Relojero, un oficio que nuevamente hace soñar
En medio de una oleada de ventas excepcionales, la relojería suiza formó un número récord de aprendices en 2011. Cada vez más jóvenes, pero también adultos, deciden reorientarse hacia esta productiva y recobran el interés en un oficio que había perdido interés tras la crisis relojera de los años 70.
“Un movimiento relojero que oscila es como un corazón que late”, declama Isabelle Musitelli.
A sus 38 años de edad, esta tardía aprendiz relojera consagra una inquebrantable pasión a su nuevo oficio del que se enamoró tras visitar el Museo de la Relojería de La Chaux-de-Fonds (cantón Neuchâtel) en 2007.
“Me siento atraída por la tradición, por la experiencia y por la atención centrada en los detalles. Lo que más me gusta es montar el movimiento (de los relojes) y cómo les permite cobrar vida”, continúa Musitelli, que reside en el Jura bernés, durante las tardes sigue una formación de seis años para conseguir su diploma de relojera practicante.
Tras concluir la escuela obligatoria a los 15 años, fue hilando una serie de pequeños trabajos; primero como vendedora y más tarde en el área de control de calidad de empresas del sector industrial. Actualmente está desempleada y confía en que la valorización que le concederá su nuevo diploma le permita conseguir un trabajo estable.
André Mazzarini, responsable de la formación del Centro Interregional de Perfeccionamiento de Tramelan, constata un creciente interés en los diferentes módulos de la formación relojera. El perfil de los aspirantes es de lo más variado, pero existen constantes:
“En el caso de las mujeres, se trata de personas sin cualificación, activas en el sector de las ventas, la restauración o los servicios de cuidados para otros, que buscan empleo con horarios más regulares y mejor remunerados. Los hombres que desean reconvertirse a la relojería con frecuencia tienen ya un bagaje técnico”.
Falta de docentes
En el instituto técnico de Biel, las clases están siempre a tope. Si hace solo quince años los aprendices se contaban con los dedos de una mano, hoy compiten férreamente en los exámenes de admisión para conseguir una de las 12 plazas disponibles.
“Si halláramos nuevos formadores, podríamos aumentar el número de alumnos. Pero las personas que podrían ocupar estos puestos se benefician de salarios mucho más atractivos en la industria relojera”, lamenta Daniel Dietz, director de formación.
Formador de alumnos del tercer año de cursos, René Maillat recuerda una época no lejana donde el descrédito del oficio alcanzó la cima. “En 1988, yo era el único aprendiz de relojero en el Liceo Técnico de Porrentruy. Sin mí, hubieran cerrado esta carrera”, recuerda. Tras la crisis del cuarzo, cuadrillas enteras de relojeros abandonaron la escuela para volverse conserjes, policías o agentes aduaneros.
Desde entonces, las cosas han cambiado completamente: “La revalorización (de este oficio) comenzó hace unas dos décadas con el regreso del reloj mecánico. Desde hace algunos años constatamos un progreso regular en el número de aprendices. La crisis de 2008-2009 provocó un ligero estancamiento, pero no una baja significativa”, afirma Romain Galeuchet, miembro de la Convención Patronal de la Industria Relojera.
Relojero, mejor que banquero
En sector relojero, especialidades como la de micromecánico, que consiste en fabricar partes minúsculas para los relojes, aún sufren algún desinterés.
“Efectivamente, tenemos algunas dificultades para contratar gente en este dominio. Pero, en general, las autoridades han realizado grandes esfuerzos en materia de formación durante los últimos años”, destaca Emmanuel Vuille, director general de la empresa Greubel Forsey de Neuchâtel.
Para Emmanuel Vuille, todos los oficios de la relojería, desde el tornero hasta el decorador, han ganado notoriedad: “Trabajar en la relojería ha recobrado prestigio, la profesión es mucho mejor percibida que la banquero o profesor”.
No obstante, “la revalorización del oficio es más social que financiera”, sostiene André Mazzarini. Solo los profesionales muy cualificados están en posición de negociar remuneraciones desorbitantes. Cuando terminan su formación, los nacientes relojeros perciben salarios mensuales que oscilan entre los 3.5000 y 4.000 francos suizos.
Sabor a lujo
“Aunque la industria es poco generosa, las prestaciones sociales que ofrecen las grandes empresas son interesantes”, afirma Jean-Marc Matthey, docente en Biel. Lo que hace soñar a los jóvenes son las posibilidades de un rápido progreso en este oficio, y las oportunidades de instalarse en el extranjero y de tener en sus manos productos de prestigio”.
En la clase de René Maillat, nadie oculta su interés: además del amor por un trabajo bien hecho, el gusto por la precisión y la minuciosidad, los futuros relojeros también eligen el oficio porque les permitirá aproximarse a un universo de lujo y glamour.
