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Escaramuzas, las charras mexicanas que se abren paso con valentía

Mariana González-Márquez

Guadalajara (México), 14 sep (EFE).- Con su elegancia y valentía, las escaramuzas o mujeres charras de Jalisco, estado del occidente de México, se abren paso con una escuela que entrena a niñas y adolescentes en la charrería, considerado un deporte nacional usualmente dominado por hombres.

La escuela abrió sus puertas de manera formal a principios de septiembre, el mes de las fiestas patrias de México, y es la primera avalada por el Gobierno estatal en un esfuerzo por inculcar en las más jóvenes el amor por las escaramuzas, una rama de la charrería que es practicada solo por mujeres.

Esther Venegas Rodríguez, originaria de San Martín de Hidalgo, un municipio de la región valles de Jalisco, contó este miércoles a Efe que desde pequeña monta a caballo y hace unos cuatro años se animó a ser escaramuza.

El amor por esta vertiente de la charrería la llevó a impulsar la escuela en ese poblado y rápido tuvo una respuesta, no solo de niñas que ya conocían este deporte, sino de quienes se acercaban por primera vez a él.

Aunque es una variante de la charrería, las escaramuzas tienen su propia identidad y sus propias suertes o ejercicios que requieren de valentía, un amplio conocimiento de los caballos, habilidad para dirigirlos y mucha coordinación, precisó.

“Con todos los ejercicios se conforma una rutina que nos da puntos en las competencias, pero lo más importante es tener el valor para andar a caballo. Las chicas ya traen ese amor por los caballos, solo es necesario entrenar la coordinación y estar atentas», explicó.

Venegas Rodríguez tiene la sonrisa y la sinceridad de las mujeres de pueblo, en donde la charrería tiene su espacio natural, pues en sus orígenes, a inicios del siglo XX, se practicaba en las haciendas y ranchos de Jalisco, como una actividad de entretenimiento entre los hacendados y sus trabajadores.

La práctica se extendió a otras entidades del país y, con el tiempo, llegó también a las ciudades.

En los últimos años, sus practicantes crearon organizaciones para profesionalizar este deporte, declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en 2018.

APRENDER CON VALOR

Dos o tres veces a la semana, una decena de niñas entre 10 y 15 años se alistan para ir al lienzo charro de San Martín de Hidalgo.

Las niñas han hecho suyo este rodeo, donde se realizan las charreadas o jornadas de charrería y que además funciona como la escuela.

En vez de llevar un maletín con sus aditamentos deportivos, las chicas llegan al lugar en una camioneta con un remolque. Dentro está su caballo, su compañero, y a quien deben, en parte, su buen desempeño en el equipo.

Las alumnas se ponen su ropa de entrenamiento, espuelas, botas y peinan su largo cabello, mientras sus padres colocan los protectores en las patas de los caballos y la albarda, una silla de montar especial para que las escaramuzas puedan sentarse de lado y realizar los movimientos sin caer.

En el entrenamiento practican movimientos en los que deben dirigir a los caballos. El rodeo está dividido en cuatro cuartos desde donde deben ir y venir desde las orillas hacia el centro y realizar floreos, círculos o las llamadas “coladeras”, en las que cuatro escaramuzas se cruzan a toda velocidad.

“Entre más peligroso sea un ejercicio, mayor debe ser la concentración para evitar una caída o un choque entre los animales. La coordinación es lo más importante para poder controlar los caballos”, explicó a Efe Stefany Celina López, escaramuza y madre de una de las chicas del equipo.

Añadió que conocer al caballo es fundamental para la escaramuza, pues si ambos no tienen “química” y “conexión”, no habrá entrenamiento que valga.

CHARRAS DESDE NIÑAS

Como si montaran en bicicleta, las niñas dirigen el caballo mientras conversan y ríen.

Con 13 años, Verónica Álvarez entrena con su caballo desde hace tres. Comenzó a viajar a Guadalajara para acudir a una asociación, pero al enterarse de la escuela decidió apuntarse para competir.

“Formas una segunda familia con las integrantes de la escaramuza, algunos ejercicios dan miedo, pero es parte de esto sentir la adrenalina, lo más difícil es controlar el miedo, con lo demás todo fluye. Monto mi caballo y me olvido de todo», expresó a Efe.

Sara Guerrero Zárate tiene 13 años y es una de las alumnas más avanzadas. Relató que desde niña veía las charreadas y le llamaban la atención las mujeres a caballo vestidas con sus coloridos trajes.

“Me llamó la atención más por los caballos, que por el deporte. Pero cuando comienzas a practicarlo le tomas un amor enorme que te tiene aquí en cada entrenamiento. Otros deportes son bonitos, pero me gusta más estar con mi caballo, además de que representas a México”, dijo. EFE

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