El ataque químico en Siria, una «línea roja» ya franqueada
La decisión del presidente Donald Trump de bombardear al régimen sirio en respuesta al ataque químico de esta semana ocurre cuatro años después de que su predecesor, Barack Obama, se enfrentara al mismo dilema y decidiera dar marcha atrás.
El 21 de agosto de 2013, la comunidad internacional condenó al unísono la masacre de Guta, un ataque aéreo perpetrado por las fuerzas leales a Bashar al Asad con armas químicas en un barrio de la periferia de Damasco.
Murieron más de 1.400 personas, según datos de los servicios de inteligencia estadounidense, por gas sarín.
Se había traspasado la «línea roja» que marcó Obama y todos los ojos se giraron hacia Washington.
Dos días después, el entonces mandatario dijo estar preparado para atacar.
Pero para sorpresa de todos, tanto en Estados Unidos como en el extranjero, Obama decidió someter su decisión al Congreso, eliminando de facto cualquier tipo de intervención militar a corto plazo.
El primer ministro británico de la época y aliado, David Cameron, acabó por retirar su apoyo militar a Estados Unidos después de que el Parlamento votara en contra.
Al final, el gobierno de Obama nunca atacó directamente a Siria, preocupado por mantener el frágil equilibrio geopolítico y militar regional.
En su lugar, acordó con Damasco desmantelar –tras ásperas negociaciones– el arsenal químico sirio, que comenzó en octubre de 2013.
La operación desarrollada bajo la tutela de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) –organismo de la ONU que ganó el Nobel de la Paz en 2013 por este programa– tenía el objetivo de neutralizar las armas del gobierno.
– «Orgulloso» –
Obama fue criticado tanto desde dentro como desde fuera de Estados Unidos por su controvertida decisión.
Tras conocerse que un nuevo ataque químico mató a al menos 86 personas el martes en la ciudad de Jan Sheijun, Trump responsabilizó parcialmente a su predecesor.
«Estos atroces ataques son consecuencia de la debilidad y falta de determinación de la pasada administración», fustigó el mandatario.
El ataque de esta semana «franquea muchas, muchas líneas», subrayó.
Trump ordenó el jueves bombardear Siria en respuesta al ataque. Un total de 59 misiles teledirigidos cayeron sobre la base aérea de Shayrat, desde donde Estados Unidos cree que se lanzó la agresión química.
La decisión de Obama de no intervenir militarmente molestó a algunos aliados de Washington, como el presidente francés Francois Hollande, cuya relación con el líder estadounidense quedó permanentemente dañada.
Pero el exmandatario aseguró en enero, poco antes de abandonar la Casa Blanca, sentirse «orgulloso» de haber renunciado a la posibilidad de atacar a Asad.
«La percepción fue que mi credibilidad estaba en juego, que la credibilidad de Estados Unidos estaba en juego», explicó el exmandatario. «Así que, apretar el botón de pausa en ese momento, sabía que tendría un coste político para mí».
«El hecho de haber sido capaz de abstraerme de la presión inmediata y reflexionar sobre cuáles eran los intereses de Estados Unidos, no solamente con respecto a Siria sino también con respecto a nuestra democracia, fue una de las decisiones más difíciles que tomé», explicó.
Tras el ataque químico a Jan Sheijun Trump se encontró de bruces con la misma realidad que enfrentó Obama, pero optó por cambiar de dirección.