Fantasmas de la Guerra Fría en la isla sueca de Gotland por la amenaza rusa
«Nunca se sabe», como muchos otros habitantes de la isla sueca de Gotland (este), Emelie Cedeskog se pasó los últimos días llenando de comida la despensa y buscando dónde estaba el refugio antiaéreo más cercano.
En esta porción de tierra en medio del mar Báltico, donde el «miedo a Rusia» está muy presente (y que no pertenece al paraguas protector de la OTAN), muchos de sus 60.000 residentes rescatan sus viejas costumbres de la Guerra Fría, preocupados por el devenir del conflicto en Ucrania.
«Estamos algo inquietos, no se sabe muy bien lo que va a pasar», confiesa a la AFP Emelie Cedeskog, una profesora de 35 años.
El miércoles, casi una semana después del inicio de la ofensiva del Kremlin en Ucrania, cuatro aviones de combate rusos violaron el espacio aéreo sueco al este de Gotland, un punto estratégico en el Báltico.
Difícil saber si se trata de una provocación aislada o de una señal anunciadora de nuevas tensiones entre Occidente y Rusia.
«Recibimos muchas llamadas, la gente estaba preocupada, querían sobre todo saber dónde están los refugios antiaéreos, dónde ir si llegaba a ocurrir algo…», explica a la AFP Rikard von Zweigbergk, responsable local de gestión de crisis.
– Acopio de botellas de agua –
«La gente compró gran cantidad de conservas, aunque todavía quedan. Pero ya no hay reservas de botellas de agua y hornillos de gas».
Por lo que manda un mensaje para los más inquietos: «mantengan la calma, mantengan la cabeza fría», afirma este trabajador público. «El riesgo es mínimo, más alto que antes, pero bajo».
Con su microclima de veranos suaves y más soleados que en tierra firme, sus pequeñas playas y el patrimonio medieval de su capital, Visby, Gotland es un destino turístico importante y muy cotizado para los suecos.
Situado a menos de 350 kilómetros del enclave ruso de Kaliningrado, los expertos militares le ven otras ventajas: está considerado como un «portaaviones imposible de hundir», clave para el control marítimo y aéreo del Báltico.
En los primeros momentos de tensión en Ucrania, en diciembre, un programa de la televisión rusa discutió un posible plan de invasión de Estonia, Letonia y Lituania, que incluía la toma de Gotland. Algo que puso los pelos de punta a los habitantes de la isla.
Este territorio es un termómetro de las relaciones con Moscú: aunque el gobierno sueco decidió desmilitarizarlo en los años 2000, en 2015, poco después de la anexión rusa de la península de Crimea, Estocolmo volvió sobre sus pasos e instaló un regimiento.
En enero, cuando se empezó a precisar la amenaza rusa contra Ucrania, fueron llegando refuerzos, y aparecieron vehículos blindados en las calles de la bucólica Visby.
Los expertos consideran que, si se produce una escalada, Rusia podría usar Gotland como campo de prueba de la determinación de las potencias occidentales.
Porque, al contrario de sus vecinos bálticos, polacos y daneses, Suecia no es miembro de la OTAN, aunque sí un socio cercano desde hace 30 años.
– OTAN, sí; OTAN, no –
«Estaría bien tener una base aérea de la OTAN aquí», dice Pelle Torsson, de 61 años, y que lleva 20 en Gotland. «Pero no sé si Moscú lo vería como una provocación», añade.
Como muchos otros vecinos, no cree que vaya a ver un ataque en el corto plazo. «Pero dentro de tres, cuatro o cinco años, cuando Putin termine con Ucrania ¿qué hará después?»
Aunque Suecia no se plantea, de momento, pedir su entrada en la Alianza Atlántica (OTAN), Estocolmo sí que envió armas a Ucrania, rompiendo con su doctrina de no armar a países en guerra.
Y la incursión aérea del miércoles se interpreta como la réplica de Moscú.
«Es paradójico, Rusia no quiere que nos unamos a la OTAN, pero se comporta como si nos empujara a hacerlo», responde Samuel Lindgren, un vecino de 21 años.
El jueves por la noche, a la luz de las antorchas, más de 2.000 personas se concentraron en Visby para manifestar su apoyo a Ucrania.
A lo lejos, resonaba el estruendo de un ejercicio militar conjunto de suecos y finlandeses.
«Ya hace dos siglos desde la última vez que los rusos entraron en Gotland, en 1808», explica Julius Mehler, un antiguo diácono de 64 años. «Pero me siento más seguro cuando escucho los aviones suecos y finlandeses».