Chalecos amarillos galos a los transportistas españoles: No os dejéis dividir
Marta Garde
París, 26 mar (EFE).- Los «chalecos amarillos» lograron poner en jaque al Gobierno de Emmanuel Macron y desde la experiencia acumulada al ocupar cada sábado en 2019 la actualidad mediática del país algunos de sus entonces cabecillas lanzan un mensaje a los transportistas españoles: no os dejéis dividir.
«No os dejéis llevar por la división que podrían instaurar los grandes medios de comunicación. Es una pelea de uno para todos y todos para uno. Estamos todos en el mismo saco porque no formamos parte de la élite», explica a EFE Maxime Nicolle.
Él fue portavoz de los «chalecos» en los inicios de ese movimiento, que salió por primera vez a la calle en noviembre de 2018 en protesta por el aumento en la tasa del carburante y que cristalizó después la fractura económica y territorial de Francia.
El Ejecutivo francés acabó presentando un plan valorado en 17.000 millones de euros para apagar esa crisis, que incluyó un aumento del salario mínimo, la anulación del alza de las cotizaciones para pensiones bajas y una rebaja del impuesto sobre la renta.
Nicolle, que ha abandonado la primera línea pública, aunque en Facebook mantiene una comunidad de 159.000 seguidores, insta a los españoles a «seguir unidos, sin líderes a los que les vayan a cortar la cabeza», y a ir «hasta el final».
El bloqueo en España entró este sábado en su decimotercer día de movilizaciones y el presidente de la Plataforma Nacional por la Defensa del Transporte por Carretera, Manuel Hernández, ha asegurado que desconvocará el paro de los pequeños transportistas cuando haya un decreto que impida contratar por debajo de costes.
¿Hay similitudes entre el movimiento francés y el español? «Veo parecidos con todos los que en cualquier lugar del mundo luchan por el bienestar colectivo y una vida digna», sostiene Nicolle, que asegura que en Francia nunca hubo cabecillas, sino gente que «participó en el despertar social e intentó cambiar las reglas del juego», dice.
Thierry-Paul Valette, otro antiguo rostro de los «chalecos», cree que lo que sucede en España «es un poco lo que pasó en Francia hace tres años»: «Les diría que no caigan en la violencia y no le hagan el juego a los políticos. Hay que decirles que no están solos y que su problemática es la de Francia y lo será de otros países».
FUERZA DILUIDA
Valette también se ha apartado de ese activismo callejero y alega que las protestas de entonces agruparon al final tantas causas que diluyeron su fuerza.
«Al principio no era un movimiento contra Macron, sino un movimiento social de gente que estaba harta de cómo se habían hecho las cosas mucho antes de él», sostiene el antiguo fundador de la división moderada «Chalecos amarillos Ciudadanos».
Los «chalecos» franceses no han desaparecido del todo, pero su presencia esporádica en otras manifestaciones queda muy lejos de los 287.700 que hubo en su apogeo, según cifras del Ministerio del Interior.
«Hay menos movilización, es un hecho, por varias razones: el cansancio, tres años ya de protestas, y una violencia policial como nunca se había visto», sostiene Nicolle, que no se siente representado por ninguno de los candidatos a las presidenciales de abril.
Olivier Ihl, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Sciences Po de Grenoble, defiende que los «chalecos» franceses consiguieron alertar a los poderes públicos sobre la situación de esa parte de la población alejada de las ciudades y muy dependiente del coche.
«Hicieron aparecer en la esfera política reivindicaciones poco escuchadas hasta entonces, sobre poder de adquisición o políticas medioambientales». Reclamos que cuesta hacer oír, sostiene, «porque las políticas públicas están cada vez más orientadas hacia la gente de las grandes urbes».
Pero más allá de la convergencia en la protesta española y en la francesa sobre el precio de los desplazamientos por el alza del combustible, dice no ver muchos puntos de unión.
«Hay bastantes diferencias a nivel sociológico. Lo de España se parece más a lo que pasó en Canadá, con un cuerpo profesional específico, el de los pequeños transportistas, pero cada experiencia es particular, no se puede asimilar ni hacer un corta y pega», concluye el politólogo. EFE
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