Perfil de un ‘artesano del aire’
André Hediger, el suizo que conquista los cielos con su parapente, eligió vivir lejos de la frivolidad y dedicar su vida a volar y transmitir los conocimientos adquiridos durante incontables horas de prácticas.
Radicado en Argentina desde hace siete años, el deportista se define como un ‘chico casero, de campo, medio latino y un poco loco’.
André Hediger está bien lejos de llevar la vida glamorosa que cualquiera imaginaría que tiene un exitoso deportista que cosecha premios en el mundo.
Por el contrario, amante de la vida tranquila, de la intimidad compartida con sus pequeños hijos, Thiago y Lua, cuenta a swissinfo que le gusta ocuparse de las cosas de la casa y que le encanta cocinar.
«Acá todo este lugar es disfrutable. Tiene un clima increíble, es tranquilo, no hay ruidos de autopistas, sólo de pájaros. Cuando lo vi, me imaginé con chicos acá y me di cuenta que era ideal.»
«Todo lo que ves construido de la casa lo hice yo: las ventanas, las paredes… Soy técnico ingeniero mecánico. Esta es mi primera casa: me la diseñé, trabajé con el torno, las soldaduras, el metal, la madera, todo tipo de materiales. Al haber estudiado en mi país este oficio, no sólo aprendí a cumplir horarios; también aprendí a trabajar muy duro.»
«Creo que eso es lo que hace a los suizos muy fuertes, algo que veo en la gente de mi generación. Y en Suiza jamás podría haber tenido ni la oportunidad ni el dinero de hacer una casa como yo quiero.»
Mientras combina el trabajo de la velería con el hogar, cuenta, que cada día se toma su tiempo para volar, de una forma distinta cada vez:
«En realidad yo me considero un artista del aire, un artesano. Un día estoy trabajando con el ultraliviano, otro día estoy volando con el parapente, otro día salgo con el planeador y otro día voy a saltar con el paracaídas. Y por ahí un día no hago nada, simplemente…»
Un suizo ‘argentinizado’
Es simpático conversar con André. Mientras no deja de tomar mate, se le nota la tonada argentina, los modismos, el ‘mirá’, el ‘vos viste’, el ‘laburando’…
Cuando se le pregunta cómo eligió vivir en el país sudamericano, no duda en responder: «Yo soy latino, medio tano. Soy hijo de madre italiana y un poco loco. Soy un chico de campo, me gusta la tranquilidad, volar, cocinar, las cosas de la casa, y acá tengo eso»
Aunque disfruta vivir en Argentina y agradece poder haberse construido su casa «gracias a la devaluación» de 2001, reconoce que la vida en el país es bastante informal, algo que sufre en carne propia:
«Acá no es como en Suiza. Un sí no es un sí y un no, no es un no. Te dicen ‘ya salí para allá’ y pasan tres horas y no llegan. No hay horarios, no hay demasiada palabra. Esas son las cosas que extraño de mi país.
«Aunque ahora Suiza tampoco es lo que era. Hay muchos extranjeros que no son respetuosos, hay muchas culturas diferentes, mucho estrés. No hay espacios libres, está todo construido…»
«Sé que en Argentina tuve la oportunidad de hacerme la casa que yo quería, laburando mucho, y además acá tengo todo el espacio, puedo aterrizar el ultraliviano en mi jardín y salir a volar cuando quiero. Esto es tranquilo, tengo mi taller, después vendrá la pileta (piscina), puedo estar en la casa, estar con mis hijos…»
Enseñar a grandes y chicos
André Hediger se dedica al deporte de altura profesionalmente desde los 22 años, y desde hace más de una década es instructor de vuelo y piloto, algo que disfruta y que quiere extender también a los más pequeños. Para ello, piensa aprovechar el taller que construyó y amplió recientemente:
«Ahora estoy armando el ‘petit atelier’, una escuela para chicos, para enseñarles a volar, leer el cielo, el aire, enseñarles porqué vuela algo, porqué funciona un barrilete de tracción, porqué sube un globo aerostático… Y el taller nuevo va a servir para trabajar con los chicos.»
«La idea de la escuelita es porque acá ahora viene mucha gente los fines de semana, y la idea es poder darles clases de medio día. Yo instruyo gente y hago cursos de perfeccionamiento teóricos y prácticos.»
«También hago vuelos de bautismo (no muchos) en ultralivianos, parapente… Pero acá hay muchos que hacen esto, hay 8 escuelas, y yo trato de elegir con quién volar: tiene que ser gente especial, gente con la que siento las ganas de ir a volar.»
La velería
Los inicios de André fueron trabajando en una velería mientras vivía en una casa rodante, en Suiza. Por eso, nunca dejó de dedicarse al oficio que también emprendió en Argentina apenas llegó y para el cual actualmente tiene montado un importante taller:
«Acá tengo ocho máquinas de coser con distintos puntos e hilos, telas y suspensores de toda variedad para reparar y todo lo necesario para hacer servicios de parapente, paracaídas, aladeltas. Tengo arneses, sillas…»
«Además está el taller mecánico donde se hacen las soldaduras, están las herramientas para trabajar madera, metales, fibras. Todo lo necesario para los trikes, para reparar motores, mantener el tractor. Hoy tengo tres empleados que me ayudan con todo esto.»
Desde que llegó al aeroclub, el joven suizo lo revivió y hoy el lugar cuenta con una pista activa que convoca a cientos de deportistas del aire. Sabe que es su logro, su «laburo», y se siente orgulloso y con muchas ganas de seguir.
swissinfo, Norma Domínguez – desde La Cumbre (Córdoba), Argentina
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