Vida a la sombra de planetas gigantes
¿Y si se pudiera encontrar vida en un océano oculto bajo el hielo que cubre uno de los satélites de Júpiter, Saturno, Urano o Neptuno? Ese es el descabellado reto de la Agencia Espacial Europea (ESA), que una joven astrofísica de Berna está dispuesta a aceptar.
A sus 38 años, a Audrey Vorbuger le ha tocado la lotería. La astrofísica de la Universidad de Berna, que es también coinvestigadora de la misión JuiceEnlace externo, que partirá esta primavera hacia el sistema de Júpiter para estudiar tres de sus satélites, ha sido nombrada el año pasado miembro del comité de expertos de la ESA sobre las Lunas de los Planetas GigantesEnlace externo. Su tarea: elaborar el esquema de la futura gran misión europea que sucederá a Juice, que se centrará en un satélite de uno de los cuatro gigantes gaseosos del sistema solar. El grupo deberá definir qué tipo de misión es más conveniente para responder a la pregunta: ¿hay vida ahí arriba?
Las misiones espaciales se planifican con años o incluso décadas de antelación. En marzo de 2019, la ESA lanzó una amplia consulta con científicos de todo el continente para desarrollar su programa Voyage 2050Enlace externo, que se llevará a cabo desde 2035 hasta mediados de siglo.
Para las futuras misiones se han fijado tres prioridades:
– Búsqueda de biofirmas en las lunas de planetas gigantes. Ese es el campo de investigación de Audrey Vorburger y sus colegas.
– Caracterización de exoplanetas templados de nuestra galaxia, para ver si ofrecen condiciones propicias a la aparición de la vida. El objetivo es encontrar sucesores para los actuales y futuros telescopios espaciales Keops, Platón y Ariel.
– Exploración del universo primitivo. El objetivo es encontrar respuestas a preguntas fundamentales de la física sobre la formación de las primeras estructuras cósmicas y los agujeros negros.
swissinfo.ch: Es difícil imaginar que una de nuestras mejores oportunidades de encontrar vida en el sistema solar -aparte de Marte- esté en esas lunas heladas tan lejanas…
Audrey Vorburger: Hasta 1995, aproximadamente, no se creía que pudiera existir vida en el sistema solar exterior. Primero nos centramos en la Luna, donde descubrimos que no había vida, luego pusimos nuestra atención en Marte, para encontrar quizá rastros de vida pasada.
Y entonces ocurrió algo fascinante con la sonda estadounidense Galileo. Se pensaba que todos los objetos del sistema solar exterior estaban geológicamente muertos, sin energía para albergar vida. Pero descubrimos que, bajo el hielo, estas lunas contienen vastos océanos de agua. La luna Europa de Júpiter, mucho más pequeña que la Tierra, contiene más agua que todos los océanos de nuestro planeta. Y esos océanos protegidos podrían albergar vida.
Pero están bajo kilómetros de hielo, así que debe estar oscuro. ¿No es la luz esencial para la vida?
Para la vida más extendida en la Tierra, sí. Pero incluso en nuestros océanos hay vida sin luz. De hecho, la luz no es más que una forma de energía, y es energía lo que necesita la vida. Hay otras formas de energía ahí fuera, está la radiactividad del núcleo, y están las fuerzas de marea generadas por los movimientos alrededor de los planetas, que crean calor. Y todo eso, es energía.
>> Vídeo de la ESA que muestra la complicada trayectoria de la nave espacial Juice, que este año volará hacia las lunas de Júpiter.
Se espera que esta segunda misión europea a las lunas heladas parta en la década de 2040. Así que, incluyendo los viajes y el trabajo de análisis de datos, estará cerca de la jubilación cuando se anuncien los resultados. ¿No es un poco frustrante?
Al contrario. Estoy muy contenta de estar aquí al principio de la conceptualización de la misión. Y estoy muy orgullosa de ver cómo está fomentada y determinada por la ciencia.
La ESA no nos dice ‘eso es tecnológicamente posible, decidnos qué misión podemos hacer con esa tecnología’. Es la Agencia la que pregunta a los científicos «¿qué quiere saber la humanidad? ¿Qué tenemos que hacer y cómo lo hacemos posible? Y así hacemos un brain storm, se nos ocurren ideas descabelladas y se las comunicamos a la ESA: «esto es lo que nos gustaría, ¿es posible?».
Luego tenemos un tira y afloja en el que los científicos presionamos para conseguir más, y la ESA nos responde en términos de tecnología, presupuesto, limitaciones de potencia y peso, y acabamos fusionando todo eso en una sola misión.
Y hoy, ¿en qué estado de desarrollo se encuentra esa futura misión?
En el primer semestre de 2022 hablamos de los objetivos, porque van a definir el tipo de misión. Ganímedes y Calisto, que orbitan alrededor de Júpiter, tienen superficies geológicamente tranquilas, pero también está Encélado, una luna de Saturno, con enormes géiseres que expulsan material al espacio. Y también podría haber géiseres en Europa.
