Negociar correctamente con los zapatistas
Desde hace más de diez años una compañía torrefactora de Basilea compra café en Chiapas a precios justos. Los representantes de la empresa acaban de visitar a sus suministradores en México.
Para muchos pequeños productores chiapanecos el café es la única manera de obtener ingresos líquidos.
Las playas de Cancún, con ese mar color turquesa, son paradisíacas, pero no hay tiempo para darse un chapuzón. Tras aterrizar en uno de los destinos turísticos predilectos de México, la delegación de la compañía Bertschi-Café emprende inmediatamente el viaje rumbo al estado de Chiapas.
Y es que les esperan en la pequeña localidad de Oventic, situada a unos 2.000 metros sobre el nivel del mar, se encuentra sumida en una marea de niebla y sus tierras cubiertas de helada.
«Preferiríamos tumbarnos al sol en Cancún», confiesa Frank Engler, antiguo propietario y actual asesor de Bertschi-Café. «Pero no nos queda más remedio que soportar el frío y venir a verles, porque son nuestros amigos.»
De visita en territorio zapatista
Los cinco zapatistas – todos ellos indios tzotzil – sonríen satisfechos bajo los pasamontañas que ocultan su rostro y apenas dejan entrever sus ojos.
Son miembros de la ‘Junta de Buen Gobierno’ y tienen que ir encapuchados, ya que lideran un movimiento de oposición al Gobierno federal. La sublevación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) que sorprendió al mundo el 1 de enero de 1994 no ha concluido.
Frank Engler y Hans-Jürg Reber, el actual propietario de Bertschi-Café, hacen una corta escala en Oventic. Sólo necesitan una autorización para proseguir su viaje rumbo a La Estación, donde tiene sede la cooperativa de productores de café Mut Vitz.
Joaquín González es uno de los más de 600 miembros de la cooperativa zapatista y trabaja en su propia plantación de café. Este hombre de 34 años recorre con los representantes de Bertschi-Café su pequeña parcela de apenas 15 áreas (1 área = 100 m²).
La última cosecha fue buena: pudo entregar seis sacos de 60 kilos cada uno a la cooperación. Por cada kilo de granos de café recibió algo más de dos dólares. En total se le pagaron cerca de 800 dólares.
No ha calculado las ganancias que le quedaron después de deducir los gastos, pero reconoce que «desde que estoy en Mut Vitz recibo algo más de dinero por mi café».
Precios justos
Como todos los pequeños productores, antes solía vender su cosecha a un intermediario – un coyote; así le llaman en Chiapas, pero a precios muy bajos. Desde que produce café orgánico para clientes como Bertschi-Café gana bastante más, porque le pagan algo más que el precio del mercado.
Aún así su vida no ha cambiado. Sigue viviendo con su mujer y sus cinco hijos en una simple cabaña con suelo de barro. La cocina se encuentra en una pequeña casa de madera medio destartalada; la letrina está a unos metros de la casa. La única pared de cemento está destinada exclusivamente a secar los granos de café.
Trabajo duro
Esta es la primera vez que Joaquín González recibe la visita de unos clientes. «Me alegra mucho conocerlos personalmente y poder enseñarles mi parcela», dice. «Yo no puedo viajar a su país para ver cómo venden mi café, porque no tengo medios para el viaje».
Tras enterarse de que un kilo de café torrefactado se vende a casi 10 dólares en Suiza, González sostiene muy educadamente: «Sí, creo que debería cobrar más dinero, pues el cultivo del café es un trabajo duro y requiere mucho tiempo».
Además de trabajar el año entero en su plantación, González carga los sacos de 60 kilos hasta su casa, un trayecto de una hora a pie y cuesta arriba.
Café: elemento unificador
Este año Frank Engler y Jürg Reber no van a comprar café a la cooperativa Mut Vitz. Ahora les toca el turno a otras cooperativas, por ejemplo la de Majomut, que agrupa tanto a zapatistas como a otros indígenas leales al Gobierno mexicano.
En muchos pueblos de Chiapas la sublevación zapatista ha abierto una brecha entre las comunidades indígenas que no comparten las ideas del EZLN. La cooperativa Majomut, en cambio, es el ejemplo por excelencia de que se puede trabajar juntos pese a las diferencias. Y es que el café es un elemento unificador.
Apoyo sostenible
Pagar un precio justo por el café que producen estas cooperativas es una forma de asegurar la supervivencia de estas comunidades y al mismo tiempo contribuye a reducir las tensiones y a fomentar la reconciliación.
Bertschi-Café compra café en Chiapas desde 1991. En aquel entonces eran 8 toneladas que ahora se han multiplicado hasta superar las 50. Esta visita ha confirmado una vez más que el contacto regular y las visitas a los productores valen la pena.
Los representantes de la empresa torrefactora han conseguido el último contenedor de café del que disponía este año la cooperativa Majomut. Y además no en las condiciones que inicialmente había fijado la cooperativa, sino en las que negoció Bertschi-Café.
swissinfo, Martin Jordan, La Estación
(Traducción: Belén Couceiro)
El 40% del comercio mundial está en manos de cuatro multinacionales cafeteras.
En octubre del 2004 llegaron a un acuerdo sobre un código de conducta.
El código prevé salarios mínimos, eliminación del trabajo infantil, así como la renuncia al uso de pesticidas tóxicos.
El código se basa en iniciativas similares adoptadas en otros sectores, como el textil, el de artículos de deporte o la industria de diamantes.
Cerca de 25 millones de campesinos en 70 países en desarrollo viven del cultivo de las plantaciones de café.
Sus ingresos se han reducido a la mitad en el plazo de diez años.
Solamente en Sudamérica unas 600.000 personas perdieron su trabajo.
Con un 30% de cuota de mercado, Brasil es el principal productor mundial de café, delante de Vietnam e Indonesia.
En 1997 el café alcanzó un precio récord en veinte años.
La multiplicación de la producción en Vietnam y la recuperación de Brasil de las malas cosechas generaron una enorme sobreoferta.
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