Un deporte, una terapia, una escuela de vida
Considerado como un deporte "realmente de equipo", el rugby encierra una serie de valores que proporcionan a sus jugadores una dimensión que va más allá de la cancha.
Carlos Verdes, director técnico nacional y entrenador de la selección de la ECLF, aborda los aspectos sociales de esa actividad deportiva.
«Se puede decir que el rugby, de por sí, tiene como función integrar todas las diferencias desde el punto de vista físico. Integra al pequeño, al grande, al gordo, al delgado, al rápido y al lento. Todos pueden jugar rugby», subraya nuestro interlocutor.
Todo ello, explica, hace que Suiza tenga un potencial enorme para integrar una gran cantidad de miembros a un deporte donde se puede decir que el factor violencia no existe: es un deporte de combate, hay contacto, pero que no va mas allá de ese contacto físico que es puntual por una acción determinada.
«Si el rugby se integrara a ciertas comunidades, a ciertos sectores de la sociedad que hoy día se encuentran un poco dejados de lado, quizá por factores económicos, de educación u otros, eso facilitaría evitar una gran cantidad de conflictos. El rugby es un elemento de integración muy importante».
De nacionalidad española y uruguaya, Carlos Verdes vive en Suiza desde hace 22 años. Su incursión en el mundo de este deporte se produjo en sus tiempos de estudiante en Uruguay, cuando la doble carga, de la universidad más el trabajo, lo llevó a «tomar pastillas para esto, para esto otro, a convertirme en una farmacia ambulante».
Su médico le recomendó invertirse en un deporte más exigente de los que practicaba entonces. «La primera imagen que me vino fue la del rugby, cosa que comencé a practicar de manera inmediata. Lamentablemente no lo desarrollé mucho en Uruguay, pero me dio la luz en cuanto a que se puede sustituir toda una gran cantidad de acciones de nuestro comportamiento diario sin necesidad de llevarse a la boca 4 o 5 pastillas para poder salir de un problema X o Y».
Un encuentro fortuito
En Berna, Carlos Verdes se reencontró con su deporte casi por casualidad. «Descubrí el rugby suizo por un hecho fortuito, por un ‘stand’ de venta de productos locales atendidos por chicos del equipo».
Hoy, muchos años más tarde, considera que «esas acciones tendrían que ser multiplicadas para que la gente realmente conociera ese deporte, que es magnífico».
Amén de su tarea como responsable del desarrollo del rugby en Suiza, en su papel de director técnico nacional, nuestro entrevistado se desempeña como entrenador del equipo de rugby de la Escuela Cantonal de Lengua Francesa (ECLF) de Berna.
«La actividad que yo desarrollo en la ECLF me da aún más ganas de seguir trabajando porque el potencial existe, el hecho de que una sola persona (yo u otra) desarrolle una actividad específica dentro de la escuela, en particular de ésta, demuestra que se puede llegar a niveles superiores».
Explica que en los últimos de tres años, en ese plantel escolar, el número de interesados en el rugby pasó de 10 a 35. Y para incrementar la cifra, dice, se requiere convencer a la gente que si bien el rugby es un deporte de contacto, de cierta «violencia», no es más peligroso que hacer montañismo o esquí y que las lesiones son muy inferiores a las del deporte rey que es el fútbol.
No hay ‘Röstigraben’
Entre las actividades que el director técnico del rugby suizo ha desarrollado, se encuentra también la dirección de la escuadra de Berna. Recuerda igualmente la conformación de un equipo integrado por jugadores de ese cantón con sus vecinos de Friburgo.
«Al término del primer año, pudimos jugar la final de la Copa Suiza y se comentó mucho. Se trataba de un equipo formado hacía apenas un año y con el que desapareció el ‘Röstigraben’, -que por otra parte, no creo que exista en el ámbito deportivo-. La final fue televisada y presentada un domingo de noche en el noticiero de deportes, cosa que hasta el día de hoy no se ha repetido».
Carlos Verdes no oculta su entusiasmo por el deporte al que ha consagrado buena parte de su vida y al que dedica aún buena parte de su tiempo:
«Vivimos en una sociedad en la que tenemos todo a disposición: Levanto el brazo me sirvo, lo utilizo y si no me sirve, lo tiro. Los valores que se encuentran dentro del rugby van un poco contracorriente. Son valores de integración, de sociedad, de familia, que llevan a que todo ese tipo de problemas profesionales, de salud, encuentren un punto de salida, una luz. Hay un espíritu de solidaridad que quizá no se encuentre en otro tipo de actividades».
El tercer tiempo, de confraternidad
Así, por ejemplo, al término de los encuentros, los jugadores de rugby pasan «al tercer tiempo», donde se reúnen los dos equipos y hablan del partido.
«Quizá de aquella mala acción que hubo entre dos jugadores que tuvieron una confrontación directa en la cancha y que luego… como si no hubiera existido. Eso no se ve en otros deportes, esa confraternidad, quizá en algunos, pero no con esa fuerza y esa calidad de integración que mantiene el rugby hasta hoy».
En su papel de entrenador se avoca no sólo a que los chicos sean buenos jugadores sino a que tengan altos niveles de estudio. «No me sirve que tengan un bajo desempeño escolar. Todo eso hay que ponerlo en juego. Hay una gran cantidad de deportes que toman todo lo mejor del jugador y dejan todo lo otro de lado. El rugby no».
Hace ya siete años que Carlos entrena a los chicos de la ECLF de Berna. En su equipo participan chiquillos de diferentes edades y de ambos sexos.
«Al principio rechacé un poco la idea de integrar a las niñas pero me he dado cuenta que integrando al sexo femenino a este deporte de brutos, logro que los chicos se pongan más inteligentes de lo que son. En confrontación directa con una chica, descubren valores diferentes a los que se encuentran jugando con chicos».
El aporte femenino
«Eso lleva a crear una dinámica de intercambio de información propia a esa diferencia, muy saludable, que lleva también a seguir creciendo. No van a ser más brutos sino que van a plantearse otra manera. Van a reflexionar y en vez de la confrontación directa, van a evitar el muro y a pasar por una puerta. Eso hace la integración de los valores propios del rugby: enseñarlos a pasar por la puerta».
Y la integración del deporte no se produce sólo entre niños y niñas de la ECLF, sino también entre los integrantes de los equipos de mayores. En la selección nacional, por ejemplo, hay ciudadanos de América, de Europa, de África…
Para formar parte de la selección nacional se requiere contar con el pasaporte suizo o bien haber vivido tres años en Suiza, sin importar si el permiso para hacerlo es definitivo o renovable.
«Así pues, pueden representar a Suiza en otros países y cantar el himno nacional suizo fuera del país ciudadanos de cualquier parte del mundo, mientras que hay personas que han vivido 20 años en Suiza y que no pueden votar».
swissinfo, Marcela Águila Rubín
En Suiza se cuentan 20 clubes de rugby además de otras instituciones que se encargan de la formación de los jugadores.
La instrucción incluye categorías inferiores, que van de los ‘minipoussin’ a los ‘minim’; categorías de los 7 a los 15 años.
Desde el 2005 se trata de poner en práctica un campeonato para la categoría de ‘cadette’, de 14-15 años.
Con ello, los equipos nacionales podrán contar, en dos o tres años, con jugadores que saldrán de esos clubes.
La Federación Suiza de Rugby tiene 30 años.
Los primeros clubes empezaron en 1972.
El club de Berna tiene 33 años.
En todo el país hay 20 clubes de rugby.
La mayoría se encuentra en la Suiza francófona.
En Ginebra hay cuatro clubes.
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