Primero debemos definir qué lunas son las más prometedoras para la búsqueda de posibles hábitats y rastros de vida. No tenemos por qué limitarnos necesariamente a una luna, también serían posibles las misiones a múltiples lunas, en teoría para visitar las lunas de Júpiter y Saturno. Luego hay que definir el perfil de misión más prometedor. Eso podría variar de una luna a otra, dependiendo de dónde se encuentren los hábitats potenciales y de cómo tomar muestras de ellos: ¿suelo? ¿géiser? ¿océano?
Pero aquí también nos encontramos rápidamente con las limitaciones tecnológicas de masa y potencia, porque al estar tan lejos del Sol, queda muy poca luz para alimentar los paneles solares. Existiría la solución de disponer de una fuente de energía de tipo nuclear, como piensan utilizar los estadounidenses, pero la ESA ha tomado la decisión política de no enviar material radiactivo al espacio. Así que tendremos que conformarnos con baterías y paneles.
Hasta ahora hemos hablado de Júpiter y Saturno. ¿Hay también posibles objetivos alrededor de Urano o Neptuno?
Sí, desde luego. Tritón, un satélite de Neptuno, también tiene géiseres. Pero hay que recordar que Júpiter está a ocho años de la Tierra, Saturno al doble, Urano cuatro veces más lejos y Neptuno seis veces más. Así pues, si tenemos una buena oportunidad alrededor de Júpiter o Saturno, no tiene sentido planificar una misión a Urano o Neptuno, que plantearán retos tecnológicos aún mayores.
Al mismo tiempo, la NASA planea ir a Urano. Así que hay potencial para la colaboración.
>> Audrey Vorburger explica su fascinación por Urano y lo que ocurriría si intentáramos aterrizar en la «superficie» de estos planetas gigantes, que de hecho no tienen superficie.
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El objetivo, como ya se ha dicho, es encontrar vida extraterrestre, aunque solo sean bacterias. ¿Cuál es su opinión al respecto? ¿Estamos solos en el universo?
Estoy segura de que existe vida en otros lugares. No sé si la vida en la Tierra se debe a la suerte o si, dadas unas condiciones similares en otros lugares, tendremos las mismas posibilidades de ver aparecer la vida. Porque aún no entendemos cómo surgió la vida. Pero creo que merece la pena investigar nuestro sistema solar.
Y para el universo en su conjunto, creo que es aún más improbable que seamos tan especiales. Debe haber vida en otros lugares, hay tantas posibilidades.
¿Qué diría a quienes piensan que el dinero gastado en el espacio es un despilfarro, cuando hay tanto que hacer en la Tierra?
Los humanos siempre hemos sido curiosos, hemos querido saber por qué estamos aquí, de dónde venimos y por qué las cosas son como son.
Al mismo tiempo, no debemos olvidar cuánta tecnología se deriva de esos programas espaciales. No es directamente visible, pero basta pensar en el papel de aluminio para las mantas de supervivencia, los sistemas de purificación de agua, los detectores de humo ajustables, la espuma de memoria, los ratones de ordenador, los auriculares inalámbricos, las telecomunicaciones, la observación de la Tierra, que nos ayuda con las previsiones meteorológicas o las alertas de tsunami, por nombrar algunos.
También creo que es bueno analizar lo que podría ocurrirle a la Tierra si no la cuidamos lo suficiente. Fíjese en Marte y Venus, por ejemplo, son planetas muy parecidos al nuestro, pero ambos son inhabitables. En Marte no hay aire que respirar y en Venus, con su monstruoso efecto invernadero, morirías inmediatamente aplastado por la presión, quemado por la temperatura y asesinado por los gases tóxicos.
Es usted una mujer en un entorno que se considera más bien masculino. ¿Cómo funciona eso?
Es un campo competitivo, como muchos otros. Fíjese en las estadísticas: cuánta gente empieza a estudiar física, cuántos llegan al doctorado y luego a la cátedra. Tienes que demostrar lo que vales.
Pero nunca sentí ninguna diferencia entre mis colegas masculinos y yo, ni entre mi oficina y la de al lado. En este equipo de expertos de la ESA somos una docena, mitad mujeres y mitad hombres. Nos estamos acostumbrando a ver cada vez más mujeres, y se las respeta exactamente igual que a los hombres.
Así que, personalmente, nunca he sufrido discriminación. El hecho es que hay menos mujeres, especialmente más allá del nivel de doctorado, y eso es algo que tenemos que debatir. Pero todo progresa poco a poco: tengo tres hijos, pude ocuparme de ellos después del parto y solo trabajo al 60%.
¿Alguno de sus tres hijos es un futuro científico o científica espacial?
Me encantaría que así fuera. Es un trabajo fascinante, les entusiasma todo lo relacionado con el espacio. Mi hija de cuatro años ya conoce todos los planetas del sistema solar. Por otro lado, es mucho trabajo, viajo mucho, estoy a menudo lejos de ellos. Pero cuando estoy aquí, trabajo mucho desde casa y ven lo mucho que disfruto con ello. Eso es algo que me gustaría transmitirles, que el trabajo puede vivirse no como una tarea, sino como una actividad con la que realmente disfrutas.
Adaptado del francés por Carla Wolff
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