El Bosco y el otro Renacimiento, el de «la magia, el sueño y el apocalipsis»
Marta Rullán
Roma, 8 nov (EFE).- El Bosco del siglo XXI, el de «la magia, el sueño y el apocalipsis», y su papel en el sur de Europa, en particular en España y Venecia, donde su obra fue «muy apreciada» en la segunda mitad del siglo XVI, son las claves de una particular e inédita muestra que se inaugura este miércoles en Milán (norte de Italia).
«El Bosco y otro Renacimiento», que se puede visitar en el Palacio Real milanés hasta el próximo 23 de marzo, reúne un centenar de obras, entre pinturas, esculturas, tapices, grabados, códices y otros objetos curiosos, que giran alrededor del «pintor antiguo favorito del gran público», como lo define Fernando Checa, catedrático de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid y exdirector del Museo del Prado de Madrid.
Se trata de pinturas que seis siglos después de ser creadas «conmueven a la gente», explica a EFE Checa, uno de los tres comisarios de una muestra nacida con el objetivo de explorar «El Bosco fuera de Flandes».
LA FRAGILIDAD DEL JARDIN DE LAS DELICIAS
Jheronimus Von Aken (1453 – 1516), El Bosco, conocido por sus visiones oníricas y mundos curiosos, criaturas monstruosas y figuras fantásticas, es el autor del «Jardín de las delicias», la «joya» de El Prado, frente a la que más se agolpa el público que visita el museo como pudo comprobar el propio Checa hace unos días.
«Por eso, reunir el 25 por ciento de sus obras en una exposición es algo excepcional», asegura.
Son cinco obras autógrafas del artista -del que «no se conservan más allá de una veintena en todo el mundo»- a partir de la que recibe al espectador, el políptico de San Antonio del Museo de Lisboa, junto a un tríptico de la Galería de la Academia de Florencia, otro del museo de Brujas y dos obras procedentes de España, una del Museo Lazaro Galdiano y otra del Prado, de la colección de Felipe II, que tenía la mejor de Europa en el siglo XVI.
El «Jardín de las delicias» está representada en uno de los cuatro tapices de la colección del monarca español, que no se han visto juntos prácticamente nunca y «cuyos cartones seguramente procedían del taller de El Bosco», que fue el que «aseguró la difusión de los modos bosquianos a finales del XVI en la Europa mas bien mediterránea».
Lamentablemente el original, como sabe muy bien el comisario, ha sido imposible de trasladar «por razones de seguridad», pues es un cuadro «fragilísimo, que no se puede mover», ni siquiera para cambiarlo de planta en el museo madrileño, donde hace dos décadas fue objeto de una restauración «superdelicada».
LEONARDO Y ARCIMBOLDO
La exposición es fruto de una larga preparación: «Hemos contextualizado casi todas las obras, con sus fuentes literarias, exponiendo también libros y otras obras que tienen que ver con el mundo de El Bosco, con sus caricaturas, monstruos, incendios… Por eso hablamos de otro Renacimiento, no del clásico, el de Miguel Angel o Rafael».
«Y uno de los paradigmas de esa otra visión es Leonardo Da Vinci, que igual que hacía pinturas muy clásicas, como La Gioconda, también experimentaba con otras. Mostramos el Códice Tiburziano, expuesto muy pocas veces, abierto por una pagina de caricaturas de Leonardo».
La última sala está dedicada «al mundo del coleccionismo de maravillas», donde se pueden ver «objetos raros, curioso, exóticos» presididos por el retrato del emperador Rodolfo II, sobrino de Felipe II, y uno de los más célebres de Arcimboldo (1527-1593), conocido por sus manieristas representaciones del rostro humano con flores, frutas, animales y plantas.
Una exploración «de lo grotesco, de lo fantástico, en la dinastía de los Hamburgo, la principal patrocinadora de las obras de El Bosco», sobre cuyos supuestos mensajes ocultos » se ha fantaseado mucho», según el exdirector de El Prado.
EL BOSCO DEL SIGLO XXI
«El significado final de su obra es difícil de conocer por no decir imposible, como en el caso del ‘Jardín de las Delicias’, del que es imposible saber lo que significan todas y cada una de sus escenas y figuras» y «los pictogramas son también complejísimos de interpretar», explica.
En realidad, «no sabemos prácticamente nada de El Bosco, de su vida, de cómo pensaba. No dejó nada escrito, ni siquiera hay una cronología fiable de sus obras, lo que tenemos son las imágenes abiertas a la interpretación de los estudiosos, pero también del gran público y de su fantasía».
Checa tiene muy claro que «en un mundo como el actual, con tanta incertidumbre, la magia, el sueño y el apocalipsis atraen muchísimo porque, por mucha ciencia e historia que tengamos, lo inesperado surge continuamente. Y por un lado fascina y por otro atemoriza, que es lo que pasa con este Bosco del siglo XXI». EFE
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