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Syngenta llevará más transgénicos a Chile

Cultivos de maíz transgénico de Syngenta.

Los grupos ecologistas están completamente en contra del proyecto del Valle de Azapa porque temen el contagio de cultivos ancestrales de maíz.

El gobierno apoya a la biotecnológica, que afirma que nada malo sucederá. La liberalización del sector es analizada actualmente por el Parlamento chileno.

Syngenta tiene planes de trabajo en el chileno Valle de Azapa en donde invertirá 22 millones de francos suizos en seis años.

Concretamente, dedicará 40 hectáreas de tierra a la producción de semillas de soja y maíz transgénico, un proyecto que despierta la crítica de los grupos ecologistas chilenos y de legisladores de izquierda.

A cambio, Syngenta goza del respaldo del gobierno de Michelle Bachelet, a través de la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), que trabajará en equipo con la biotecnológica helvética.

Al final, la falta de una legislación puntual en la materia ha permitido que Chile, como muchas otras naciones emergentes, se convierta en laboratorio biotecnológico de los países desarrollados.

El proyecto de Syngenta

Arica es conocida en Chile como la región «de la eterna primavera»; cercana a la frontera con Perú y caracterizada por su buen clima la mayor parte del año.
El Valle de Azapa, ubicado en Arica, ha sido elegido por ello como una buena opción para que Syngenta desarrolle su proyecto de semillas transgénicas de maíz y soja.

Una noticia que ha sentado mal a las organizaciones ecologistas del país.
La posición más aguerrida es de la Fundación de Sociedades Sustentables (FSS).

María Isabel Manzur, una de sus líderes y experta internacional en temas de desarrollo sustentable, expresa un abierto rechazo ante los planes del grupo ya que, a su juicio, está por desarrollar procesos que han sido cuestionados a nivel internacional dado el impacto que provocan en el medioambiente, la biodiversidad y en la salud humana.

Manzur critica también que el gobierno chileno esté dispuesto a destinar recursos públicos -aún no cuantificados- para apoyar a Syngenta a través de Corfo.

¿Qué temen…?

Los detractores de los transgénicos temen sobre todo la contaminación de los cultivos tradicionales.

FSS lleva siete años trabajando en la región en un amplio proyecto de conservación de cultivos ancestrales (que incluye la protección de variedades de maíz autóctono en vías de extinción). Un esfuerzo que se verá minado con la llegada de las semillas genéticamente modificadas.

El segundo gran temor es aún más complejo y sensible porque está ligado al posible conflicto social que podría despertar la experimentación biotecnológica.

Syngenta vivió uno de los capítulos más desafortunados de su historia entre 2006 y 2007, cuando una serie de experimentos transgénicos en campos de su propiedad en el brasileño Parque Nacional de Iguazú provocaron el rechazo de agricultores de la zona y ONG´s.

Y lo que comenzó como un campamento de protesta pacífica se convirtió en un debate legal y político que concluyó con un enfrenamiento violento y con la muerte de un joven militante del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra.

La legislación futura

El tema de los transgénicos está a debate en Chile en donde el Poder Legislativo analiza actualmente la liberalización del sector.

La FSS y la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina (RAP-AL) realizan una activa campaña para concienciar a los campesinos y a la opinión pública sobre las desventajas de abrir puertas y ventanas a los transgénicos.

Marco Enríquez-Ominami, diputado del PS, apoya esta causa y afirma que la falta de firmeza del gobierno en la materia perjudicará al país entero. Y sobre todo, será irreversible.

Pero también hay opiniones a favor.

Luis Rocafull, intendente regional de Arica-Parinacota, por su parte, asegura que los trabajos de Syngenta no afectarán en absoluto la agricultura local porque se han tomado medidas para proteger el medioambiente (de contagios) y la salud de la población (vulnerable ante el uso de los potentes pesticidas).

Syngenta argumenta…

Consultada al respecto por swissinfo, Syngenta confirmó la posesión de las tierras y detalló que comenzará a trabajar con las primeras variedades de soja y maíz en un mes.

La dirección general de Syngenta Crop Protection de Chile está convencida de que no habrá contagio sobre cultivos no transgénicos porque tomarán medidas para evitarlo.

En sus palabras, tanto campesinos como autoridades y futuros trabajadores de la zona han sido informados «y la receptividad ha sido muy positiva».

Al cuestionarle si no existe temor a una manifestación organizada como la que se produjo en Brasil, la biotecnológica respondió:

«Syngenta ha sido siempre transparente en sus actividades. Mantenemos un permanente dialogo con las autoridades y con la comunidad. El proyecto Arica mejorará la calidad de vida de los campesinos de la zona al aplicarse tecnología de última generación».
Lo cierto es que los intereses en juego son muchos. Y las visiones –por dispares- muy difíciles de reconciliar.

Pero las grandes biotecnológicas del mundo requieren espacios para desarrollar sus proyectos, y dadas las restricciones que existen en el Viejo Continente en la materia (en Suiza están prohibidos los cultivos de transgénicos), buscan siempre tierra fértil en otras latitudes.

swissinfo, Andrea Ornelas

Syngenta –cuya antecesora fue Geigy Ltd- opera en Suiza desde 1758.

Originalmente se especializó en la fabricación de tinturas y hoy es uno de los grupos biotecnológicos más importantes del mundo.

Los transgénicos son organismos cuya información genética se modifica artificialmente (a través del injerto de genes) para crear un nuevo organismo (vegetal o animal), casi siempre con mayor rendimiento y resistencia a las plagas.

La chilena Corporación de Fomento de la Producción (CORFO), fue creada en 1939 como entidad pública responsable de promover el desarrollo del país en distintos dominios, uno de ellos, el campo.

Syngenta suscribió los acuerdos internacionales de la Conferencia de Curitiba que le comprometen a respetar reglas internacionales en materia de producción y venta de transgénicos.

Los tres países que más transgénicos siembran en el mundo son EEUU, Argentina y Canadá.

Chile sólo posee un decreto -Resolución del Servicio Agrícola y Ganadero sobre la Liberación de Transgénicos- que rige el sector y permite sembrar transgénicos para exportar, no para consumo interno.

La manipulación de organismos genéticamente modificados despierta temores en Europa –Suiza es, de hecho, uno los países más conservadores en la materia- debido al riesgo que existe de que los cultivos transgénicos contaminen a otros que no lo son.

El grueso de las plantas se reproducen gracias a la polinización (intercambio de polen a través de aves, abejas, etc), un proceso difícilmente controlable.

A nivel de la salud humana, si bien hasta el momento no se han probado científicamente daños por el consumo de transgénicos, tampoco se ha podido concluir que no los generarán en el futuro.

De ahí el tiento con el que manejan el tema la mayoría de las economías desarrolladas. No así las economías emergentes, que por falta de legislación, frecuentemente permiten que sus tierras se conviertan en huertos experimentales de otras naciones.

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