“La ley de Suiza te empuja a una boda veloz”
“A los 22 años conocí a un chico suizo en Guatemala. Nos enamoramos. Decidimos que yo viniera a vivir a Suiza. Un año después nos casamos para que pudiera quedarme aquí y seguir juntos”. Testimonio:
Alexandra aborda un tema latente entre parejas mixtas o binacionales en las que uno de sus miembros proviene de un país fuera de la Unión Europea. En muchos casos, la opción es tajante a causa de la política de inmigración: el matrimonio para poder vivir en Suiza con la pareja.
swissinfo.ch: Optaste por la boda…
Alexandra: Fue uno de los motivos. Nos casamos, sí, enamorados, pero con la presión de dar el paso al matrimonio para no terminar una relación que apenas había comenzado. Cuando llegué a Suiza empecé a estudiar alemán y demostrar que por esa razón podía estar aquí, pero pronto uno tiene que salir del país, sin permiso de residencia. El problema: uno está enamorado y no quiere concluir la relación.
swissinfo.ch: Tu vida de casada comenzó en Berna ¿Cómo fue este nuevo capítulo en tu vida?
Alexandra: Es un proceso muy bonito. Pero no hay amigos. Cuando fui encontrando algunos se me hizo más fácil adaptarme. Falta la familia. Tres años después de vivir juntos empecé a trabajar en restaurantes, en la noche, a tiempo parcial. Por diferencias culturales y de idioma empezamos a chocar. A veces uno malinterpretaba comentarios. Dejé el trabajo porque pensamos que era mejor para la relación, pero fue peor. A diario había disputas por pequeñeces.
Cuatro años después me percaté de que la relación iba muy mal. Hicimos una terapia de pareja y ejercicios para trabajar nuestra relación. Siempre terminábamos discutiendo. Ya en la segunda o tercera cita el terapeuta nos dijo que a veces es mejor tomar caminos distintos. Estuvimos casados cinco años.
swissinfo.ch: ¿Cómo explicas las diferencias que tuviste con tu pareja?
Alexandra: La mentalidad latina, creo yo, es más flexible que la suiza. Además, al menos en mi generación, soñamos con ser amas de casa, tener hijos… Pero con el paso del tiempo me di cuenta de que aquí la mujer se puede valer más por sí misma.
Mi carácter cambió mucho. Yo cambié. Fui creciendo mentalmente. Cuando llegué a Suiza, y éramos novios, por ejemplo, el pagaba lo suyo y yo lo mío. Y yo decía: “¡Pero cómo, si en Latinoamérica paga el hombre!” O discutíamos por tonterías. Él me decía: “¡Cómo vas a secarte las manos con el trapo con el que secas las ollas! Aquí se usa un trapo solo para las manos y otro para los platos.” Incluso eso era un problema.
Uno tiene que ir entendiendo, acoplándose a la mentalidad de la otra persona, pero necesitas tiempo para acostúmbrate, para entenderlo. Como era tan joven, era un poco inmadura y no daba mi brazo a torcer. Esa relación me hacía sentir que yo no valía nada. No podía poner un cuadro en la pared, no podía hacer las maletas, porque él me decía que lo hacía mal; y yo no aceptaba esos señalamientos.
Cuando ya no vi soluciones para reparar la relación yo ya tenía mi círculo de amistades. Él no tenía muchos amigos. Con una diferencia de edades de 7 años, yo era más joven: prefería salir, ir a fiestas.
En cambio ahora que ya soy un poco mayor, o tal vez ya me acostumbré a vivir acá, ya es diferente. Uno ya es más maduro.
swissinfo.ch: Fundamental a tu llegada a Suiza fue el hecho de que tu exesposo te inscribió a un curso de alemán y cubrió tus gastos durante ese tiempo…
Alexandra: Sí. Acudí a un curso intensivo de dos años. Esto te ayuda mucho. Te hace salir adelante, buscar trabajo y conocer gente. Después empecé a estudiar hotelería en Lucerna, pero fue muy difícil: mi alemán todavía no era muy bueno y los otros estudiantes preferían hablar en dialecto. Desistí. Pero trabajé en el ramo y haber aprendido el idioma me facilitó las cosas. Si una persona viene y no tiene la oportunidad de estudiar la lengua local tiene más dificultad, porque no logra integrarse. Está como encerrada en su círculo.
swissinfo.ch: ¿Cómo fue el proceso de la separación y el divorcio para ti?
