Muerte de un diplomático
El 30 de mayo de 1979, Hugo Wey, encargado de negocios suizo en El Salvador, fue asesinado de camino a su trabajo. Su muerte, en un contexto de creciente tensión en el país centroamericano, dejó claro que la neutralidad suiza no basta para proteger a los diplomáticos de las consecuencias de los conflictos.
“Según los informes de la víctima enviados en los días previos al atentado, es evidente que en esa época en San Salvador había una situación cercana a la guerra civil […]. Las ocupaciones de embajadas, los secuestros por motivos políticos, las manifestaciones violentas, las amenazas a diplomáticos e industriales, etc., caracterizaban la situación del país desde hacía algún tiempo y habían aumentado en intensidad y peligro en el período inmediatamente anterior al ataque”.
NotaEnlace externo de la Dirección de Derecho Internacional a la Secretaría General del Departamento Federal (Ministerio) de Asuntos Exteriores (DFAE), 5 de mayo de 1980.
A finales de los años setenta, Centroamérica se vio sacudida por conflictos virulentos, alimentados por las profundas desigualdades socioeconómicas de la región. En Nicaragua, el Frente Sandinista de Liberación Nacional luchaba contra las tropas del dictador Anastasio Somoza. En julio de 1978 fue elegido presidente de Guatemala el general Fernando Lucas García, uno de los principales responsables de las violaciones de los derechos humanos durante la guerra civil que ensangrentó al país. En Honduras, la década estuvo marcada por una serie de gobiernos militares.
En El Salvador, el ascenso al poder en 1977 del general Carlos Humberto Romero correspondió al inicio de una brutal represión contra los sindicatos y las organizaciones de izquierda que exacerbó las ya existentes tensiones. Estudiantes, obreros y campesinos salieron a las calles para protestar contra el régimen, apoyados por sectores de la Iglesia Católica.
El conflicto no se detuvo ni siquiera a las puertas de la representación suiza: en abril de 1978, la embajada fue temporalmente ocupadaEnlace externo por un grupo de militantes del Bloque Popular Revolucionario, la organización de masas de la guerrilla marxista. Acciones similares se llevaron a cabo en las embajadas de Venezuela, Panamá y Costa Rica y en la catedral de San Salvador.
“La diplomacia suiza es consciente desde hace mucho tiempo de los riesgos potenciales a los que se enfrentan los miembros del cuerpo diplomático y de la comunidad suiza en América Latina”, señala Sabine Dändliker, colaboradora de la oficina de los Documentos Diplomáticos Suizos (DodisEnlace externo). “Sobre todo porque hay grandes comunidades de suizos expatriados en la zona y varias empresas suizas están activas”.
Ciudadanos suizos fueron víctimas de secuestrosEnlace externo con trasfondo político o criminal a finales de los años sesenta y principios de los setenta. Entre los casos más llamativos, el del embajador en Brasil, Giovanni Enrico BucherEnlace externo, en diciembre de 1970, que solamente pudo solucionarse con la expulsión a Chile de 70 presos políticosEnlace externo retenidos por el régimen militar brasileño.
Una seguridad ilusoria
Tras los sucesos de abril de 1978 y el secuestro de varios empresarios extranjeros, también existía cierta preocupación entre la comunidad suiza en El Salvador. Las familias de cuatro ciudadanos suizos que trabajaban para una filial de la empresa Eternit abandonaron el país temporalmente para ir a Guatemala, a raíz de las amenazas. Otra pareja se mudó transitoriamente a California.
Hugo Wey, que llegó al país centroamericano en mayo, observaEnlace externo, sin embargo, que, en general, los ciudadanos de la “Suiza democrática, neutral y humanitaria” en El Salvador tienden a sentirse más seguros que otros extranjeros. Y añadió, casi proféticamente: “Creo que estamos adormecidos en un sentido de seguridad muy ilusorio”.
Medidas de protección fueron adoptadasEnlace externo tras el secuestro del embajador Bucher en Brasil. Además de aquellas para mejorar la seguridad de las infraestructuras, el entonces Departamento Político Federal (DPF) envió una circular a las representaciones suizas en el exterior con normas de conducta a observarse durante los desplazamientos.
Entre otras cosas, Berna aconsejaba a los diplomáticos cambiar constantemente la ruta entre su lugar de residencia y su lugar de trabajo. Sin embargo, después de todo, la protección de los diplomáticos extranjeros es una cuestión que compete a las fuerzas policiales de los países anfitriones. “Y en un país al borde de una guerra civil, como era el caso de El Salvador a finales de la década de 1970, esa protección es difícil de garantizar”, señala Sabine Dändliker. “Una semana antes del asesinato de Wey, la guerrilla dio muerte al ministro de Educación salvadoreño, Carlos Herrera Rebollo”.
Víctima del conflicto
En la mañana del 30 de mayo de 1979, Hugo Wey salió de su casa como todos los días para ir a la embajada en automóvil. En el camino, otro vehículo cruzó la calle y lo bloqueó. El diplomático activó la reversa para escapar, pero los atacantes abrieron fuego. Wey fue alcanzado por una bala y murió.
La dinámica del atentado no quedó del todo claraEnlace externo: los testigos interrogados por la policía llegaron al lugar del atentado después del tiroteo, sus declaraciones eran en parte contradictorias. Las autoridades investigadoras supusieron que se trató de un intento de secuestro.
La acción no fue reivindicada por ninguna organización, pero fue atribuida a la guerrilla de izquierda. Como señala el DPF, a principios de mayo, las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) -uno de los grupos armados de inspiración marxista que darán vida al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) al año siguiente- habían dirigido una “declaración de guerra” a los Estados y diplomáticos dispuestos a colaborar con el régimen salvadoreño.
“Quienquiera que fuera el responsable del asesinato de Hugo Wey, el ataque es una clara señal de que la neutralidad no es suficiente para evitar que Suiza se encuentre, en situaciones de conflicto, entre los dos frentes”, señala Sacha Zala, director de Dodis.
¿Cómo protegerse?
El día del asesinato del diplomático, el embajador suizo en Guatemala, Yves-André Berthoud, que había dirigido la representación en El Salvador, la cual había sido ocupadaEnlace externo en 1978, viajó a El SalvadorEnlace externo a bordo de un avión privado.
Desde Berna, se le encargó el cierre temporal de la embajada, la destrucción de documentos confidenciales y la repatriación del cuerpo de Wey. Dos días después, regresó a Guatemala acompañado por la viuda del diplomático.
Para la comunidad suiza de El Salvador, la muerte del encargado de negocios marcó el final definitivo del período en el que podía “ganarse la vida en paz y tranquilidad”, como escribía el semanario Schweizer Illustrierte el 4 de junio de 1979. «Ahora […] los suizos, siguiendo el ejemplo de los salvadoreños ricos, se han atrincherado en el elegante barrio de Escalón: temen los secuestros. Muchos se han armado y han contratado guardaespaldas”.
La muerte de Wey condujo al DPF a revisar su concepto de seguridad y a cuestionarse sobre lo oportuno de contratar guardias armados para proteger sus representaciones. Al final, sin embargo, prevalecieron los argumentos financieros: “El Departamento no tiene los fondos necesarios para tal operación. Además, el bloqueo de contratación de personal no permite el empleo de tales guardias”.
Traducido del italiano por Marcela Águila Rubín
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