Detrás de los muros del Vaticano
Una exposición de fotografías en los Museos Vaticanos muestra la vida de los guardias pontificios detrás de los uniformes y las banderas. La idea es presentar este cuerpo militar - que sería el más fotografiado del mundo - bajo un aspecto diferente de aquel bien conocido por el público en general.
El papa Francisco siempre ha querido una Iglesia Católica con las puertas abiertas, sin que nadie se atrinchere en su interior. La Guardia SuizaEnlace externo, encargada de su seguridad, decidió también abrir sus puertas. Por lo menos para una exposición fotográfica única dentro de los Museos VaticanosEnlace externo. ‘La vida de un guardia suizo. Mirada privada’ muestra las bambalinas de ese cuerpo militar.
Las imágenes dan cuenta de los momentos especiales que viven los guardias al cobijo de la vista de los turistas, detrás de los muros del Vaticano y en la intimidad de cada uno. “Cuentan una vida noble y antigua, pero también la juventud de un grupo de muchachos al servicio del papa”, explica el director de los Museos Vaticanos, Antonio Paolucci.
En las fotografías se observa la rutina de esos jóvenes. “No queremos ser superhéroes ni ser tratados como ángeles de la guarda del papa, queremos cumplir con nuestro servicio en silencio, con dedicación y humildad”, señala el comandante de la Guardia Suiza, Christoph Graf, durante la presentación de la exposición.
“Este no es un servicio militar normal. Es un servicio para el papa y para la Iglesia y hay que amar a los dos”, afirma el comandante a swissinfo.ch.
El trabajo es aún más exigente cuando se trata de una personalidad como Francisco, opuesto a los protocolos rígidos. “Servirle resulta siempre interesante. No siempre sigue el protocolo. Es cierto que para la seguridad, es a veces una dificultad adicional, pero estamos acostumbrados, y es algo muy bello. Él necesita su libertad. Creo que la aprecia mucho y queremos asegurársela. Al mismo tiempo, somos responsables de su seguridad y tenemos que estar atentos por todos lados”, precisa el comandante.
Es una misión delicada y compleja, sobre todo en estos tiempos de amenazas terroristas. “Hablo como representante de la Guardia y es evidente que no cerramos los ojos ante esas amenazas. Las situaciones que vemos nos duelen mucho. El papa condena la violencia, es un constructor de puentes, quiere ir hacia las otras religiones. Vemos que es posible vivir juntos en paz – unas religiones al lado de otras – y creemos en ello”, añade Urs Breitenmoser, sargento y portavoz de la Guardia Suiza.
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Detrás del uniforme de la Guardia Suiza
Camaradería
Como saludo a la Guardia Suiza, el papa Francisco responde con un movimiento de cabeza o un apretón de manos. Estas relaciones menos militares y la oportunidad de hablar directamente con él han creado un amplio clima de confianza entre el heredero del trono de San Pedro y su ejército. Las imágenes de la exposición inmortalizan momentos de gran humanidad y, sobre todo, de la camaradería entre los soldados.
Muchas de las fotos son instantáneas de períodos de ocio, de días libres y también de entrenamientos, la formación, además de ceremonias como la prestación de juramento. En estas últimas, el fotógrafo Fabio Mantegna captó, por ejemplo, al hijo de Christoph Graf. “Fotografié al niño cuando se ponía el casco de su padre. Sonreía y mostraba su admiración. Estaba feliz. Imagino que para un niño ver a su propio padre vestido de capitán es muy impresionante. Es una de mis fotos favoritas”, nos confía el fotógrafo.
La exposición cuenta con 86 de las 150 fotografías del catálogo. Son en color o en blanco y negro. Las leyendas fueron escritas por los propios guardias.
El resultado final sorprendió incluso a los miembros de la Guardia. Casi nunca ven el resultado de las imágenes ‘robadas’ por los turistas. “Es un trabajo sobre nuestra rutina. Cuando vemos estas imágenes, nos decimos que es hermoso ver que el trabajo que estamos haciendo es rico y variado, lleno de bellos momentos”, dice Urs Breitenmoser, miembro de la Guardia desde hace casi 20 años. Otras imágenes muestran clases de italiano, las sonrisas en el comedor a las religiosas francesas responsables de la subsistencia, las charlas de los cadetes durante su tiempo libre en los jardines del Vaticano.
Los guardias fueron los primeros visitantes de la exposición. Algunos aparecen repetidamente. Es el caso particular de Benjamín Croisier, de Gimel, en el cantón de Vaud. “Estas fotografías muestran un punto de vista interesante, el trabajo en un mundo del arte, la historia y el silencio. Antes de venir aquí, yo veía a los guardias como personas de mirada severa, como se ven en las iglesias”, indica este joven de 23 años.
El silencio, el vacío y la soledad son también personajes abstractos en esta obra de Fabio Mantegna. Corredores interminables y escaleras sin fin vigilados por centinelas inmóviles. “Uno no lo diría, pero permanecer seis horas de pie, incluso si no es una actividad de vigilancia, cansa mucho. Trabajamos seis días y luego tres días de reserva y de descanso. Si el papa no tiene algo previsto durante los tres días, el guardia puede salir y visitar Italia o regresar a Suiza. Hoy en día es mejor que en mis tiempos”, comenta Urs Breitenmoser.
Real y virtual
La transición de la soledad total al baño de muchedumbre en la Plaza de San Pedro a veces es una cuestión de minutos. La Guardia Suiza tiene que aprender a enfrentarse al público. Para ello sigue cursos de Psicología. “Eso requiere una gran flexibilidad mental y tenemos que prepararnos, velar por nuestro estado físico, dormir bien”, afirma el sargento Urs Breitenmoser, quien aparece en una foto ante el papamóvil en la Plaza de San Pedro.
El aislamiento es una amenaza insidiosa en la Guardia Suiza. Es por esa razón, en particular, que sus miembros no tienen derecho a utilizar Internet ni teléfonos móviles en el interior del Vaticano, ni siquiera durante las pausas.
“Hoy en día, los jóvenes, en su tiempo libre, tienden a aislarse. Las redes sociales, los juegos virtuales que conectan con el mundo entero, todo eso excluye un poco de la vida real de todos los días. El hecho de poder solamente leer y escribir activa en los guardias la voluntad de dedicar tiempo a leer un libro, a la historia, la cultura, y visitar Roma, que ofrece tanto”, explica Urs Breitenmoser, para quien la convivencia entre los guardias es fundamental.
Benjamin Croisier coincide. “Tenemos los intereses de nuestra edad, pero estoy de acuerdo con las restricciones tecnológicas. Eso nos quita mucho tiempo y nos perdemos muchas cosas de la vida que hay que aprovechar. La prohibición nos ayuda a reflexionar y valorar otras cosas, como el arte que nos rodea. Y, sobre todo, nos da la oportunidad de reflexionar sobre nosotros mismos”.
Pero, ¿quién se esconde detrás del uniforme? Para el comandante Graf, la respuesta es clara: “jóvenes suizos, católicos, que hacen rondas y oraciones, gimnasia y toman clases de italiano, con una edad promedio de entre 20 y 23 años. “Casi todos los años tenemos un guardia que decide entrar en el seminario”, señala el comandante.
Traducido del francés por Marcela Águila Rubín
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