Alexandra: Difícil. Sabíamos que nos íbamos a separar, pero vivíamos juntos. Estábamos muy enamorados los dos y dolía el fin de la relación. Me casé por la Iglesia. Como persona, sí, él era muy correcto, y, sí, miraba por mí, pero fue la diferencia de carácter entre nosotros y los problemas que teníamos lo que arruinó la relación.
Yo me decía, “pero si él era el hombre de mi vida, yo quería envejecer con él”… Iniciamos un maltrato psicológico mutuo. También hubo jaloneos. Algunas latinoamericanas tenemos un carácter fuerte y yo le advertía: “Déjame, porque me voy a enojar”. Además, yo tenía cargo de consciencia porque a él le tocaba darme una pensión financiera, aunque no tuvimos hijos. En el juzgado, la jueza que resolvió el divorcio me explicó que por ser extranjera tenía menos oportunidades que una mujer suiza para salir adelante sola. “Usted va a recibir por dos años una pensión por parte de su exmarido para que tenga tiempo de adaptarse a la nueva situación y, entre tanto, no le falte lo básico para vivir”, me dijo.
swissinfo.ch ¿Cómo ese apoyo contribuyó a tu estabilidad?
Alexandra: Lo utilicé para vivir, mientras estudiaba para obtener el diploma de maestra de español para adultos y paralelamente trabajaba en la cocina, como mesera. Tenía un salario, pero no al 100%. Con esa pensión y mi salario pude pagar los costos de vida mensuales y estudiar. Yo me decía: “Quiero ganar mi dinero”. Esto fue lo que poco a poco me dio seguridad.
swissinfo.ch: ¿Pensaste volver a Guatemala?
Alexandra: No. Como renuncié a mis estudios en Guatemala para venirme a Suiza, pensaba que si yo regresaba a mi país no tenía nada allá.
swissinfo.ch: Y te enamoraste de nuevo…
Alexandra: Sí. Yo pensaba siempre positivamente. Me decía: “Esto no puede terminar aquí”. Tenía una vida por delante y no me negaba conocer a alguien y hacer mi vida. No lo esperaba tan pronto. Estuvimos medio año como amigos. Me ayudó a entender las cartas y trámites relacionados con el divorcio, que a veces son complicados. Pero no pensé que nos casaríamos. Con él llevo once años de relación y cuatro de matrimonio. Me percaté que una pareja así era lo que yo deseaba, alguien con mis gustos y que me entendiera. Pero también esta relación es difícil. A pesar de que hablo muy bien el alemán existen los malentendidos. No es una relación de color de rosa, pero ya he aprendido a abordar los problemas. Desde el principio me gustó la actitud de mi nueva pareja ante un conflicto. Me decía: “Mira, vamos a hablarlo”. En mi primera relación nos gritábamos. Ahora bromeo y digo que ya estoy “asuizada”. Tengo una relación estable.
swissinfo.ch: ¿Qué le dirías a una persona que está pasándola mal en una relación binacional?
Alexandra: Que todo pasa, que no es la única persona en una situación así. Lamentablemente somos muchas mujeres y hombres que han pasado por dificultades en un matrimonio binacional. Pienso que esto tiene que ver por el hecho de que uno tiene muy poco tiempo para conocer a su pareja. Creo que la ley de Suiza te empuja a una boda veloz. No hay muchas opciones para vivir en pareja sin casarte. Entre mis amistades, mujeres que se casaron con un suizo, la mayoría están divorciadas, la mayoría tienen un segundo amor, todas tienen un trabajo. Todo es pasajero. Hay que abordar los problemas, hablarlos con una buena amiga, familiar o especialista. Y no tener miedo, ni vergüenza.
En Suiza, donde cerca de la mitad de las parejas están compuestas por al menos un miembro extranjero, las autoridades respaldan la asesoría a las personas concernidas a través de apoyo a diversas organizaciones locales. Una red de instituciones, como FrabinaEnlace externo y la Asesoría de Basilea (binational-bs.ch) Enlace externo, entre otras, se encuentran en la página binational.chEnlace externo. También el Teléfono de la EsperanzaEnlace externo y otros centros de mediación ofrecen asesoría.
@PatiIslasEnlace externo
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