¿Necesita Suiza un gigante bancario global?
Suiza protagoniza un intenso debate acerca de la conveniencia de tener un único gigante bancario en casa. Algunos afirman que el país se vería beneficiado con un UBS reforzado. Otras voces, en cambio, consideran que sería una amenaza para la economía.
El banco UBS se ha convertido en la única potencia bancaria global que tiene Suiza tras adquirir a su rival, el Credit Suisse, en 2023.
Con operaciones en el mundo entero, UBS combina la gestión de patrimonios y activos con servicios como la banca de inversión y la atención a minoristas suizos (particulares y empresariales). Pero la talla que adquirió es tal que su balance contable equivale a dos veces el Producto Interno Bruto de Suiza.
La Asociación Suiza de Banqueros (ASB) considera que el tamaño del UBS le aporta fortaleza a la hora de competir con otros grandes bancos del mundo entero. «Si Suiza quiere ser una plaza financiera internacional, necesita tener al menos un gran banco global», dice la ASB.
Pero muchos políticos, como Peter Hegglin, del partido de El Centro, consideran que el tamaño que ha adquirido UBS es proporcional al riesgo que provocaría en caso de una quiebra. «Estados Unidos tiene más capacidad de absorber una crisis de este tipo gracias a la fortaleza de su economía”, expresó a SWI swissinfo.ch. «Pero esto es mucho menos el caso de Europa y Suiza».
Éxodo de los bancos extranjeros
Uno de los argumentos que esgrimen quienes están a favor de un gran banco global suizo es la capacidad que tiene de servir mejor a las empresas multinacionales nacionales y exportadoras. Swissmem, organización paraguas de la industria manufacturera, asegura que es conveniente tener un banco que bajo el mismo techo sea capaz de gestionar transacciones internacionales, emitir préstamos, cubrir los riesgos de tipo cambiario y ofrecer un acceso a los mercados de capitales.
«Una cultura compartida y una lengua común también son factores blandos que no deben subestimarse. Nuestras empresas necesitan tener la confianza de que el banco estará a su lado también cuando se presentan situaciones difíciles», dijo a Swissmem a SWI swissinfo vía correo electrónico.
Las empresas suizas se sintieron abandonadas por los bancos controlados por extranjeros que se marcharon tras la crisis financiera, añadió Swissmem. Para memoria, el número de bancos extranjeros se ha reducido a la mitad en Suiza, al pasar de 123 establecimientos en 2008 a 61 entidades en 2022.
“Es un mal recuerdo que aún reverbera en el presente», declaró el grupo de presión de la industria manufacturera.
El peso pesado farmacéutico suizo Roche suscribe esta posición y respalda la conveniencia de tener un gigante bancario global en casa. «Los bancos suizos que poseen una masa crítica y están conectados a la red del sistema financiero internacional son de una gran valía para las empresas multinacionales basadas en Suiza», dijo Roche a SWI swissinfo por correo electrónico. «Los grandes bancos con sede en Suiza facilitan además el uso del franco suizo en las transacciones comerciales y financieras».
Auge de la posguerra
Construir un sector financiero que es tan poderoso que supera largamente el peso económico del país es un proceso que le ha tomado varias generaciones a Suiza. Algunos bancos privados comenzaron a echar raíces hace 250 años, pero la plaza financiera suiza se convirtió realmente en una verdadera fuerza global después de las dos guerras mundiales del siglo XX.
«Tras la Segunda Guerra Mundial arribaron a Suiza enormes flujos de capital. El sector financiero suizo vivió un periodo de crecimiento excepcionalmente intenso», dijo a SWI swissinfo.ch la economista Rebecca Stuart, profesora de la Universidad de Neuchâtel. «Mucha gente pensaba que era más seguro tener sus activos en el extranjero y Suiza les ofrecía tanto estabilidad económica como política”.
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«Al tener tantos clientes extranjeros, los bancos suizos decidieron comenzar a manejar esos activos de forma más eficiente y mejorar los servicios que les ofrecían, así que fueron abriendo sucursales en el extranjero en vez de depender de bancos intermediarios en otros países”, explicó.
Para Suiza, las primeras décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial se convirtieron en una época de gran auge que trajo crecimientos exponenciales y generosos márgenes de ganancia para los bancos suizos. Una racha extraordinaria que no era eterna.
La competencia en las finanzas internacionales se intensificó en la década de 1980, cuando Estados Unidos y Gran Bretaña eliminaron la reglamentación que controlaba las actividades bancarias. Un proceso de desregulación que allanó el camino para crear bancos mucho más grandes que empezaron a ofrecer bajo el mismo techo operaciones bancarias comerciales y la rentable banca de inversión.
El fin de la Guerra Fría, a principios de la década de 1990, también le restó atractivo a la Suiza neutral como un refugio seguro capaz de proteger a los inversores en tiempos de incertidumbre geopolítica y potenciales conflictos, argumentó el historiador financiero Tobias Straumann.
Se acabó la Edad de Oro
Straumann había declarado ya al diario Handelszeitung en 2017: «la edad de oro ha terminado», cuando se conoció que el secreto bancario suizo había sido eliminado tras la incesante presión de Estados Unidos.
Suiza retuvo, no obstante, su estatus de “número uno” de la banca privada pese a la creciente presión que recibía de múltiples países. Con activos administrados del orden de los 3,8 billones de francos suizos (4,3 billones de dólares), UBS sigue en la cima de la gestión patrimonial suiza, y ambiciona llevar esta cifra a los 5 billones de dólares.
La ASB y algunos políticos consideran que sólo un gran banco suizo con servicios de gestión de fortunas y banca de inversión será capaz de competir en la escena global con instituciones como JP Morgan, HSBC y BNP Paribas.
Una percepción que va más allá del mero prestigio que esto le confiere a Suiza. Uno de los argumentos predominantes sobre la razón por la que Suiza requiere un banco de alcance global es que le permite preservar su soberanía financiera en un mundo incierto e inundado de riesgos geopolíticos.
«Para no depender de los estadounidenses o los británicos, Suiza necesita un banco que opere a escala mundial», dijo en diciembre al diario Tages Anzeiger Josef Ackermann, un peso pesado de la plaza financiera suiza que inició su carrera en el Credit Suisse antes de ocupar el cargo de director general del Deutsche Bank.
Riesgo frente a recompensa
Pero para Rebecca Stuart esta postura no concede suficiente importancia a los riesgos derivados de tener en operación a un solo banco global, carente de otro competidor nacional de la misma envergadura, en el entorno de una economía tan pequeña como la suiza.
«Aunque la soberanía financiera fue uno de los argumentos utilizados para justificar la compra de Credit Suisse por parte de UBS, en lugar de un comprador extranjero o una adquisición estatal, este planteamiento parece ingenuo”, añadió Stuart.
Y cuestionó:“¿Suiza necesita un banco masivo con alcance global en gestión de patrimonios y en banca de inversión? O haría más sentido diluir el riesgo escindiendo estos negocios en entidades distintas.»
En contraposición con Stuart, el presidente de UBS, Colm Kelleher, no ve ningún problema en el tamaño de su banco. En una entrevista ofrecida en marzo al diario NZZ am Sonntag, Kelleher argumentó que el tamaño del riesgo que asume un banco es más importante que el tamaño de su balance. UBS, dijo, está más centrado en la gestión de patrimonios que en las arriesgadas operaciones de banca de inversión que favorece el Credit Suisse. «La cuestión (del tamaño) es hipotética mientras UBS mantenga su modelo actual”, concluyó.
Texto adaptado del inglés por Andrea Ornelas / Carla Wolff
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