Harbin, la más rusa de las ciudades chinas, recibe a Putin tras los pasos de Yeltsin
Pekín, 17 may (EFE).- “Capital del turismo de frío”, “la Disneylandia helada” o “la ciudad de los inviernos más gélidos de China” son algunos de los apodos de la ciudad de Harbin, que fue este viernes la última parada del líder ruso, Vladímir Putin, en su visita de dos días al gigante asiático.
La presencia de Putin, que llegó al lugar 27 años después de que lo hiciera el entonces presidente Boris Yeltsin, hizo que algunos mencionaran otro de los sobrenombres de esta urbe, capital de la provincia nororiental de Heilongjiang y con unos diez millones de habitantes: “la pequeña Moscú”.
Y es que Harbin es la más rusa de todas las localidades chinas, situada a unos 500 kilómetros de la frontera con el país euroasiático y repleta de una arquitectura de iglesias ortodoxas y calles de estilo europeo que le han granjeado los favores de millones de turistas chinos, que también pueden comprar allí vodka o las célebres muñecas matrioshkas.
La urbe fue, entre finales del siglo XIX y principios del XX, un asentamiento ruso que acogió una importante oleada de emigración soviética a raíz de la construcción en 1897, con mano de obra rusa, de la línea férrea que atraviesa esta región, la antigua Manchuria.
Quizá por ello -pero sin dejar de lado su importancia estratégica comercial, industrial y energética- el mandatario ruso le dedicó la jornada completa de su segundo y último día en China, después de dejar finiquitada en la víspera la agenda política en Pekín.
Putin llegó a Harbin antes del mediodía, inauguró la VIII exposición Rusia-China, participó en el cuarto foro binacional de cooperación regional y reservó tiempo para reunirse con profesores y alumnos de la Universidad local, con los que incluso bromeó diciendo que no respondería a todas sus preguntas porque él no es “internet”.
También visitó la iglesia ortodoxa de la Intercesión de la Virgen, una de las diez que la Revolución Cultural dejó en pie en una ciudad que llegó a tener 15 templos y dos cementerios rusos.
El clima le fue propicio al presidente ruso, que disfrutó de hasta 28 grados de temperatura en un lugar en el que durante el invierno los termómetros se desploman hasta los 40 grados bajo cero.
Pero los habitantes de Harbin han hecho de su capa un sayo respecto a las temperaturas y desde hace unas seis décadas es famoso por su Festival de Hielo y Nieve, que atrae cada año a millones de visitantes para ver las cientos de colosales y efímeras esculturas de hielo en forma de palacios o budas talladas con hielo para el evento.
Putin, que viajará hoy mismo de regreso a Rusia, no es el primer líder de su país que hace parada en Harbin, donde también estuvo el entonces presidente Boris Yeltsin en 1997. EFE
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