Federer, un acreditado maestro chocolatero
Para celebrar el inicio del período navideño, Lindt & Sprüngli, el líder suizo en la producción de chocolates finos, organizó una gran fiesta popular con un espectáculo de luces, mercado de Navidad y visita a la fábrica ubicada cerca de Zúrich.
Uno de los invitados más ilustres era el tenista Roger Federer, que además de vivir junto a la planta, también confesó ser un verdadero amante del chocolate.
Solo el título de la fiesta ya era sugerente: ‘Lindt Chocolate Day’ prometía ser una gran fiesta popular de una de las marcas más populares de chocolate del país de los Alpes. Además del tradicional mercado navideño, la dirección de la empresa había anunciado la asistencia del tenista suizo Roger Federer, que desde octubre de 2009 es imagen de la marca, algo inédito en los 165 años de historia de este fabricante.
Localizada en Kilchberg, la fábrica da su personalidad a toda la región, no solo por su diseño clásico sino también por emanar un fuerte aroma dulce, que atrae a los turistas a este pequeño pueblo que bañan las aguas del lago de Zúrich.
Los árboles estaban decorados con bolas de Navidad. En la entrada del nuevo edificio, una hilera de conejos de chocolate marcaba el camino hasta el salón, donde los invitados podían cambiarse de ropa. Las reglas de higiene ante todo: cualquier visitante que entre en la cadena de producción debe llevar la cabeza cubierta, vestir una bata y lavarse las manos. Después se abrieron las puertas del ‘paraíso’ para el grupo, formado en gran medida por periodistas y clientes especiales.
Federer, conquistado con bombones
Tras el posterior taller de elaboración de chocolate se produjo el encuentro con Federer. La idea de Lindt de invitar al único tenista que cuenta con 16 títulos de Grand Slam para ser imagen de la marca comenzó tras una derrota sufrida en Shanghái en invierno de 2008.
Ernst Tanner, director ejecutivo y presidente del consejo de administración, envió a Federer un caja de bombones y una invitación personal para visitar la fábrica de Kilchberg. El deportista, que reside en Wollerau, una villa situada a pocos kilómetros de la fábrica de Lindt, aceptó. De la visita surgió la propuesta, que aceptó el deportista con rapidez. Un diario económico estima que Federer gana anualmente cuatro millones de francos con este patrocinio.
Interrogado por swissinfo.ch acerca de si su imagen combina con el chocolate, Federer abrió el baúl de los recuerdos. “Puede que comiera demasiado cuando era niño, pues no tenía idea. Aunque hoy prefiero degustar el chocolate”, dijo, revelando también sus preferencias de consumo. “Suelo comer un poco antes de cada partido y después con amigos, para relajarme”. Y para justificar el trabajo de marketing, Federer resaltó su lado patriota. “Crecí con chocolate como todos los niños suizos y por eso estoy orgulloso de estar trabajando para Lindt”.
Roger Federer, que para sus aficionados representa las legítimas cualidades suizas, no duda al ser confrontado con los problemas de imagen sufridos por Suiza, sobre todo tras la casi quiebra de uno de sus bancos más potentes o por las disputas fiscales con los países vecinos.
“No soy político, pero sí un buen tenista. Estoy muy orgulloso de representar a mi país, ya que creo que sus valores son muy buenos. Tenemos grandes productos de exportación como los de Lindt y otras marcas también, con los cuales estoy feliz de estar asociado. Suiza sigue teniendo una imagen en el mundo y cuando las personas me ven, muchos piensan en la calidad y en la excelencia suiza”, declaró a swissinfo.ch.
Alta tecnología
Al contrario de la imagen romántica, los productos de Lindt no utilizan grandes cazuelas donde los maestros chocolateros mezclan cuidadosamente los ingredientes. Hoy en día, los brazos se sustituyen por máquinas y el cerebro por ordenadores. En la línea de producción, casi enteramente automatizada, la masa de cacao ya llega preparada después que los granos hayan sido tostados en una fábrica en Olten.
A diferencia de muchas empresas en Suiza o de otros países, que suelen comprar las materias primas de los mayores fabricantes mundiales de chocolate, Lindt domina todas las etapas de producción, pasando de la torrefacción de la semillas de cacao, por la elaboración de la masa, hasta el producto final.
Descargada en una de las gigantescas máquinas, la masa oscura de cacao pasa por diversas etapas, la mezcla de ingredientes, el refinado…hasta llegar a uno de sus variadas formas.
Después de ser enfriadas, las tabletas son empaquetadas. En algunas salas, la temperatura se mantiene siempre a 18 grados. “Así garantizamos la calidad del chocolate”, explica un técnico.
El sector de bombones es todavía más complejo. Máquinas especiales preparan las diferentes mezclas, o con las recetas clásicas de los maestros chocolateros o con fórmulas exclusivas.
Las pequeñas delicias se guardan en un gran depósito, donde los robots hacen la selección para rellenar las cajas de surtidos y las colocan después en estanterías.
Brazos robotizados con lectura óptica sacan los bombones y los llevan a sus huecos para completar las cajas. Aunque a veces no son perfectos. “Muchas veces sobra un espacio vacío y nuestras trabajadoras deben rellenarlo con la mano”, afirma el técnico, apuntado a un grupo de mujeres ubicadas frente a las cajas de bombones, en la cinta transportadora.
Un detalle picante explica lo que ocurre con los bombones que caen en el suelo, algo que suele ocurrir a menudo debido a la velocidad elevada de la producción. “Se guardan para después utilizarlos en la alimentación animal”, dice, revelando también que los afortunados animales son los cerdos.
Emplea en todo el mundo a 7.409 personas, la empresa suiza tiene seis fábricas en Europa y dos en Estados Unidos.
Además tiene 17 filiales proprias y otros distribuidores independientes en otras partes del mundo.
Facturación (2009): 2,5 mil millones de francos.
De la facturación, el 6,2% se genera en Suiza, 57% en Europa (donde los principales mercados son Alemania, Francia e Italia), el 26,8% en América del Norte y el 9,8% en el resto del mundo.
Su sede está localizada en Kilchberg, junto al lago de Zúrich.
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