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La apuesta por los biocarburantes de segunda generación

Las oleaginosas fueron usadas por Rudolf Diésel a finales del siglo XIX para alimentar su famoso motor. Keystone

Los biocarburantes han sido blanco de críticas de índole ecológica y señalados como eventuales responsables de problemas alimenticios en el planeta. Sin embargo, el sector de los biocarburantes aún no ha dicho su última palabra.

La primera generación de ese tipo de combustibles favorece la transición energética para dar paso a los biocarburantes de síntesis.

¿Los biocarburantes tienen sólo de ecológicos su nombre? La tendencia entre los defensores medioambientalistas se inclina más hacia la crítica. Ahora exigen una moratoria tanto a escala nacional como internacional.

Recientemente, el relator especial de Naciones Unidas para el derecho a la alimentación, el suizo Jean Ziegler, denunció la influencia negativa de la producción de biocarburantes para los cultivos alimenticios. A principios de este verano, el partido suizo de los Verdes exigió que la importación de bioetanol y de biodiésel sea suspendida durante un quinquenio.

Este viraje, aparentemente paradójico, tiene origen en un informe del Instituto Suizo de Investigación Tecnológica y de Materiales, Empa, publicado en mayo de este mismo año.

En ese documento se indica que el balance medioambiental global de la producción de numerosos biocarburantes resulta menos satisfactorio que el de los carburantes fósiles. Además, se menciona que estos combustibles vegetales podrían tener efectos problemáticos en el ámbito de la alimentación y en los suelos.

Consumo al alza

«Hay de biocarburantes a biocarburantes. En mi opinión, la mejor actitud es la de reconocer que, efectivamente, hay riesgos; identificarlos y establecer medidas para limitarlos», reconoce Edgard Gnansounou, director del laboratorio de sistemas energéticos de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL). A su juicio, una moratoria no es la mejor solución.

«No hay que perder el sentido de las proporciones. Los biocarburantes representan actualmente el 0,7% del mercado mundial. Si bien existen problemas locales, como el aumento de la tortilla en México o la deforestación en Indonesia, sería una lástima interrumpir la dinámica establecida actualmente», explica.

La tendencia en Suiza y en otros países se inclina por aumentar la demanda de los biocarburantes. La Unión Europea (UE) quiere incrementar su uso al 5,75% de aquí al año 2010, y al 8% para el 2020. Estados Unidos se ha propuesto una utilización al 10% y Suiza, al 5%.

«Se prevé que para 2030 este tipo de carburantes ocupará entre el 4 y el 7% del mercado mundial. Bajo esa perspectiva, no hay que provocar temores en la gente sobre los biocarburantes, aún cuando se tenga razón en hacer un llamado de alerta a la opinión pública. De hecho, debe privilegiarse la estrategia que apueste por la durabilidad».

Que merezcan la etiqueta de ecológicos

Una palabra clave para la diputada ecologista saliente, Anne-Catherine Menétrey Savary es que «los Verdes han solicitado una ‘moratoria’ y no una ‘interdicción’ absoluta. Debemos velar por el desarrollo de formas menos nocivas al medio ambiente en la fabricación de carburantes vegetales y por que ese rubro no compita con la producción alimenticia».

Todo es, en realidad, una historia de generaciones. Los biocarburantes, tal como los conocemos actualmente -es decir, el bioetanol y el biodiésel- tienen inconvenientes que no deberán tener sus sucesores, los biocarburantes de síntesis, denominados de segunda generación.

Estos últimos merecerán verdaderamente su nombre cuando sean producidos sin el uso voraz de fertilizantes y a partir de plantas no alimenticias, desechos agrícolas y restos vegetales, lo que dará como resultado un balance ecológico mucho más favorable.

«Los biocarburantes de primera generación sólo se justifican como precursores del desarrollo de este tipo de combustibles, asegurando la transición energética. A largo plazo, el objetivo es obtener biocarburantes de forma sostenida», subraya Edgard Gnansounou.

Suiza, con retraso

Por el momento existen programas pilotos, como el Renew (Renewable fuels for advanced powertrains) en Europa, que reúne a investigadores, representantes de la industria automotriz y petrolera. Su propósito es asegurar el desarrollo comercial de biocarburantes de síntesis.

En espera de la segunda generación, Edgard Gnansounou, considera primordial el desarrollo de redes internacionales de certificación de biocarburantes de la primera camada. Un proceso ya en curso cuyos líderes son Gran Bretaña, Países Bajos y el estado de California, en Estados Unidos.

En ese terreno, Suiza ha alcanzado algunos logros, pero también tiene retrasos. «Su industria tiene un nivel respetable en el sector de la química y las biotecnologías. Potencialmente, podría ocupar una posición de punta», considera.

Sobre el deseo del Parlamento helvético de desfiscalizar los biocarburantes, este paso debería contribuir a reforzar los conocimientos en el rubro, ventajosos a largo plazo para el país.

swissinfo, Carole Wälti
(Traducido del francés por Patricia Islas Züttel)

El Parlamento suizo decidió en la primavera pasada desfiscalizar los biocarburantes para incentivar la demanda y reducir las emisiones del CO2.

En su revisión de la ley sobre la imposición a los aceites minerales, estableció cuotas de importación para favorecer la producción local de biocarburantes.

Una exigencia que el Consejo Federal (gobierno) no retomó en su orden de aplicación, argumentando que esa medida era contraria a las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Por su parte, el partido de los Verdes presentó una moción para solicitar una moratoria en la importación de biocarburantes fabricados con base en plantas alimenticias. El Consejo Federal recomienda rechazar la propuesta.

A finales del siglo XIX, el sector de la ingeniería pensó en los biocarburantes para alimentar los primeros motores de combustión. Rudolf Diesel ideó su famoso motor diésel para que funcionara con aceite de cacahuate. Los legendarios ‘Ford T’ de Henry Ford también se basaban en fuentes biocarburantes.

Los biocarburantes utilizables en los motores de explosión se producen a través de la transformación de los azúcares y aceites de origen vegetal.

Los azúcares o los almidones (como la caña de azúcar, el betabel o el trigo) transformados en alcohol se utilizan en motores de gasolina (bioetanol). Las oleaginosas (como la colza, el girasol, la palma), en los motores diésel (biodiésel).

En Suiza, 65% de los vehículos motorizados utilizan gasolina; 34%, diésel y el otro 11% funciona con otros carburantes.

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