Cómo Suiza promueve la agricultura resiliente al clima en Zimbabue
La Unión Europea y Suiza invierten más de 200 millones de euros en proyectos para fomentar en Zimbabue la seguridad alimentaria y la resiliencia al cambio climático.
La región de Mutiusinazita en el distrito de Buhera, situada a unos 220 kilómetros en dirección sureste de la capital zimbabuense de Harare, es una de las más áridas del país sudafricano.
Aquí, la pluviosidad anual de entre 650 y 700 milímetros no es suficiente para una agricultura rentable, razón por la cual están muy extendidos la pobreza y el hambre.
Jesca Mutero, de 46 años, era una de las típicas habitantes de Mutiusinazita. Esta viuda empobrecida vivía en una chabola de una sola habitación y se dedicaba a labrar una pequeña parcela de cultivo que apenas aportaba nada durante el año.
Pero los últimos cuatro años han cambiado su vida y la de sus hijos. Se ha construido una casa nueva con tres habitaciones y posee un rebaño de 45 cabras. Antes se desplazaba casi exclusivamente a pie. Ahora, sin embargo, conduce una motocicleta.
“Antes de este proyecto tenía que luchar. Labraba la tierra, pero muchas veces no podía cosechar. Solo gracias a las cabras logramos asegurar nuestro sustento”, cuenta.
Millones de Europa
Mutero es socia de la Mutiusinazita Buhera Livestock Association, una cooperativa integrada por 38 mujeres que se dedican a la capricultura. El proyecto forma parte del Simbabwe Agirculture Growth Programme dotado con 40 millones de euros que inició la Unión Europea (UE) en 2016 para promover la ganadería en el país.
En marzo de 2023, la UE y Suiza ampliaron su cooperación con Zimbabue con otro programa alimentado con 207 millones de euros.
El objetivo declarado de la Iniciativa Equipo Europa por una Agricultura con un Enfoque Climático Inteligente (TEI-CSA, por sus siglas en inglés) consiste en establecer una producción sostenible en Zimbabue y en apoyar a las comunidades amenazadas en sus esfuerzos por superar los problemas derivados del cambio climático.
La agricultura sigue siendo un pilar importante de la economía zimbabuense. Gran parte de la población vive del cultivo del campo. Pero las sequías, las tormentas y las altas temperaturas, que con el cambio climático se producen cada vez con mayor frecuencia, ponen en peligro los medios de subsistencia de la población rural.
Demanda por cabras cruzadas
Ntuthuko Nyathi, de 37 años, vive en la región árida de Manama, en el distrito de Gwanda, a unos 600 kilómetros al sur de Harare, y preside la Gwanda Goat Producers Business Association (GGPBA).
La UE nos vio como pequeños campesinos pobres que no sabían cómo comercializar los productos de su trabajo. Luego nos enseñaron cómo podíamos aumentar la producción y la productividad y mejorar nuestros conocimientos financieros para negociar precios mejores, cuenta.
Los socios de su cooperativa recibieron cada uno dos machos cabríos de una raza cruzada entre cabras bóer y cabras rojas del Kalahari, además de material para construir cabrerías. La cabra bóer, procedente de la vecina Sudáfrica, es alta y la cabra roja del Kalahari, también de origen sudafricano, es muy resistente. Ambas razas se crían por su carne. Luego, los cooperativistas cruzaron las razas caprinas extranjeras con las cabras matebele autóctonas, que suelen ser más pequeñas, pero que están mejor adaptadas a las duras condiciones climáticas de Gwanda.
“Luego empezamos a vender los animales en toda Zimbabue, siempre teniendo en cuenta que las cabras matebele tienen una buena genética comprobada y que son capaces de adaptarse a las distintas regiones climáticas de Zimbabue”, atestigua Nyathi.
“Incorporar las razas extranjeras en nuestros rebaños nos permitió entrar en un mercado en crecimiento, dado que hay una gran demanda por cabras cruzadas”, relata el padre de tres hijos que ahora vende entre 1.000 y 2.500 cabras cada año.
Suiza paga 34 millones
Según la Delegación de la UE en Zimbabue, todos los programas previstos para el período 2021-2027 se saldan con un total de 207 millones de euros. La UE aporta 134 millones de euros, Francia, 17,4, Suecia, 21,6, y Suiza, 34 millones.