Thomas Paley se imagina trabajando en Jaeger Le Coultre o en Breguet, “que fabrican productos fiables y precisos, y con un diseño espléndido, características que forjan una buena imagen para Suiza.
“Antes de comenzar mi formación, me daba lo mismo saber qué había dentro de los relojes,” confiesa Görgün Selim. “Lo que me interesa es su estética y el lujo.
Cultura relojera
Otra generación, otros valores. Isabelle Musitelli se burla de la asociación que suele hacerse entre los productos que ella fabrica y estrellas como George Clooney o Michael Schumacher.
En las fábricas, la ostentación no tiene mucho sitio. Los relojeros se ven confrontados con mucha más frecuencia al limado de piezas que a las lentejuelas. El patrimonio cultural que inculcaron los hugonotes franceses del siglo VII a los primeros relojeros de los valles del Jura ha dejado huella.
“La cultura relojera está muy anclada todavía en las empresas”, sostiene André Mazzarini y añade que “discreción, sobriedad y rigor son casi tan importantes como la destreza y otras aptitudes técnicas”. Tradición que se deja sentir en la formación, que casi no ha evolucionado desde hace un siglo. En el primer año de aprendizaje, todos los trabajos de limado, horadación y torneado se hacen aún a mano.
Si bien los futuros relojeros no tienen por qué enfrentar dificultades para incorporarse al mercado laboral, la prudencia está en pie. Las dolorosas crisis de los años 30 y 70, que los relojeros vivieron como un cuestionamiento a sus conocimientos y también a sus propias personas, evitan todo tipo de euforia.
“La aprehensión no ha desaparecido totalmente, la gente está en guardia”, subraya Romain Galeuchet.
Y de ninguna manera se formarán relojeros en masa o se reducirán los estándares de exigencia. “Sería suicida. Actualmente los chinos fabrican piezas de excelente calidad. Así que para sobrevivir será indispensable conservar una mano de obra altamente cualificada”, destaca Jean-Marc Matthey.
Una visión que comparte Emmanuel Vuille. “La relojería mecánica tiene un futuro brillante frente a sí, pero existe el riesgo real de que un crecimiento excesivo conduzca a una pérdida de calidad”.
En 2011, se registraron 425 nuevas inscripciones en siete escuelas relojeras de Suiza, un 9% más que en 2010. Con respecto a los diplomas, alcanzaron un récord de 330 nuevos aprendices titulados. Hace 10 años, había menos de la mitad.
Los aprendices dan cada vez más preferencia a la formación dual: la alternancia del aprendizaje en aulas y las prácticas empresariales. Actualmente, alrededor del 35% de los nuevos aprendices optan por este modelo, frente al 16% en 2004.
“En los años posteriores a 1870, solían ser los industriales quienes financiaban las escuelas técnicas. Por ello, aunque ya no es el caso, siguen siendo principalmente las escuelas quienes forman a los nuevos relojeros”, afirma Jean-Marc Matthey.
De unos años a la fecha además de las formaciones clásicas de relojero-reparador (4 años) y de relojero-montador (3 años), las escuelas profesionales ofrecen la posibilidad de seguir cursos de dos años para obtener un Certificado federal de formación profesional (AFP).
Ello responde a tanto a las necesidades de la industria -que dispone de una mano de obra que se vuelve productiva con rapidez- como de los jóvenes que no tienen forzosamente la capacidad escolar para llevar a término una formación completa”, subraya Jean-Marc Matthey.
La relojera es la tercera industria exportadora de Suiza después de la maquinaria y la química. Sus empresas tienen sede sobre todo en los cantones de Neuchâtel, Berna, Ginebra, Solothurn, Jura y Vaud.
La rama de la relojería llegó a su techo de producción a finales de los años 60, cuando contaba con 90.000 empleados y 1.500 empresas.
Al principio de los años 70, la competencia asiática y su producción de relojes de cuarzo pusieron de cabeza el mercado y sumieron al sector relojero en una profunda crisis.
A mediados de los años 80, las entre 500 y 600 empresas que comprenden aún esta industria empleaban a 30.000 personas.
El relanzamiento de la relojería suiza vivió dos etapas: la producción de modelos en masa, en particular de relojes como Swatch; y en la última década el interés exponencial por modelos de lujo.
En 2000, la industria relojera empleada a 37.000 personas, repartidas en 575 empresas. En 2008, eran 53.300. Un año después, la crisis obligó a recortar cerca de 4.000 empleos. La recuperación de 2010 permitió compensar esas pérdidas.
2011 fue un año récord: la industria creció un 19,1%. Y 2012, se anuncia tan generoso como el año previo, según estimaciones de los principales actores de este sector.
“Vamos de récord en récord y todo parece indicar que las cosas continuarán así en 2012”, declaró a principios de año Nick Hayek, director del Grupo Swatch, la principal empresa relojera del mundo que creará entre 500 y 1.000 empleos este año en Suiza.
(Traducción: Andrea Ornelas)
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