El otoño baja de los Alpes a lomo de vaca
Centenares de pobladores de Flums y de sus alrededores, asistieron este fin de semana a una de las centenarias citas con el folclor suizo.
Unas 200 vacas, soberbiamente ataviadas, descendieron de la montaña durante el tradicional festejo del ‘desalpe’.
En efecto, si el gorjeo de los pajarillos anuncia la llegada de la primavera, el tamborileo de los cencerros y el mugido de las vacas que descienden de la montaña dan cuenta de la agonía estival.
La fiesta del ‘desalpe’ es tan vieja que nadie en el poblado sangallés de Flums recuerda su origen. Sin embargo, todos saben que cada año el ritual se repite y que a mediados de junio, cuando la hierba de los alpes está apta para alimentar a las vacas, los rebaños ascienden las laderas en su busca.
Las vacadas veranean apaciblemente en las partes altas de la montaña en una estancia que comienza cuando el hielo se ha derretido y que concluye cuando las nieves anuncian su retorno. El camino cuesta arriba se conoce como ‘alpage’ y la ruta de vuelta, a mediados de septiembre, es el ‘desalpe’.
Para la población suiza, cuyo 6 por ciento vive de actividades relacionadas con el campo, esos ciclos de la naturaleza tienen una gran importancia. De ahí que acompañen sus idas y venidas con festejos ancestrales y coloridos.
Bellas de día
Es así que, desde poco antes del medio día del sábado (21.09) y a pesar de un cielo obstinadamente gris, centenares de personas se apostaron a la entrada del poblado para asistir de nueva cuenta a la parada de las emperifolladas vacas en su desfile de comienzo de temporada otoñal.
Tocadas con el banquillo de la ordeña cubierto de flores y fijado a la inversa entre la cornamenta, las vacas avanzaron entre la multitud que las aguardaba cámara en ristre.
Al frente del cortejo las más grandes, con las coronas más vistosas y los cencerros más finos. En el cierre, los elementos más jóvenes del rebaño -los terneros nacidos en la montaña-, en su presentación en sociedad.
El paso lerdo e inseguro de algunas de las bestias traducía el enorme esfuerzo realizado luego de dos horas de marcha con una joya al cuello de varios cientos -y hasta miles- de francos suizos pero también de muchos kilos.
Un trago y a casa
El repiqueteo de esos cencerros de fiesta grande avanzó por las calles de la población para detenerse en la plaza principal donde las vacas abrevaron en la fuente y concluyó la parada.
«Cada oveja -o más bien cada vaca- con su pareja». Los pastores entregan los animales a los ganaderos. Y ¡hasta la próxima!.
Un ciclo más quedó concluido. Durante la estadía de la vacada en la montaña, los propietarios reunieron y almacenaron los pastos que servirán de sustento a sus rebaños durante los meses de frío. La naturaleza sigue su ritmo, los labriegos también …
Marcela Aguila Rubín
Las vacas suizas pastan en los Alpes durante el verano
El ‘alpage’ es una tradición centenaria en Suiza
La fiesta culmina en la plaza principal
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