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El Batallón Azov en el corazón de la guerra de propaganda entre Rusia y Ucrania

Miembros del Batallón Azov desfilan en Mariúpol (sureste de Ucrania), en una imagen de archivo del 15 de junio de 2019 afp_tickers

Milicia neonazi para unos, héroes ucranianos para otros. El Batallón Azov, atrincherado en la asediada Mariúpol, está en el corazón de una guerra de propaganda entre Kiev y Moscú, que invoca la «desnazificación» de la exrepública soviética como objetivo de su intervención.

Las redes sociales prorrusas, empezando por las cuentas de Twitter de sus embajadas en París o Londres, van llenas de testimonios y comentarios sobre las supuestas atrocidades de este regimiento presentado como «fascista» o «nazi».

El 10 de marzo, el ministro ruso de Relaciones Exteriores, Serguéi Lavrov, justificó el bombardeo de un hospital maternoinfantil en Mariúpol, fuertemente criticado internacionalmente, por la presencia en el edificio «del Batallón Azov y otros radicales».

Desde su creación en 2014, a principios de la guerra contra los separatistas prorrusos en el este de Ucrania, este regimiento integrado después a la Guardia Nacional (dependiente del ministerio de Interior) alimenta todo tipo de fantasmas.

Fundado por militantes de extrema derecha como Andriy Belitsky, surgido de la organización para militar Patriotas de Ucrania, recluta a voluntarios y enarbola emblemas como el «wolfsangel» que recuerdan a los de la división SS Das Reich.

«En 2014, este batallón tenía efectivamente un fondo de extrema derecha. Pero el regimiento después se +desideologizó+, se ha convertido en una unidad regular», explica Andreas Umland, experto del Centro de Estudios de Europa del Este de Estocolmo.

«Aquellos que se suman no van por ideología, pero porque tiene la reputación de ser una unidad de combate particularmente tenaz», dice a AFP.

– «El mal absoluto» –

El batallón, que toma su nombre del mar de Azov que baña el puerto de Mariúpol, forjó su leyenda en la reconquista de esta ciudad portuaria frente a los separatistas respaldados por Rusia en junio de 2014.

Ocho años después, se vuelven a ver cara a cara en Mariúpol, bombardeada sin descanso y aislada del mundo, donde Vladimir Putin busca la primera gran victoria de su «operación militar especial» tras unos comienzos difíciles.

El Kremlin aprovecha también la presencia del batallón para justificar su objetivo de «desnazificación» de Ucrania, con sus canales de propaganda acusando a los dirigentes ucranianos, incluido del presidente Volodimir Zelenski que es judío, de «neonazis» y «drogados».

Esta retórica se sustenta en la memoria de la Segunda Guerra Mundial, la Gran Guerra Patriótica como la llamaban los soviéticos, muy anclada todavía en la Rusia contemporánea.

«La palabra +nazismo+ o +fascismo+ remite, en el contexto ruso, a la figura del mal absoluto con el que no se puede negociar: sólo se puede luchar contra él y tratar de erradicarlo», indica Serguéi Feiunin, del Instituto Nacional de Lenguas y Civilizaciones Orientales de París.

– Contraataque del batallón –

La propaganda rusa evoca también la lucha de los ultranacionalistas ucranianos contra la Unión Soviética después de 1945 así como a su líder Stepan Bandera, que colaboró con la Alemania nazi.

El Batallón Azov no se queda al margen de esta guerra comunicativa y multiplica en su canal de Telegram los comunicados victoriosos, acompañados de videos de blindados en llamas, y acusa a los rusos de ser «los verdaderos fascistas».

«Se ha convertido en un regimiento como cualquier otro», afirma Viacheslav Likhachev, experto del Centro de Derechos Humanos ZMINA en Kiev. «Simplemente tiene una mejor comunicación, una buena imagen y no tiene inconveniente para reclutar a los mejores», dice a AFP.

La unidad, con entre 2.000 y 3.000 hombres según la estimación, ha mantenido su emblema en memoria de la victoria de Mariúpol en 2014 y sembrando confusiones por sus vínculos pasados.

Pero en Ucrania, este símbolo «no tiene la connotación de un símbolo fascista», asegura Andres Umland. Y para los ucranianos, «ellos son combatientes heroicos como los otros», ahonda Likhachev.

Los dirigentes históricos del batallón como Biletsky se unieron después a la vida política ucraniana, al frente de una formación de extrema derecha que nunca pasó del 2% de votos.

Con el inicio de la ofensiva rusa, retomaron las armas ya sea en su antiguo batallón o en otras unidades. Biletsky, muy activo en Telegram, vuelve a estar en Mariúpol.

Nikolai Kravchenko, ideólogo de extrema derecha, murió cerca de Kiev en una unidad de voluntarios de defensa territorial creada por veteranos de Azov, explica Likhachev.

«Pero las fuerzas políticas ultranacionalistas están en constante declive en Ucrania desde 2014 (…) Es también porque el nacionalismo moderado, alimentado por la agresión rusa, se ha convertido en mayoritario», tuiteó Anna Colin Lebedev, investigadora y profesora en la universidad de Nanterre.

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