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Pequeños campesinos se radicalizan en Paraguay

José Parra Gaona, dirigente campesino paraguayo, dictó varias conferencias en Suiza. swissinfo.ch

Antes de salir de su país tuvo que pedir un permiso especial. José Parra Gaona, dirigente campesino, llegó a Suiza invitado por la Cruz Roja.

En Berna explicó por qué es importante que Europa, sepa lo que está ocurriendo en Paraguay con los campesinos y con la naturaleza.

Como secretario general de Tesai Reka Paraguay, organización que agrupa a 27 asociaciones campesinas, como presidente de la Asociación Campesina de Desarrollo Integral, y como directivo de una escuela especializada en agricultura para pequeños campesinos, José Parra Gaona, conoce la situación al revés y al derecho.

En la conferencia Paraguay- ¿Qué tienen que ver las reformas agrarias con los procesos de globalización?, indicó que en su país hay más o menos 250 mil familias campesinas sin tierra.

«Hay propietarios que poseen 500, 200 u 80 mil hectáreas. Los grandes propietarios, el 1,6%, tiene el 85% de las tierras, mientras que el 82% de pequeños propietarios sólo accede al 7,9% de las tierras disponibles».

Existe, por tanto, una fuerte presión y un grave problema social, sentenció. «Lejos de orientarse a una desconcentración, la tierra rural tiende a una mayor concentración en pocas manos. Las grandes empresas sojeras cultivan 2 millones de hectáreas y producen 4,5 millones de toneladas de ese producto, lo que coloca a Paraguay como cuarto productor mundial de soja».

La tierra, un producto para el mercado

Pero este crecimiento se hizo a costa de los pequeñas fincas y no de los latifundios, aclaró. «La tierra se ha convertido en un producto del mercado y frente a las grandes empresas, el pequeño agricultor no tiene la mínima posibilidad de adquirirla».

Las injusticias no acaban allí. Las empresas cultivan soja transgénica y fumigan con pesticidas tan peligrosos, como el glifosfato y el paraquat, que destruyen otros cultivos, contaminan los alrededores y provocan intoxicación y muerte entre los campesinos y sus animales, denunció el dirigente.

Ante tal escenario, la mayoría de los campesinos se ve obligada a abandonar sus tierras y emigrar a las ciudades. Sólo entre el 2003 y el 2004, los pequeños agricultores perdieron unas 150 mil hectáreas de tierras que pasaron a manos de los sojeros, la mayoría de ellos brasileños.

Gobierno y prensa contra de los campesinos

Las grandes empresas generalmente cuentan con el apoyo del gobierno, no pocas veces pagan un ‘impuesto’ extra a los funcionarios que favorecen y aceleran las gestiones a su favor, dijo Parra. Y la clase política se vende al mejor postor, agregó.

A su vez, la prensa paraguaya presenta a los empresarios como los inversionistas que traen capital y trabajo. «Es cierto que invierten, agrega Parra, pero después se llevan todo y mucho más. Y trabajo ofrecen a cuentagotas, porque casi todo es mecanizado».

Esa misma prensa, continuó, presenta a los campesinos como peligrosos, delincuentes y subversivos que no respetan la propiedad privada y desalientan la inversión.

Mueren buscando la tierra prometida

La gestión de los campesinos para conseguir tierras dura meses, a veces años. Cuando no ven voluntad de solución, presionan, realizan marchas. A pedido de los propietarios hay intervenciones policiales y los campesinos son expulsados, muchas veces con violencia. Varios campesinos murieron durante esos desalojos, lamentó el dirigente.

Por otro lado, para el pequeño agricultor, el cultivo de mayor venta sigue siendo el algodón, aunque ya empieza a dedicarse también a la horticultura, floricultura y los granos.

Pero alrededor del cultivo del algodón hay una estructura empresarial mafiosa que reduce al agricultor a una especie de esclavitud: insumos adelantados a cobrar, monopolio del acopio del algodón bruto, del precio y de la exportación. Son relaciones feudales, se quejó Parra.

Dentro del movimiento campesino hemos insistido en no caer en los monocultivos, hemos logrado cierta diversificación, sobre todo con cultivos que sirvan de alimento para las familias y con el impulso de pequeñas granjas, informó.

Los reclamos de los campesinos paraguayos

Como medidas inmediatas, Parra señaló que el movimiento campesino paraguayo está buscando fortalecer las organizaciones campesinas y dialogar con las autoridades para iniciar un proceso de reforma agraria. Paralelamente pide que se despenalice a las organizaciones campesinas y a sus dirigentes. Más de 2 mil son imputados por reclamos sociales.

El movimiento campesino también exige el cumplimiento de las leyes de protección ambiental, la limitación de las grandes empresas agrícolas, la legalización de las ocupaciones y tenencias ilegales de tierra por pequeños agricultores.

Otro objetivo es el control del cumplimiento de lo acordado y establecido con el apoyo de otros sectores nacionales e internacionales. «Porque mientras el gobierno permite el aumento de los cultivos de soja con el argumento de que habrá más divisas e inversiones, mientras avanza la privatización, incluyendo la salud y la educación, más campesinos son expulsados y aumentan los conflictos sociales».

Cada vez hay más represión, más campesinos presos y asesinados. Desde la caída de Stroessner, 90 campesinos han sido asesinados, principalmente en la lucha por la tierra. También hay más desocupados en las zonas urbanas, más niños de la calle, más prostitución infantil, más drogadicción e inestabilidad general, indicó.

En cada una de las presentaciones que tuvo en Suiza, Parra insistió en que si el gobierno de su país atiende estos pedidos de los campesinos, disminuirá el riesgo de reacciones violentas y también la posibilidad del regreso de una dictadura cívico-militar.

swissinfo, Rosa Amelia Fierro, Berna

Paraguay tiene una población de 5.878.000 habitantes.
El 60% de la población es menor de 30 años.
El 47% de la población es rural.
La superficie territorial de ese país es de 406.752 kilómetros cuadrados.
En febrero de 1989 cayó la dictadura de Alfredo Stroessner, después de 35 años.
En los últimos años, 100 mil campesinos fueron a engrosar los cinturones de pobreza de las grandes ciudades paraguayas.

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