Don Carlos, el longevo de los suizos
Carlos Schmidlin Schifferli, cuyos padres abrieron en el sur del país la primera fábrica de café de cebada, es todo un personaje en el centro de Concepción y el fiel exponente del espíritu suizo.
A sus 97 años, con una estatura inusual (1.90 mt.) para los chilenos, vestido elegantemente, de traje y corbata, recuerda el pasado emprendedor de sus ancestros emigrantes.
Siguiendo la tradición familiar en cuanto a su longevidad -sus padres mueren a la edad de 85 y 86 años-, con sus 97 años a cuestas, Carlos Schmidlin todavía realiza personalmente algunos tramites relacionados con su actividad actual: la venta de papelería a sus antiguos clientes.
Con un marcado acento suizo alemán, don Carlos, que posee la doble nacionalidad, es todo un personaje en la zona, querido y respetado por su forma apacible y el empeño puesto en las múltiples actividades realizadas en su vida comercial.
Primera fábrica de café en la Araucanía
Sus padres llegaron desde el cantón de Basilea en 1884 a la localidad de Traiguén. Y, luego de incursionar en la agricultura, se dedicaron a la fabricación de cafés sucedáneos de avena, trigo e higos, fábrica que instalaron en Purén, pueblo donde se instalaron a vivir los ancestros.
Con el trabajo de sus padres y hermanos, la familia crea la tostaduría Bío-Bío e instala los primeros molinos de harina que se recuerdan en el sur del país.
Allí producían un café de bajo costo, que se hizo fácilmente popular, alcanzando ventas importantes en todo el sur del país. Hoy, nombrar el café Chevalier y Siroco provoca en muchos cierta nostalgia de los años ‘50.
Cabe destacar que se trató de la primera fábrica de café importante del sur de Chile obtenido de cereales, base hoy en día de productos biológicos y diéticos para la alimentación de los niños.
Disciplina e idioma
«La principal enseñanza de nuestros padres era el amor por el trabajo y el respeto por las personas. Ello, junto con una disciplina de vida, fue la mayor herencia recibida», cuenta a swissinfo Don Carlos.
«La austeridad estuvo siempre presente en nuestro hogar, era una forma de vida que ellos habían aprendido en Suiza y que nos dejaron como legado», recuerda con nostalgia.
Casado con esposa chilena y con seis hijos, él ha mantenido esa disciplina, así como el dominio del lenguaje del suizo alemán, que incluso lo practica solo, pues ya casi nadie lo habla en la ciudad.
Eso y su constante participación de las actividades de la colectividad suiza lo mantienen ligado a su patria de origen.
El viaje a Suiza nunca realizado
El amor por la música es otro de los legados de sus padres. Con sus hermanos incluso tuvieron destacadas participaciones en celebraciones de la fiesta patria, con una banda en la que Don Carlos tocaba un violín.
Por sus venas corre sangre musical: los abuelos de su madre, Karl Antón Shifferli y Berta Séller, y de su padre, Joseph Schmidlin, eran integrantes de pequeños grupos familiares que tocaban música en Suiza.
Con una salud puesta a toda prueba, Don Carlos es capaz de leer el periódico sin el uso de lentes. «El hombre es un ser que debe ser siempre activo, eso lo mantiene vital, con vida. Yo aún realizo ventas y hago las cobranzas y, hasta el año pasado, manejaba mi camioneta», relata.
«Tengo ya cerca de 100 años, pero me digo a mí mismo que tengo 15 años…», afirma sonriente, como si revelara su más preciado secreto, este hombre que confiesa que de lo único que se arrepiente es de no haberse atrevido a viajar a Suiza.
swissinfo, Nelson Muñoz, Concepción
Es uno de los últimos sobrevivientes de la primera de emigración de emigrantes suizos al sur de Chile.
Luego de incursionar en la agricultura, se dedicaron a la fabricación de cafés sucedáneos de avena, trigo e higos, fábrica que instalaron en Purén, pueblo donde se instalaron a vivir los ancestros.
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