Túnez, el renegado aprendiz de democracia de Suiza
Cualquiera que ame la democracia debe sentir dolor al mirar hoy a Túnez. El presidente Kaïs Saïed está enterrando todos los derechos populares que tanto costó conseguir. Poco queda de los esfuerzos de Suiza por apoyar al país en su democratización, salvo quizás el valor de algunas mujeres que ya no quieren retroceder.
¿Cuál es la situación de Túnez con el presidente Kaïs Saïed?
Cuesta abajo. La politóloga Monica MarksEnlace externo, especializada en este país, describe una «ex-democracia divorciada de toda constitucionalidad, que avanza a toda velocidad por la autopista de Saïed hacia la autocracia rígida».
Tras la Primavera Árabe y el derrocamiento del antiguo gobernante Ben Alí, Túnez era visto como una joven democracia especialmente esperanzadora. Este país fue el origen de la revuelta y el único que logró un verdadero cambio de rumbo después. Pero ahora esas esperanzas están en su lecho de muerte. A finales de marzo, el presidente Saïed llegó a disolver el Parlamento, que previamente había intentado impedir que Saied siguiera gobernando en solitario por decreto. Algo que viene haciendo desde julio de 2021, cuando suspendió la Constitución democrática de 2014 en un golpe de Estado. Reinaba entonces la pandemia y la gente, al principio, estaba de acuerdo con él.
Órdenes de detención contra representantes del pueblo
En las últimas semanas se ha puesto de manifiesto hasta qué punto Saïed ha abandonado la senda del Estado de Derecho. El presidente no tardó en dictar órdenes de detención contra representantes del pueblo molestos, pero elegidos democráticamente, alegando que habían formado una «organización criminal». Y por último, a finales de abril, despojó a la comisión electoral de su poder y la sustituyó por personas de su confianza.
De este modo, podrá cumplir su promesa de celebrar nuevas elecciones en diciembre. Es difícil que los partidos o candidatos que no sean de su agrado se presenten de nuevo. En menos de un año, Saïed ha transformado una democracia en una autocracia. El año pasado, incluso antes de las medidas drásticas de esta primavera, Túnez ya había perdido 21 puestos en la clasificación de democracias que realiza The Economist.
170 millones de francos para la democracia
¡Precisamente, Túnez! Desde que las convulsiones políticas en el norte de África en 2011 pusieron en marcha un proceso de transición, Suiza apoyó a este país con numerosos proyectos, siempre con el objetivo de promover la democracia, porque eso es, al fin y al cabo, lo que quiere la Constitución suiza. La Confederación también aportó 4,1 millones de francos suizos en apoyo a las elecciones, como las parlamentarias y presidenciales que llevaron a Saïed al poder en 2019. El exprofesor de derecho constitucional fue elegido porque prometió luchar contra la corrupción. Se confió en él para hacerlo.
Uno de los objetivos explícitos del compromiso suizo de 170 millones de francos en Túnez fue el fortalecimiento de las mujeres en la política. La posición de salida fue buena. El Estado magrebí impuso una estricta cuota del 50% de mujeres en las elecciones locales. De los más de 53 000 candidatos en 2018, la mitad eran mujeres. Pero hoy, cuatro años después de estas primeras elecciones locales libres en el mundo árabe, es desalentador echar una simple mirada al estado general de la política. Incluso en el ámbito de la democracia local a muchos les resulta difícil preservar lo conseguido. En nuestro viaje, nos propusimos conocer a mujeres que fueron elegidas para ocupar cargos de importancia, tanto en municipios pequeños como grandes.
La primera localidad que visitamos es Kasserine, en la parte occidental del interior del país. Nos recibe Hayet Hlimi en la terraza de uno de los pocos cafés mixtos. Es concejala electa del distrito de Cité Ennour, el barrio más pobre de la ciudad.
Hayet Hlimi es de allí, en 2018 fue la principal candidata de la alianza de partidos de izquierda Front Populaire. El consejo tiene 24 miembros, de los cuales diez son mujeres, incluida la alcaldesa del municipio.
Ella era la «manzana podrida»
Kasserine es también una de las provincias más pobres de Túnez. Con una tasa de desempleo superior al 45%, la región se ha convertido en un símbolo de la división social entre las regiones costeras más ricas y el centro más pobre. La región sufrió especialmente bajo la dictadura del expresidente Ben Ali, con todo lo que este presidente supuso para su país: abandono, corrupción y violencia policial. Cuando finalmente se fue, hubo una euforia especial. Pero las promesas de reparación que se hicieron posteriormente no se cumplieron. La región ha vuelto a quedar olvidada en cuanto a desarrollo y prosperidad.
Hayet dice que se convirtió en el blanco de los ataques de los hombres desde la primera reunión del consejo. Hablaron de ella como una «manzana podrida que infectará a todos». Según sus críticos, se inmiscuía demasiado en todo. «Decían que estaba fuera de lugar, que descuidaba el hogar y a los niños», nos cuenta. «Pero yo seguía metiendo las narices en todos los expedientes».
