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El espionaje de Pegasus, un grano de arena en la relación París-Rabat

(Corrige lead: correcto Rabat)

Luis Miguel Pascual

París, 23 jul (EFE).- El espionaje telefónico a políticos franceses, incluido el presidente, Emmanuel Macron, revelado por un consorcio de medios y atribuido a Marruecos, emerge como un grano de arena en la engrasada relación diplomática entre París y Rabat, aunque no parece que vaya a tener consecuencias de fondo.

La relación entre ambos países siempre ha sido «simple en la superficie y complicada en la sombra», explica este viernes a Efe la experta en cuestiones mediterráneas en el Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI), Dorothée Schmid.

Con dos puntos esenciales de tensión: el Sáhara Occidental y la relación con Argelia, con quien Marruecos mantiene una exacerbada competencia por ganarse los favores de Francia.

De puertas para afuera, el Gobierno de París ha elevado el tono para calificar de «muy graves» los hechos, que Francia está analizando para concretar si son ciertos, pero no se ha observado ningún movimiento diplomático de fondo.

«La batalla está más en las opiniones públicas que en las cancillerías», explica Schmid, que asegura que Marruecos no está acostumbrado a que la prensa francesa publique escándalos sobre su país, porque sus servicios de información trabajan intensamente para evitarlo.

En ese mismo sentido iría el hecho de que muchas de esas escuchas afectaron a periodistas y que Marruecos no ha dudado en utilizar todo su arsenal de seguridad para impedir la difusión de algunos reportajes en Francia.

MURO DE CONTENCIÓN

En ese sentido, ver en los medios franceses el «caso Pegasus» constituye una grieta en ese muro de contención muy molesto para Rabat y que explica su reacción de llevar ante los tribunales franceses al consorcio de medios y a Amnistía Internacional.

Pero, al tiempo, las revelaciones de espionaje llegan en un momento en el Marruecos había comenzado a mover sus peones en la espera internacional, espoleado por el reconocimiento de Estados Unidos -bajo el mandato del anterior presidente, Donald Trump- de su soberanía sobre el Sáhara Occidental.

«A partir de ese movimiento, Rabat se ha visto envalentonado y no duda en subir el tono, sobre todo con la Unión Europea», señala Schmid, que recuerda los recientes encontronazos con Alemania y con España, siempre con el caso de la excolonia española en el fondo.

En el caso de Francia, las cosas son más complejas, porque existe una fuerte vinculación histórica desde el final del protectorado galo en 1956 y porque las relaciones económicas, diplomáticas y culturales son extremadamente importantes.

Francia es el primer inversor exterior en Marruecos, el segundo socio comercial, tras España, además del país que acoge la principal comunicad marroquí en Europa, por lo que mima la relación con ese país que, además, es un socio esencial en la lucha contra el yihadismo.

ENFRIAMIENTO CON HOLLANDE

Algo que París pudo comprobar en 2014, cuando las relaciones entre ambos países sufrieron un duro golpe después de que una jueza francesa ordenara el interrogatorio de un responsable de los servicios secretos marroquíes, Abdellatif Hammouchi, tras la denuncia de torturas presentada por personas que habían pasado por cárceles del país africano.

El apagón diplomático fue total y el entonces presidente, François Hollande, debió aplicarse a fondo para restablecerlo al año siguiente, cuando una ola de atentados yihadistas golpeó a Francia y se hizo imprescindible la cooperación con Marruecos, lo que se tradujo en la concesión de la Legión de Honor a Hammouchi.

Un nombre poderoso en Marruecos al que el medio digital francés Mediapart, uno de los afectados por el espionaje telefónico, atribuye ser el cerebro del «caso Pegasus».

El recelo entre ambos países es «constante», asegura el profesor Pierre Razoux, de la Fundación Mediterránea de Estudios Estratégicos en el diario Les Echos.

Marruecos siempre está muy pendiente de la sensibilidad de sus dirigentes y, en particular, de las relaciones entre Francia y Argelia, el enemigo más cercano de Rabat.

«Hay una reestructuración del equilibrio en el norte de África. Macron busca la reconciliación con Argelia y eso disminuye la influencia de Marruecos», señala a Efe el profesor de historia del Magreb Contemporáneo de La Sorbona, Pierre Vermeren.

Tanto él como Schmid consideran que las eventuales escuchas se enmarcarían en ese acercamiento a Argelia, que Macron alimentó durante la campaña que le llevó al Elíseo en 2017 y que, posteriormente, trató de matizar reservando a Rabat su primer viaje oficial fuera de Europa. EFE

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