Un sabor agridulce: viaje a Bruselas con partidarios suizos de la UE
Nunca antes la adhesión de Suiza a la UE había parecido tan improbable como hoy. ¿Por qué? se pregunta un grupo de suizos partidarios de Europa. Un viaje con ellos por el corazón de la Unión.
La visita a la Comisión Europea supone el final del viaje. Los empleados de la Comisión Europea, que hacen de guía de los grupos de visitantes, tienen la misma opinión que la mayoría de las personas entrevistadas.
¿Suiza? Claro, un miembro de la familia europea, pero incómodo.
¿Relaciones futuras? Eso depende de Suiza, la UE hace tiempo que dejó clara su postura.
Suiza -esa es la afirmación implícita- o bien no sabe lo que quiere, o bien duda deliberadamente en decirlo con claridad.
Los funcionarios de Bruselas no tienen por qué esperar críticas de fondo de los presentes; al contrario, hay asentimientos de comprensión. Aunque el grupo procede de Suiza, está formado por participantes con una fuerte simpatía por la UE. El viaje ha sido organizado por el Movimiento Europeo Suiza, que -como su propio nombre indica- está a favor de la adhesión del país a la UE.
Hay organizaciones de este tipo en muchos países, pero en casi ningún sitio lo tienen tan difícil como en Suiza: la adhesión a la UE parece tan impensable que apenas hay políticos que se pronuncien a favor de ella. «Eso equivaldría a un suicidio político», afirma uno de los doce participantes.
Pero en realidad la situación tampoco es tan mala, porque el Partido Socialista (PS) es un partido de gobierno que tiene en su programa la adhesión como objetivo a largo plazo. De la última docena de referendos relacionados con la UE, once fueron aprobados por el electorado. Sin embargo, un vistazo a los datos estadísticos resulta revelador: en 2019, solo el 6,5% del grupo de edad de 18 a 34 años votó a favor de la adhesión a la UE. Otra cifra reveladora: en 2021, el 19% de la población total de 15 años o más en Suiza tenía doble nacionalidadEnlace externo, y al menos la mitad de ellos dispone de un pasaporte de la UE. Es decir, ni siquiera todos ellos están a favor de la adhesión.
¿Por qué cambiar nada?
¿Por qué Suiza no quiere ni pensar en la adhesión a la UE? No siempre fue así. A principios de los años noventa no pocas personas de la política y la sociedad estaban a favor. Si se pregunta en el grupo, hay muchas razones: denuncian falta de coraje y visión, y esperan más de la izquierda en particular. Hay también miedo a la UDC nacional-conservadora, que lleva tres décadas cultivando con éxito la imagen de una UE enemiga, y la gente no quiere dar ningún paso en falso. O la paradoja de haberse convertido en víctima del propio éxito con la vía bilateral – todo funciona bien, así que ¿para qué cambiar nada?
En cualquier caso, hay acuerdo en que no todo va a seguir funcionando bien sin más. Desde hace años la UE quiere elevar la relación con Suiza a un nuevo nivel, regular institucionalmente las cuestiones de la relación, lo que en última instancia no significa otra cosa que obligar a Suiza a seguir la evolución europea por contrato. Y no que se le dé cada vez un tratamiento especial (que, además, puede despertar la envidia de algunos Estados miembros).
También hay acuerdo en que el tiempo juega en contra de Suiza. El Brexit ha dejado cicatrices en Bruselas, y además la Unión tiene que lidiar internamente con movimientos antiliberales. La importancia del continente en el mundo está disminuyendo por razones demográficas, políticas y económicas. La guerra de Ucrania ha hecho que Berna y Bruselas se den cuenta de que deben estar unidas, pero también de que la UE tiene que ocuparse de asuntos mucho más importantes que una Suiza que muchos siguen percibiendo como un país que se lleva siempre la mejor tajada. «Nuestra posición en Bruselas es cada vez más difícil», con estas palabras resume una participante su impresión. En el grupo, este sentimiento se ha apodera de casi todos durante el viaje.
¿Víctima de su propio éxito?
