Bally a través de los tiempos
Hace casi doscientos años, los habitantes de Schönenwerd, un pueblo del norte de Suiza, vivían al ritmo de la sirena de la fábrica de zapatos de la familia Bally. Los cambios que afectaron el negocio cuentan también una historia de la evolución de la sociedad suiza; es una historia que puede verse en las fotos de un amplio archivo en el Museo BallyanaEnlace externo.
El negocio original de Bally producía cintas, tirantes para pantalones de hombre y otros productos elásticos. Peter Bally-Herzog se había hecho cargo de la empresa en el pueblo del cantón de Solothurn. Dos años después de la muerte de Herzogs en 1849, sus hijos Carl Franz y Fritz se hicieron cargo de la empresa.
Una empresa familiar abraza la industrialización
Carl Franz tenía una visión para la empresa: proporcionar zapatos funcionales que también estuvieran de moda. Con la revolución industrial acelerando la fabricación, empleó a miles de trabajadores hasta el siglo XX. Como la empresa crecía de forma constante, también lo hicieron las instalaciones para sus trabajadores. Bally expandió su fábrica y creó viviendas cercanas para sus empleados.
Junto con su esposa, Carl Franz abrió una escuela local para niñas, un jardín de infantes, una casa de reposo para ancianos y una piscina pública a orillas del cercano río Aar. Construyó casas para los trabajadores y convirtió una región inundada en un tranquilo parque público. A principios del siglo XIX, el uso de máquinas de vapor y de energía hidroeléctrica proporcionaron nuevas fuentes de energía que aceleraron la producción de la empresa y contribuyeron a prepararla para su entrada en el mercado mundial.
De lo funcional a la moda
El nieto de Carl Franz, Max Bally, tenía un buen ojo para la moda y era meticuloso con la producción de alta calidad. Sus diseños dieron forma al aspecto característico de los zapatos BallyEnlace externo durante casi 70 años. Asistió a desfiles de moda y diseñó nuevos modelos, inspirados en los escaparates, la gente de la calle y las innovaciones materiales que descubrió durante sus viajes.
Grandes cambios en marcha
Tras su muerte en 1976, la empresa estaba en crisis sin una visión clara y con la presión del aumento de la competencia del exterior, una caída de los precios y la abolición de la tarifa protectora, tendiente a hacer que las mercancías importadas costaran más que las mercancías equivalentes producidas en el país.
Bally fue vendida al empresario y banquero suizo Werner K. Rey en 1977. Rey vendió su participación en la empresa a la fábrica suiza de máquinas y herramienta, Oerlikon-Bührle. Bally se había establecido como un tesoro nacional en Suiza a través de los años, la salida de la familia Bally de la empresa fue vista a nivel nacional como una gran pérdida.
Los cambios en la dirección y en la organización de la empresa, y la falta de un estilo propio, hicieron que Bally ya no tuviera una base firme sobre la que construir. La firma comenzó a reinventarse, pero los clientes ya no podían identificar claramente lo que representaba. Después de eso, no quedó mucho de la otrora floreciente industria suiza del calzado.
Desde 2018 la empresa ha cambiado de manos en varias ocasiones. Actualmente es propiedad del grupo textil chino Shandong Ruyi. El precio de compra fue estimado en 700 millones de dólares (697 millones de francos).
Entre 1851 y 2000, las fábricas de Bally produjeron alrededor de 150 millones de pares de zapatos. La larga historia de ese negocio suizo fue compilada en fotografías en el Museo BallyanaEnlace externo. La organización del archivo responde a la voluntad de preservar el patrimonio de la historia industrial de la región, pero sobre todo de las fábricas de calzado de Bally.
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