Luego vino la bofetada en la cara
Llevó a cabo una investigación tras otra de los expedientes del ayuntamiento. «Como miembro del ayuntamiento, apenas tenemos margen de maniobra, pero seguimos denunciando la corrupción y la mala gestión del gobierno y la administración municipales», dice Hayet.
Pero entonces llegó el día en que otro concejal la abofeteó e insultó en medio de una reunión. Presentó una denuncia. «Por supuesto que no recibo ningún apoyo de quienes se supone que me protegen, pero no me dejaré amilanar». Hayet aún espera que su agresor sea interrogado algún día sobre su acto violento.
Económicamente al borde del abismo
Desde su elección, ha presentado nueve denuncias contra el gobierno de la ciudad y la administración municipal, y se ha anotado un pequeño éxito: consiguió que las calles de todo un barrio de la ciudad llevaran el nombre de conocidas mujeres tunecinas. Ese fue su proyecto, y Hayet Hlimi está orgullosa de él. Pero hoy parece algo de otra época. No sólo la situación política ha cambiado radicalmente.
Económicamente, Túnez también está al borde del abismo. Estados Unidos ha reducido su ayuda financiera y sólo permitirá que sus millones vuelvan a afluir plenamente al país cuando el presidente Saïed vuelva a la democracia. La UE aún no se ha atrevido a dar ese paso: Túnez es probablemente demasiado importante en términos de migración y recientemente también por el gas argelino, que llega a la UE a través de Túnez. Pero si la UE sancionara al régimen de Saïed, Suiza también tendría que plantearse la desagradable cuestión de tener que castigar a su renegado aprendiz democrático en el Magreb.
Además, el país se ha visto envuelto en la vorágine de la guerra rusa contra Ucrania. Ya durante la pandemia, el precio del trigo se duplicó. Ahora, además, el trigo se está volviendo realmente escaso y, por tanto, aún más caro, al igual que el petróleo, el azúcar, el aceite de cocina y las medicinas, todo lo que se necesita en la vida cotidiana. Hasta ahora, el gobierno de Saïed ha amortiguado los altos precios del pan con dinero del Estado. Pero eso es cada vez más difícil con una inflación del 8%. El dinero de Túnez ya no es suficiente para atender todas sus obligaciones públicas y dar a la población todo lo que necesita para estar satisfecha a largo plazo. En cualquier caso, el presidente apenas cuenta ya con apoyo popular. Ya ha cancelado los aumentos salariales prometidos a los funcionarios y el dinero para la educación, las infraestructuras y la sanidad.
Levantamiento de los hombres
Boughrara es un pueblo costero del desierto en el sur de Túnez, nuestra segunda parada. La economía local sigue dependiendo de la pesca y la agricultura. En esta aldea dominada por la tradición, donde las mujeres siempre han permanecido ocultas dentro de las casas de barro encaladas, Dalel Atig, de 25 años, está haciendo historia. Es la primera mujer alcaldesa, y tampoco lo tuvo fácil. «Inmediatamente después de mi elección, los concejales más veteranos dejaron de asistir a las reuniones en señal de protesta», afirma.
Consideraban que era denigrante estar presididos por una mujer, y además más joven. Organizaron contra-sesiones en el café frente a la administración municipal. Los funcionarios municipales declararon oficialmente su desobediencia a la alcaldesa. Sin embargo, hoy tiene a la mayoría de los funcionarios, diputados y ciudadanos de su lado, asegura Dalel Atig. «He roto el tabú y sigo haciendo cosquillas a los estereotipos sobre la división del trabajo entre hombres y mujeres». Sus éxitos: la construcción de un parque familiar seguro para las mujeres, así como el traslado del mercado semanal, el zoco, a un lugar más accesible para las mujeres.
La revolución de Túnez
Emna Bouaziz, alcaldesa del barrio de Gremda en Sfax, la segunda ciudad de Túnez, también fue duramente rechazada.
Sigue siendo amenazada e insultada por los hombres en las redes sociales, a pesar de varias denuncias ante las autoridades, porque no les gusta tener a una mujer al frente. «Las autoridades no se mueven, a pesar de todas las pruebas, no detienen a nadie», dice Emna. Eso duele, añade. «Al fin y al cabo, no sólo me afecta a mí, sino a la posición de las mujeres en la participación de la política local».
La última parada es en la metrópoli de Túnez, con la primera alcaldesa de la capital, Souad Abderrahim. Su elección en 2018 fue toda una sensación: fue la primera mujer jeque de una ciudad importante en el mundo árabe. En Túnez, antes siempre había sido un hombre de las familias aristocráticas de la ciudad. Souad Abderrahim afirma: «Nuestra única respuesta a todos los ataques es nuestro trabajo. Y los resultados concretos con los que mejoramos la vida cotidiana de los ciudadanos».
Traducido del alemán por José M. Wolff
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