La mayor proximidad posible sin adhesión: así podría diagnosticarse el estado deseado por una gran mayoría de la sociedad suiza respecto a la UE. La relación se considera a menudo comercial, puramente tecnocrática. Precisamente este término («La Comisión Europea funciona tecnocráticamente») fue utilizado por el ministro suizo de Asuntos Exteriores, Ignazio Cassis, ante sus homólogos en una entrevista concedida a un medio de prensa en 2021, porque es algo que a Bruselas no le gusta oír.
En Suiza nunca ha existido un sueño europeo, a pesar de que Winston Churchill pronunciara en 1946 en Zúrich su famoso «discurso sobre Europa». En otros lugares, la integración europea se considera una misión de política de paz con un componente metafísico. Las experiencias del siglo XX han permitido ver las alternativas; en los años noventa en los Balcanes y ahora de nuevo en Ucrania. Sin embargo, Suiza es casi el único país europeo que no ha experimentado rupturas históricas en el último siglo: la adhesión a la UE no es, pues, una fatalidad histórica, sino sólo una opción entre muchas.
Y Bruselas le ha tendido una mano. Cuando llegó el momento de la adhesión, Suiza fue tratada como el caso especial que le gusta considerarse. «Democrática, constitucional, neutral: nunca había que preocuparse por Suiza en Europa», dijo una vez alguien del grupo. Pero los tiempos cambiarían.
La neutralidad defendida en Suiza -una seña de identidad nacional que contribuye a la cohesión- se percibe cada vez más como oportunismo desde el ataque ruso a Ucrania. El hecho de que Suiza ni siquiera aceptara entregar las armas que había vendido a Ucrania ha provocado un gran descontento. ¿Hasta qué punto puede ser fiable un socio que también desea estrechar lazos con las estructuras de la OTAN, pero que no garantiza su lealtad en caso de emergencia?
Suiza suele decir que no hay que mezclar distintos ámbitos. Pero los funcionarios supuestamente tecnócratas de la UE suelen entender la política de forma más holística que los suizos.
¿Cómo continuamos?
Al finalizar el viaje tomamos juntos un último almuerzo, típicas patatas fritas belgas, acompañadas de cerveza belga fuerte. Y hacemos balance de la semana: ha habido visitas a las instituciones de la UE, conversaciones con grupos de presión, ONG y sindicatos, políticos y diplomáticos. El tiempo ha sido -para Bélgica- en su mayor parte atípicamente bueno, incluso ahora brilla el sol. En la concurrida plaza frente al restaurante, hay una babilónica confusión de lenguas, también típica de Bruselas.
El viaje deja un sabor agridulce en la boca de los participantes. La mayoría de ellos tienen experiencia laboral y vital en el extranjero, defienden el cosmopolitismo suizo, se ven en el lado correcto de la historia, como suelen hacer todas las personas con sentido político. En Bruselas experimentan ahora la confirmación de la que carecen en gran medida en Suiza. En todas sus visitas, los partidarios suizos de la UE han recibido una cordial bienvenida, y se repite una y otra vez que Suiza será bienvenida como miembro de la UE.
Todo el mundo tiene claro que esto no sucederá en un futuro próximo. Entonces, ¿cómo deben proceder los proeuropeos en Suiza? Algunos se contentan con lamentar la situación («¡Este país no tiene visión de futuro!»), otros reclaman una iniciativa popular para que el Gobierno «avance de una vez – ¡aun a riesgo de fracasar!».
A pesar del evidente apoyo de la UE, la cuestión política tal vez más compleja de Suiza no puede resolverse en este viaje. La parte oficial del viaje ha terminado. Sigue una calurosa despedida, algunos regresan directamente a Suiza, otros se quedan más tiempo, otros continúan su viaje. Al cabo de unos minutos, el pequeño grupo de suizos desaparece entre la multitud.
Texto adaptado del alemán por J.M. Wolff
Mostrar más
En cumplimiento de los estándares JTI
Mostrar más: SWI swissinfo.ch, certificado por la JTI
Puede encontrar todos nuestros debates aquí y participar en las discusiones.
Si quiere iniciar una conversación sobre un tema planteado en este artículo o quiere informar de errores factuales, envíenos un correo electrónico a spanish@swissinfo.ch.