El agridulce reencuentro de los Barguti en la quinta liberación de presos palestinos
Paula Bernabéu
Ramala (Cisjordania ocupada), 8 feb (EFE).- Entre una multitud que rompe en aplausos, risas y lágrimas, el exprisionero palestino Fajri Barguti y su hijo Shadi, recién liberado de la cárcel como parte del acuerdo de alto el fuego en Gaza entre Israel y Hamás, se funden en un abrazo. Cuando el grupo trata de alzar al anciano Fajri en volandas, se rompe en una expresión de dolor: ayer las fuerzas israelíes le dieron una paliza en su casa como advertencia para prevenir celebraciones este sábado.
«Ayer entraron en su casa sin razón, rompieron todas las fotos de él (Shadi) que tenían en la casa, pusieron todo patas arriba. Metieron al padre en una habitación y le golpearon», relató a EFE una miembro de la familia en una conversación telefónica.
En el Palacio Cultural de Ramala (centro de Cisjordania ocupada) al que llegaron 40 de los 183 prisioneros palestinos liberados, los Barguti (o Barghouti, dependiento de la transcripción) prefieren hoy no dirigirse a la prensa por temor a las represalias. Del resto de liberados, 131 llegaron a Gaza, cinco a Jerusalén y siete fueron deportados a Egipto.
Segundo encuentro entre padre e hijo
El encuentro, aguado por la agresión de las tropas israelíes del viernes, es el segundo entre padre e hijo desde que Fajri Barghouti salió de prisión en 2011 (la primera fue en una visita a la cárcel) como parte del acuerdo de Shalit, en el que Israel puso en libertad a más de mil presos palestinos a cambio de un soldado secuestrado en Gaza, Gilad Shalit.
El padre pasó 33 años en prisión, acusado de participar como parte del brazo armado del movimiento secular Fatah en el asesinato del autobusero Mordechai Yakuel en 1978. Junto a él entraron en la cárcel su primo Nael Barghouti, el prisionero que más años lleva en una cárcel israelí (44 en total), y el hermano de este, Omar, liberado en 1985.
El hijo estuvo 23 en la cárcel de los 27 a los que fue condenado por participar en ataques a Israel. Fue allí, en la celda 21 de la cárcel de Ascalón, donde Shadi y Fajri se prácticamente conocieron, ya que este último entró en la cárcel cuando su hijo tenía tan sólo 11 meses y su esposa estaba embarazada de su segundo hijo, Hadi, recogió en un perfil de la familia el diario israelí Haaretz.
«Los dos momentos más difíciles de mi vida fueron cuando conocí a mis hijos en prisión (Hadi también entró en la cárcel en 2004 y salió cuatro años después) después de que los arrestaran y les pusieran en mi misma celda; el segundo fue cuando tuve que decir adiós y dejar a Shadi atrás», dijo Fajri en una entrevista con el diario libanés Al Akhbar en 2011, cuando fue puesto en libertad.
Sin celebraciones
Cerca de allí, los familiares de otro de los presos, un agotado Hatem Al Yayusi, le rodean y abrazan sonrientes entre la maraña de fotógrafos que abordan dentro del Palacio Cultural.
«Nos han dicho que nada de celebraciones», relata a EFE su sobrina, de 15 años, al preguntarle cómo planeaban pasar el día. La adolescente sólo había visto su tío a través de un cristal, en visitas a prisión. Junto a ella su hermano, mucho menor, dice emocionado que nunca le había visto en persona.
Yayusi, procedente de Tulkarem (norte) y uno de los fundadores de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, brazo armado de Fatah, estaba condenado a seis cadenas perpetuas por participar durante la Segunda Intifada (2000-2005) en el asesinato de seis israelíes.
Este sábado, los 183 prisioneros palestinos salieron de la cárcel a cambio de la puesta en libertad de tres rehenes israelíes secuestrados por los milicianos encabezados por Hamás en el ataque del 7 de octubre: Ohad Ben Ami, Eli Sharabi y Or Levy, quienes aparecieron muy delgados, con semblante serio y envejecidos tras más de un año de cautiverio en Gaza.
En Ramala, las primeras en llegar fueron las ambulancias de la Media Luna Roja, antes del autobús que tradicionalmente transporta a los prisioneros desde la cárcel de Ofer: algunos de ellos denunciaron que habían sufrido palizas poco antes de ser liberados, y siete tuvieron que ser trasladados directamente al hospital.
Uno de ellos, Mohammed Khalil Bao, relató a EFE cómo de camino a la cárcel de Ofer, donde se reúne a los prisioneros antes de su liberación, uno de los militares israelíes le propinó una serie de golpes en el torso, rompiéndole algunas costillas.
«Todos seguiremos este camino, somos proyectos de liberación y los presos son pacientes y firmes», jaleaba ante la multitud Shadi Barguti, mientras su padre, dolorido, le observaba. «No os preocupéis por ellos, pese al hambre, el dolor y la tortura, y aunque vivamos en sepulturas, son valientes, tienen el ánimo alto. Somos proyectos de liberación hasta conseguir la victoria».
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