Hasta la fecha existen más de 20 programas de fomento, que no solo se centran en promover una agricultura más sostenible, sino que también consisten en incentivar las energías renovables y en fomentar la subsistencia general en el espacio rural y la protección del medio ambiente y de la naturaleza.
Según la Delegación de la UE en Zimbabue, la TEI es un buen instrumento para establecer relaciones con gobiernos y otros socios. Además, los programas persiguen el objetivo de fomentar la durabilidad económica.
Richard Nyamanhindi, que dentro del programa ejerce la función de responsable de comunicación y cultura en la embajada suiza de Zimbabue, Zambia y Malawi, considera que el punto fuerte de la TEI reside en la coordinación in situ de los proyectos. Esto contribuye al aprendizaje mutuo y a la divulgación de modelos exitosos, dice. “Además, de esta manera evitamos que se repitan las cosas que no han funcionado”.
Se requieren más mataderos
Jesca Mutero dice que el programa le ha cambiado la vida. No obstante, sigue habiendo problemas, como cuando se trata de llevar las cabras al mercado de Harare. Se queja del mal estado de la red de carreteras. Conducir en estas carreteras es “una pesadilla”, dice.
La falta de transportes fiables a los mercados también afecta a Nyathi y a sus compañeros. Hace un llamamiento a la UE para que apoye la construcción de mataderos en los municipios, con lo cual se podrían sacrificar los animales en el mismo lugar antes de transportar la carne de las reses en camiones frigoríficos a los mercados.
Además, la cooperativa quiere apartar su foco del suministro de los mercados urbanos con carne y centrarlo en la venta de animales de cría.
“Un desafío es la sequía en nuestra región, por eso necesitamos producir pienso”, señala. “Necesitamos huertos forrajeros, conductos de agua para la irrigación, máquinas trilladoras y almacenes: creo que si todos los países donantes emprenden este camino, conseguiremos reducir la pobreza en Zimbabue”.
El gobierno apuesta por la renuncia al arado
Anxious Masuka, ministro de Tierras, Agricultura, Aguas, Pesca y Desarrollo Rural, apoya la iniciativa de la UE y de Suiza porque coincide con otra iniciativa que el gobierno puso en marcha en el año 2020.
Sin embargo, los esfuerzos del gobierno para una agricultura sostenible se centran en la producción de maíz, el alimento básico nacional, así como de variedades de cereales pequeños como el sorgo y las legumbres. En el marco del programa gubernamental, los agricultores no suelen arar sus campos antes de la siembra porque, según el gobierno, el arado afecta a los organismos del suelo y libera dióxido de carbono.
“Se trata de una agricultura inteligente que provoca la menor cantidad de daños posible en el suelo. Mientras excavamos agujeros para plantar cultivos, dejamos intacto todo lo demás”, recalca.
A escala nacional, la agricultura resiliente al clima también se fomenta mediante un mejor aprovechamiento de los recursos hídricos con la ayuda de diques y pozos. En la actualidad se irrigan en Zimbabue 203.000 hectáreas de superficie agrícola. “Hasta 2025 queremos alcanzar las 350.000 hectáreas”, afirma Masuka. El principal objetivo del gobierno es una agricultura resiliente al clima para los cultivos comerciales.
“Pero la resiliencia climática de la agricultura también se puede fortalecer para la ganadería”, insiste Masuka. Debido al cambio climático, es necesario adaptar la ganadería en determinadas regiones a las respectivas zonas agroecológicas. En regiones áridas como Buhera y Gwanda, el gobierno apuesta por animales más pequeños como gallinas y cabras autóctonas, explica.
“Esto es lo que estamos haciendo, y todos nuestros socios de colaboración al desarrollo, incluida la UE, vienen a ayudar al gobierno en este empeño”, dice Masuka. En los escasos tres años desde que el gobierno emprendió este esfuerzo, Zimbabue ha logrado aumentar su seguridad alimentaria, “porque hemos introducido la agricultura climáticamente inteligente tanto a escala nacional como en los hogares”, concluye.
Texto adaptado del alemán por Antonio Suárez Varela/Carla Wolff
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