Otto Klöti, una vida dedicada al café
Otto Klöti se mudó a Costa Rica en 1948. Seis décadas de trabajo, dedicación y fortuna le han llevado a construir una vida plena y a obtener el reconocimiento de los demás.
Klöti sembró con tenacidad y cosechó con abundancia los frutos de su ardua labor. Actualmente se considera entre los mayores expertos de la producción cafetera en ese pequeño país centroamericano.
Frieda, una hermana del padre de Otto Klöti, emigró con su esposo de un poblado de montaña en el cantón de Zúrich a Costa Rica en 1926.
La pareja vivió en su granja, pero en 1947 la tía Frieda quedó sola y en la miseria tras la muerte de su marido. Como no tuvieron descendencia, en una carta que escribe a su hermano en Suiza: «Tras la muerte de mi esposo estoy sola. Tú tienes siete hijos. Mándame a alguien».
Otto era el mayor y por ello, el elegido y debió suspender sus estudios como aprendiz de mecánico.
Otto Klöti describe en una conversión con swissinfo: «No hubo entonces reparo ante la solicitud de la tía. En Costa Rica se estaba en apuros. La tía Frieda requería de alguien que pudiera ocuparse. En Dürnten teníamos suficientes brazos fuertes, por ello enviaron a uno de nosotros».
Un viaje a la revolución
Pero la partida del joven Klöti debió retrasarse. En Costa Rica se tambaleaban las estructuras políticas y sociales en los años 1947 y 48. Estalinistas y antiestalinistas luchaban de manera sangrienta entre sí en San José.
Klöti recuerda: «En Costa estaba la revolución. Escribía a mi tía cada tres semanas una carta, pidiéndole que no me olvidara». La precaución de la tía Frieda tenía fundamento.
Los enfrentamientos en 1948 duraron más de cuarenta días. Dos mil personas perdieron la vida.
Cuando las aguas se calmaron y el ejército fue abolido, llegó el momento esperado para Otto. «En octubre de 1948 recibí el billete de avión para mi viaje a Centroamérica.
«Recién llgado me dediqué a conocer los alrededores y a trepar árboles. Vivía en Alejuela, en un bungaló con ventanas grandes y una hermosa terraza. Estaba en el cielo».
Sensación celestial, pero trabajo duro
Esa sensación celestial duró poco para el joven. La tía Frieda poseía siete hectáreas de tierra dedicadas a la plantación de caña de azúcar. Otto tuvo pronto en mano el machete para dedicarse a los plantíos. La tía murió en 1974.
Otto Klöti se encontró entonces solo. Los precios del azúcar descendían por los suelos. El edulcorante ya no cubría las necesidades de subsistencia.
Fue así que el campesino de origen suizo plantó café además de caña de azúcar y empezó a vender como tarea secundaria productos de la empresa alemana Höchst, como pesticidas, sistemas de riego y otros productos.
Ganancias cuando otros perdían
Klöti fue un observador agudo. Estudió al detalle el negocio del café, y comprendió pronto que podía prosperar con este negocio, la tarea de molerlo y su exportación.
«Veinte años cultivé caña de azúcar y café al mismo tiempo. Luego llegó el gran cambio en mi vida. Me concentré totalmente en el café».
Pocos productos como éste sufren tantos altibajos en el mercado mundial. Otto Klöti comprendió entonces que esa inestabilidad en el negocio del grano la podría aprovechar.
Su empresa de exportación Coricafé, junto con bancos helvéticos, salvó de apuros a otros caficultores. En lugar de encaminarlos al proceso de bancarrota, Klöti inició la tarea de cuidar y mejorar sus precarias instalaciones.
Enamorado del café
Klöti explica cómo logró ampliar sus terrenos cafetaleros, justo en momentos de crisis.
«Conocía el negocio de las plantaciones de café, mejoraba los terrenos con problemas y los preparaba para una posterior venta. Y así, me enamoraba de ellos».
«De esa manera llegaron a nuestras manos cuatro campos que compramos finalmente».
Actualmente, casi sesenta años después de la llamada de su tía Frieda, este hijo de un campesino procedente de un pueblito zuriqués tiene una gran tierra de cultivo, en la que se incluyen 100 hectáreas de bosque reforestado por él mismo.
Lo aristocrático del café
Ya retirado del negocio de la exportación de café, actualmente se dedica, junto con su hijo y esposa, al tratamiento del grano y a la filosofía del café.
Klöti sostiene que los caficultores tienen un estatus especial: «Los que se dedican al grano tienen algo de aristocrático. Un campesino que siembra frijoles o maíz, abandona su cultivo cuando una sequía irrumpe en sus tierras.»
El productor de café en cambio, no la abandona. «Éste pasa hambre pues debe cuidar a su arbusto durante ocho años, hasta que salgan sus frutos. Por esta razón, estos agricultores son para el gobierno unos socios en los que puede depositar su confianza, que allí permanecen firmes.»
Otto Klöti ha sembrado y cosechado en Costa Rica, y es considerado como uno de los más reconocidos expertos del grano en todo el país. Pese a ello, no se hace ilusiones.
«Se calcula que unas 25 millones de personas se ocupan de los cultivos de café. Pero sólo un millón de personas viven de ello. Los otros 24 millones restantes sobreviven.»
swissinfo, Erwin Dettling, San José
(Traducido del alemán por Patricia Islas Züttel)
El negocio del grano se reparte entre los productores, los tratadores, los tostadores y los exportadores.
La comercialización del café en Costa Rica está totalmente en manos de la iniciativa privada.
El Estado supervisa y controla la industria, junto con el Instituto del Café de Costa Rica (ICC). Aquí se encuentran representados todos los socios que participan en la industria cafetalera.
Al frente de las plantaciones: 56.896
En la tarea de la preparación del grano: 127
En la exportación: 64
En la tarea del tostado: 51
Volumen de exportación: 1,9 millones de costales (c/u de 46 kilos de peso)
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