«Muchos piensan que aquí es ‘El Dorado'»
Ella trabaja como florista en la cadena de supermercados Coop. Él, como panadero en Migros, la principal competencia. Marlène et Mathieu Vieille-Messet son trabajadores fronterizos, con sus empleos en La Chaux-de-Fonds, Cantón de Neuchâtel. La pareja, que vive desde la niñez entre Francia y Suiza, ha sido testigo de la desilusión de ciertos de sus compatriotas.
¿Cuándo se trabaja para dos cadenas de supermercados que compiten entre ellas, a dónde se hacen las compras? “Ni en Coop, ni en Migros, las hacemos en Francia como todos los suizos que viven en los alrededores. Podemos ahorrar cerca de 100 euros cada vez que llenamos el carrito de las compras en territorio francés”, explican los jóvenes esposos que viven en Morteau, en el departamento galo de Doubs.
¿Quiénes son los fronterizos que trabajan en Suiza?
swissinfo.ch sale al encuentro de esas personas que cotidianamente cruzan la frontera para ir a trabajar en diferentes regiones de Suiza. En 15 años, el número de fronterizos se ha duplicado pasando de 160 000 a más de 320 000.
Incluso en el emparedado del mediodía la diferencia de precio es enorme: 7.50 francos en Suiza, contra 3.50 francos a algunos kilómetros más lejos en territorio francés, explica Marlène, de 29 años. “¡Cuando miramos el precio del rosbif, da miedo! Los suizos comen principalmente cerdo o pollo”, explica Mathieu, de 31 años.
Los salarios se duplican, sobre todo en el sector donde trabaja la pareja: “En Francia, los floristas ganan 1 300 euros por mes, mientras que, en Suiza, al menos 3 000 euros”, subraya Marlène.
“Muchos se fueron con las manos vacías”
Sin embargo, la medalla tiene su reverso; las pequeñas localidades vecinas a la zona fronteriza se han convertido en ciudades dormitorios. “Son muchos los que vienen de lejos en Francia, alquilan un departamento con solo una habitación cerca de la frontera y regresan a sus lugares de origen los fines de semana. No hacen ninguna actividad cultural. A diferencia de nosotros, a aquéllos que no nacieron en esta región les cuesta construir relaciones de amistad”, explican Marlène y Mathieu.
Sí, ambos crecieron en esta región; familiares, amigos, y prácticamente todos los conocidos trabajan o han trabajado en Suiza
Marlène y Mathieu Vieille-Messet, vivieron siempre entre dos países, como lo explican en este video:
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«Ya no vemos la frontera»
«Muchos piensan que aquí es Eldorado, pero son también numerosos los que regresaron con las manos vacías”, constata la joven pareja. Algunos vienen de las regiones más desfavorecidas de Francia, a veces sin haber encontrado de antemano en Suiza el trabajo que anhelaban. “Cuando reciben su primer salario, creen haber ganado la lotería” comenta Marlène. Algunos invierten entonces en un lindo auto y una casa.
Se olvidan, sin embargo, de los impuestos, del costo de la vida que es más alto en las regiones fronterizas, y, sobre todo, del riesgo de quedar en el paro o de no hallar el empleo esperado. Mathieu ha encontrado en su camino compatriotas decepcionados: “En Suiza es más fácil despedir a un empleado que en Francia, especialmente en el sector de la relojería, y algunos se encuentran con las manos vacías de un día a otro. No faltan los que se endeudan…
Los precios que aumentan
Si bien no es el paraíso, los trabajadores fronterizos viven bien en la región de Morteau. El problema es mayor para aquéllos que no lo son y deben confrontarse con precios más elevados que en otras regiones del país, aunque perciban un salario francés. No pueden salir a divertirse como lo pueden hacer a veces Marlène y Mathieu.
Se da el caso de algunos trabajadores fronterizos que deciden finalmente vivir en Suiza. “Es una tendencia que emerge. Piensan que pagan demasiado impuestos viviendo afuera. Además, al trasladarse, pueden economizar en el gasto del transporte”, constata la pareja.
El transporte a veces constituye un problema en la región. “La gente que vive entre fronteras está apurado y maneja rápido. Desaconsejo manejar por ciertas rutas en horas de punta en el trayecto inverso al que toman estos empleados. Se corren riesgos”, advierte Marlène. Hay que contar también con los embotellamientos de tráfico. Si las condiciones de circulación son buenas, los dos jóvenes demoran unos 20 minutos para llegar al trabajo. Pero los días malos, el trayecto puede durar hasta 1 hora y media. “Lo sabemos y hemos aprendido a acomodarnos, e incluso tomaríamos el tren si tuviera horarios más flexibles. Sin embargo, a partir de las 19 horas ya no hay más correspondencias ferroviarias para Francia”, lamentan.
(Traducción: Sergio Ferrari)
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