¡No son explosivos! En este escáner de control se observa el contenido orgánico que un viajero lleva en su maleta. Esas figuras naranjas son salchichas.
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No hay fiesta sin salchichas. Cuando hay una feria, o un carrusel en alguna plaza, el puesto de salchichas no falta.
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El pedazo de carne del obrero: en las obras de construcción la cervelas es un menú popular. Los obreros portugueses e italianos se suman pronto a degustarla.
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El picnic con cervelas forma parte de todo curso escolar.
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Es el buen momento de aprender a asar la salchicha, en la infancia.
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Durante la prohibición de importaciones de productos bovinos de Brasil, entre 2006 y 2012, se temió por el futuro de las cervelas. De esa época, la obra de Hans Stäubli: ‘El juramento del Grütli’.
Hano Stäubli
Jean-Pierre Corpateux, el carnicero pintor, coloca a la cervelas en el centro de su obra.
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Y la popular cervelas cordon bleu.
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Existen de diversos tamaños, colores e ingredientes.
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Un productor infla los intestinos de vaca con aire, materia prima para la cobertura del embutido.
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Los intestinos son lavados y, curados luego con sal.
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La receta es siempre un secreto bien guardado de los productores.
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Los intestinos son rellenados con la pasta.
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Finalmente, las cervelas son calentadas y ahumadas al horno durante poco menos de dos horas.
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En Suiza es popular: la cervelas, la salchicha nacional. Un libro publicado el día de la Fiesta Nacional rinde homenaje a esta especialidad culinaria que reconcilia en el gusto a todos los ciudadanos de un país multicultural como lo es la Confederación.
En Suiza hay centenares de tipos de salchichas, pero ninguna tan notoria como la cervelas. Podría decirse que todo mundo en este país tiene recuerdos de infancia relacionados con este alimento que aparece casi en todos los asadores. El arte es hacerle incisiones en forma de cruz en cada extremidad e insertarlo en un palito de madera para ponerlo luego sobre el fuego. La piel rojiza de la salchicha se oscurece con las llamas y la cervelas está lista para ser comida cuando las extremidades comienzan a abrirse como los pétalos de una flor. Una experiencia casi sensual.
En la Exposición Universal de 1900, esta salchicha fue servida como especialidad helvética. De allí su estatus de salchicha “nacional”. Hoy es aún la salchicha más vendida en el país: 160 millones de piezas, lo que quiere decir 20 salchichas por persona al año.
Este libro, en sus 176 páginas, rinde homenaje al embutido.
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