Suiza, entre el acercamiento a la OTAN y la condena del armamento nuclear
Suiza quiere estrechar sus lazos con la alianza militar occidental. Este acercamiento tiene un precio. Se pide a Berna que rechace el tratado de prohibición de armas nucleares. Una visión general de lo que está en juego.
A finales de marzo, la ministra suiza de Defensa, Viola Amherd, se reunió en Bruselas con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. Las conversaciones versaron sobre una cooperación más estrecha en el plano militar: la guerra de Ucrania ha acercado a la neutral Suiza a la alianza militar occidental.
Sin embargo, el paraguas defensivo de la OTAN no sale gratis. Según el diario Le TempsEnlace externo, Stoltenberg habría pedido a Amherd la no ratificación del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPNW). Además de la OTAN, potencias nucleares como Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña estarían también presionando a Suiza para que no se adhiera al tratado, según el periódico.
El tratado fue negociado en 2017 por 122 Estados; hasta la fecha, 92 países lo han firmado y 68 lo han ratificado. Todas las potencias nucleares se habían opuesto al proyecto, incluida la OTAN, que se define como una «alianza nuclear».
Esto vuelve a poner a Suiza en una situación difícil desde un punto de vista político. Estos son los detalles.
¿Qué dice el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares?
El TPNW declara ilegales las armas nucleares, su objetivo a largo plazo es el desarme gradual, hasta llegar a un mundo libre de armas nucleares. Éste era también el objetivo del Tratado de No Proliferación Nuclear de 1970, iniciado por las potencias nucleares (Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, China y la Unión Soviética). Sin embargo, hasta la fecha el tratado no se ha hecho realidad.
La lenta aplicación del desarme nuclear condujo a la negociación del TPNW. Inicialmente, Suiza estaba de acuerdo con el tratado. Un año más tarde, sin embargo, el Consejo Federal decidió abstenerse de firmarlo por razones de política de seguridad. Irónicamente, fue Suiza quien inicióEnlace externo, en una conferencia, el proceso de revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear en 2010, que finalmente dio lugar al TPNW.
¿En qué consiste la cooperación de Suiza con la OTAN?
La invasión rusa de Ucrania ha sacudido la arquitectura de seguridad europea hasta sus cimientos. La OTAN, organización a la que hace poco tiempo se la consideraba «descerebrada» (Emanuel Macron), ha crecido recientemente hasta contar con 31 Estados con la entrada de Finlandia, y la hasta ahora neutral Suecia se encuentra también a la espera de ingresar.
Suiza, por su parte, sigue descartando entrar en la OTAN, pero desea un mayor acercamiento. Es país socio de la OTAN desde 1996 a través de la Asociación para la PazEnlace externo. Esto permite practicar la cooperación militar e intercambiar información y experiencia. Sin embargo, no se prevén obligaciones jurídicas ni mecanismos automáticos y, sobre todo, ninguna obligación de prestar ayuda, que es el núcleo de la pertenencia a la OTAN.
Sin embargo, es concebible la participación de las Fuerzas Armadas suizas en maniobras de la OTAN y la profundización de la cooperación en el ámbito de la ciberseguridad o la protección civil. El objetivoEnlace externo es elaborar antes del verano un acuerdo individual de asociación y cooperación (ITTP), un nuevo instrumento de la OTAN para la cooperación con los Estados socios.
Sin embargo, no está claro con qué rapidez se producirá este acercamiento, ni siquiera si se producirá. Suiza no goza actualmente de una reputación especialmente buena en la Alianza. Por ejemplo, Stoltenberg dijo poco después de la reunión en Bruselas: «Varios aliados tienen reservas porque Suiza no les ha permitido pasar munición a Ucrania». Se refería a la prohibición que Berna ha impuesto, alegando su neutralidad, de reexportar munición suiza, parte de la cual había sido vendida a Estados europeos hace muchos años.
¿Por qué se presiona a Suiza?
El hecho de que los países occidentales estén presionando ahora a Suiza para que se decida finalmente en contra del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares no es ninguna sorpresa en este contexto: en el pasado, varios Estados fueron presionados para que no lo firmaran, por ejemplo Alemania o Suecia, que entonces todavía era neutral. La OTAN está subiendo el precio de su amistad, sabiendo muy bien que no depende de Suiza, sino viceversa.
Sin embargo, en el contexto suizo la situación es bastante más conflictiva. El Parlamento se ha ocupado varias veces del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, se ha pronunciado claramente a favor de la adhesión y ha dado instrucciones al Gobierno para que lo aplique, sin éxito por el momento. El Consejo Federal se ha negado hasta ahora a firmar el tratado, alegando nuevas evaluaciones. Ahora se espera que tome una decisión en las próximas semanas.
¿Firmará o no Suiza?
Quien quiera beneficiarse de la «alianza nuclear» debe aceptar también su potencial disuasorio nuclear, es el argumento de la OTAN. Pero, por otra parte, el TPNW no parece ser tampoco un criterio de exclusión: Austria y Nueva Zelanda han ratificado el tratado y siguen siendo Estados socios de la OTAN.
Los partidos políticos y las ONG suizas piden regularmente al gobierno que firme el tratado. Como Estado depositario de los Convenios de Ginebra y con su tradición humanitaria, por lo demás muy apreciada, Suiza no podía permitirse el lujo de no adoptar una posición clara sobre la cuestión del desarme nuclear. Este año, además, Suiza está representada por primera vez como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, por lo que su adhesión al Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares tendría una gran carga simbólica.
Sin embargo, la guerra de agresión en Europa del Este ha destruido muchas certezas. Así, incluso en los círculos suizos tradicionalmente escépticos con la OTAN, un mayor acercamiento a la alianza militar es menos controvertido que antes. La invasión ha dado lugar a nuevas realidades geoestratégicas en Europa. Pero a otras diferentes de las que Rusia había imaginado.
Una bomba atómica made in Switzerland
Durante la Guerra Fría, Suiza llegó a elaborar un plan para desarrollar sus propias armas atómicas. El temor a un intercambio nuclear entre las grandes potencias llevó a considerar la posibilidad de aumentar el propio peso militar de Suiza. Así, el Consejo Federal declaró en un comunicadoEnlace externo en 1958: «De acuerdo con nuestra tradición secular de defensa, el Consejo Federal opina, por tanto, que el ejército debe dotarse de las armas más eficaces para preservar nuestra independencia y proteger nuestra neutralidad. Entre ellas se encuentran las armas nucleares».
Las deliberaciones no pasaron de la fase teórica; la falta de conocimientos técnicos y la ausencia de uranio y de recursos financieros no permitían más que ideas fantasiosas. En 1969, Suiza -presionada por las potencias nucleares- firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear. El programa suizo de armas nucleares no fue enterrado definitivamente hasta 1988.
Por cierto, desde el principio quedó claro para qué eventualidad estaban pensadas tales armas: en caso de un ataque de la Unión Soviética. A pesar de su neutralidad, durante la Guerra Fría Suiza se sentía del lado de Occidente.
Adaptado del alemán por J.M. Wolff
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