre a sistemas sanitarios globales.    

Ningún éxito en secreto    

Iyer, de la Fundación para el Acceso a los Medicamentos, explica que otras empresas farmacéuticas están siguiendo de cerca el experimento de Novartis. A pesar de no tener un negocio de vacunas y de su participación limitada en las terapias de COVID-19, la empresa recientemente ha ocupado el segundo puesto en el Índice de Acceso a los Medicamentos. Y lo ha hecho gracias al modo en que aplica el acceso a toda su cartera de productos tratando de llegar a las personas de los países más pobres. Como parte de su respuesta a la pandemia, Novartis también ha ofrecido una cartera de productos sin ánimo de lucro y ha intervenido para apoyar la producción de las vacunas COVID-19 desarrolladas por otras empresas.

Los defensores de la salud pública argumentan que gran parte de estas cuestiones son relaciones públicas y no abordan los problemas subyacentes de acceso a los tratamientos. Yannis Natsis, de la Alianza Europea de Salud Pública, ha declarado a swissinfo.ch que los problemas de precios excesivos no desaparecerán mientras no haya transparencia sobre lo que cuesta producir estos medicamentos y los precios acordados con los gobiernos.    

“La industria farmacéutica es parte de la solución, pero el secretismo solo debilita la influencia de los gobiernos”, dice Natsis, señalando que los acuerdos secretos sobre vacunas durante la crisis de la COVID-19 han mantenido el poder en manos de las grandes empresas, dificultando que los gobiernos hagan que las vacunas sean accesibles para las personas más expuestas.

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Novartis ha indicado a swissinfo.ch que, por razones de competencia, no puede revelar información específica sobre los precios de sus productos. La industria farmacéutica se ha opuesto a las peticiones de mayor transparencia, afirmando que los precios deben determinarse por su valor y no por el coste de producción.  

De todos estos esfuerzos de acceso, lo que a Wirtz le preocupa es que no se estén evaluando rigurosamente para saber si están haciendo algún bien, o incluso ocasionando algún daño. Novartis ya no trabaja con el equipo de Wirtz evaluando el programa de Kenia. La empresa ha informado a swissinfo.ch que ha tomado varias medidas para “mejorar” el programa en Kenia, incluyendo el abandono del enfoque múltiple, que resultaba atractivo desde el punto de vista comercial, pero creaba obstáculos para la adquisición local de medicamentos. De momento el número de pacientes a los que se llega es el principal indicador utilizado para evaluar el progreso.  

“El objetivo de las evaluaciones no es mostrar resultados magníficos. A veces podemos aprender muy poco de los resultados magníficos. Podemos aprender de los resultados, buenos o malos. Debemos tenerlo en cuenta y construir mejores programas en el futuro”, dice Wirtz.

Traducción del inglés: Lupe Calvo

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