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España distribuye los abrazos colombianos que ayudan a mujeres y niños vulnerables

Dominique Campaña

Madrid, 16 feb (EFE).- En un pequeño taller en el barrio Altos de la Torre, en la ciudad colombiana de Medellín, un grupo de mujeres cose algo más que tela, crean muñecos ‘abrazadores’ que transforman el afecto en herramienta de cambio y que llegan a España, entre otros países.

Hugger Island (La isla de los abrazadores), es un proyecto que nació desde la pasión por la creatividad y la naturaleza y que ha logrado que las creaciones de estas mujeres de Medellín salgan de las fronteras de Colombia y lleguen a México, Venezuela, España y hasta a China.

En estas llamadas ‘fábricas de esperanza’ se confeccionan los ‘abrazadores’. Sin ojos que juzguen ni boca que critique, este compañero de tela, con un corazón bordado y largos brazos, nació para convertir el vacío en refugio y el dolor en solidaridad.

Detrás de esta iniciativa está la colombiana Viviana Otálvaro, ingeniera de diseño de producto especializada en biónica y biomimética, que estrenó el proyecto como un simple gesto personal: Un regalo para su novio que entonces vivía en Argentina.

«Me lo inventé como para que me sintiera cerquita», recuerda Otálvaro en una entrevista con EFE a través de videoconferencia.

Cuando la relación terminó, quedó el concepto, y lo que empezó como una creación única pronto se transformó en un vehículo de cambio social.

Mientras trabajaba en una universidad de Medellín en un proyecto educativo para jóvenes de zonas marcadas por la herencia del narcotráfico, obtuvo una beca de diseño y emprendimiento social en Alemania. En Berlín, su ‘abrazador’ ganó premios y validó su impacto emocional.

De regreso a Colombia, utilizó sus ahorros como profesora para producir los primeros prototipos, que pronto llegaron a hospitales, hogares de adopción y comunidades marginadas, generando un impacto que se volvió palpable.

Un abrazo que transforma vidas

Hugger Island se basa en tres pilares: visibilizar la salud mental sin tabúes, generar empleo digno y fomentar el consumo solidario. Por cada abrazador que alguien compra, otro se dona a personas en situación de vulnerabilidad.

Para muchas mujeres desplazadas por la violencia rural o por violencia del narcotráfico, la confección de estos muñecos ha significado un cambio real.

Como aquella que, con su primer pago, reemplazó la bolsa de plástico que usaba como techo por una teja de zinc. «Ahí entendimos que estábamos generando impacto», dice Otálvaro.

Muchas de ellas no sabían coser ni leer, y su autoestima estaba fracturada. Hoy, estas 14 mujeres han recuperado su independencia, accedido a una vivienda digna y brindado educación a sus hijos.

En nueve años, Hugger Island ha distribuido más de 60.000 ‘abrazadores’ y donado 9.000 a poblaciones vulnerables. Su diseño no es solo ergonómico, sino una herramienta de apoyo emocional.

En la Fundación FAN de Medellín, que atiende a niños víctimas de violencia sexual, una primera donación de 800 ‘abrazadores’ se convirtió en parte esencial del programa Jugar para Sanar.

«Cada niño que ingresa debe de tener un objeto que ayude al autocuidado, a volver a abrazar o decir quién no quiero que me abrace», explica.

El crecimiento de la ONG ha sido un desafío constante, desde la dificultad inicial de vender un producto poco comprendido hasta el impacto de la pandemia, que visibilizó la importancia de la salud mental.

La organización ha desarrollado espacios de acompañamiento emocional como las ‘emocionatecas’, además de editar cuatro libros, crear 25 herramientas de apoyo e innovar en su plataforma transmedia.

«El ‘abrazador’ no reemplaza el vínculo humano, sino que lo refuerza. Es un recordatorio de que el amor no está afuera, sino dentro de cada uno de nosotros», concluye Otálvaro.EFE

dqc/mar/jac

(foto)

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