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Transantiago: ¿transporte público como el de Suiza?

Santiago, la capital de Chile, tiene desde febrero un nuevo sistema de transporte público para sus seis mmillones de habitantes...

En los primeros días un caos reemplazó a otro. Antes, cientos de “micros” (buses) recorrían la ciudad de un extremo a otro, formando enormes tacos en las horas de punta al pasar por el centro.

Ni hablar de las corridas infernales entre conductores para quitarse mutuamente los pasajeros, porque ganaban según la cantidad de personas transportadas. Temeraria costumbre que ponía en peligro la vida.

El antiguo sistema tenía sus ventajas y su parte folclórica. Uno podía subir y bajarse en la esquina que más convenía sin respetar los paraderos establecidos. Los buses, muchas veces en estado lamentable, llevaban adornos multicolores y si el chofer no prendía la radio a todo volumen, se subía una pareja de cantantes populares para entretener el viaje cual sardinas.

Tampoco era rara la presencia de comerciantes ambulantes que ofrecían herramientas, calcetines de importación china o en épocas de calor helados o refrescos. Ahora los buses parecen asépticos y los comerciantes perdieron su trabajo igual que los “sapos” quienes con lápiz y papel informaron a los chóferes contra pago sobre el atraso que llevaban en su recorrido.

El conocer el sistema lleva tiempo

Lentamente, todavía con un mapa en la mano, los santiaguinos se acostumbran al Transantiago, nombre que se dio al nuevo sistema integrado de transporte público. Sólo hay que identificar el color del bus para movilizarse en su comuna o un bus troncal que lleva al metro y finalmente a un destino más lejano.

En vez de pagar cada recorrido se usa una tarjeta recargable que descuenta cada tramo con la posibilidad de trasbordo incluido en unos dispositivos instalados en los buses y en los paraderos. Ahora los conductores tienen sueldo fijo para preocuparse sólo de manejar bien.

El caos de los primeros días y semanas se debió principalmente a la falta de información adecuada y oportuna. A la gente le costaba caminar un par de cuadras (1 cuadra = 100m) para esperar locomoción. A los erróneamente apodados los ingleses de América del Sur les falta aprender a hacer filas y no subirse a un bus sin pagar.

Eso hay que lograr con la ayuda de la policía uniformada. Los operadores privados deben poner a disposición la cantidad de buses estipulados en los contratos con el Ministerio de Transportes para no exponerse a más multas millonarias y regularizar la frecuencia de los recorridos mediante el sistema de geoposicionamiento. De hecho, el Transantiago toca poderosos intereses económicos que, por oponerse a reformas anteriores, en más de una ocasión paralizaba a la capital.

Gran afluencia de pasajeros

Las diferentes líneas de metro – en el futuro el eje central del transporte público – se vieron a su vez sobrepasadas por la cantidad de pasajeros que aún debían acoger en época de vacaciones. Las aglomeraciones de pasajeros desesperados e indisciplinados en los andenes ponía en peligro la seguridad de las personas.

Falta rediseñar muchos recorridos para dar mejor cobertura a sectores periféricos y de menores ingresos donde las personas dependen más de la locomoción pública y están expuestas a la inseguridad de la noche.

Los operadores tienen plazo hasta el 2010 para el funcionamiento total del nuevo sistema. Santiago será entonces una cuidad con menos contaminación, provocada en gran parte por partículas en suspensión y el exceso de vehículos con una sola persona a bordo. Calles más despejadas y menos ruidosas harán la vida diaria menos sacrificada o más amigable.

Diferencias

Dado que es bastante más complejo diseñar redes viales y organizar recorridos del transporte público en una metrópoli como Santiago, casi sin planificación urbana, los suizos de cualquier cuidad están acostumbrados a que los buses y tranvías respeten los horarios indicados en los letreros de los paraderos y los trenes de cercanías (S-Bahnen) atienden a las aglomeraciones.

Salvo en las horas punta no hay congestión o eternas esperas, ni se viaja apretado entre muchos cuerpos extraños, olores incluidos. Existe hasta la mala costumbre de tomar el bus para ir al supermercado a la vuelta de la esquina porque el pase pagado anticipadamente permite viajar las veces que se quiere.

La diferencia entre los dos países y capitales consiste en que en Suiza hay mayor conciencia medioambiental – asombra la cantidad de estacionamiento para bicicletas – y que allá es el Estado, concretamente la comuna la que se hace cargo del déficit recurrente del transporte público. Aquí tendrían que hacerlo los empresarios privados, quienes, para evitarlo, se descargan con una merma en el servicio que se comprometieron a prestar.

Cualquier persona tendría que poder usar un sistema de transporte que aún sin corresponder a sus expectativas satisfaga por lo menos sus necesidades. El tiempo empleado para llegar a un lugar o volver a casa es parte del tiempo libre o tendría que sumarse al tiempo de trabajo.

Ocupa una parte importante del presupuesto y en el caso de un sistema deficiente, además de los malos ratos, implica un efecto negativo, difícil de cuantificar en la economía de un país. Es evidente que al respecto queda mucho por hacer aquí que allá.

Regula Ochsenbein, Santiago de Chile.

Regula Ochsenbein nació en Lucerna el 15 de marzo de 1949. Cursó sus estudios primario y secundario en Basilea y Berna, donde obtuvo su ‘Matura’ (bachillerato), en 1968.

En aquel año de efervescencia estudiantil en Europa comenzó la carrera de Sociología y la terminó en 1977 graduándose de licenciada en Historia Moderna y Sociología de los países en desarrollo y derecho público.

Durante sus estudios participó en intercambios estudiantiles (Checoslovaquia); trabajó de voluntaria en un pueblito de Grecia y en un Kibutz de Israel.

Su vida profesional la llevó, tras un curso de preparación, al servicio diplomático, ámbito en el que permaneció desde 1978 hasta 1985. En ese año decidió abandonar la carrera y quedarse en Chile tras haber ocupado funciones en Portugal, Santiago de Chile y Londres.

Actualmente combina en Chile sus actividades de socióloga con las de artesanía en madera.

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