De guardia del Papa a futuro soldado de Dios
El suizo Markus Heller reside desde hace dos años en el Vaticano como miembro de la Guardia Pontificia.
Atraído por el conocimiento de un nuevo idioma y otra cultura, salió de Suiza para dirigirse al Vaticano. Allí ha decidido su vocación de sacerdote.
Hace menos de dos años Markus Heller tomó una decisión que cambió su destino.
De su tranquila ciudad natal, Baden, en el cantón suizo de Argovia, se dirigió al austero cuartel de la guardia suiza en el Vaticano, donde -junto con otro centenar de compañeros- se dedica a defender la incolumidad del jefe de la Iglesia Católica, aún a costa de su propia vida.
Decisión madura
La idea de ingresar en las filas del más antiguo y pequeño ejército del mundo giraba en su cabeza desde hacia tiempo, incluso desde que era niño, y vio la guardia papal en imagines de la televisión.
Esos raros hombres, vestidos con uniformes de ultranza, inmóviles como estatuas custodiando la entrada de la sede pontificia, quedaron impresos en su mente. «Desde ese momento sentí el deseo de ser uno de ellos», recuerda.
Después conocería a un exsuboficial de la guardia, cuyas descripciones le hicieron conocer mejor la actividad de los soldados del Papa, transmitiéndole el deseo de probar la aventura. Fue a la edad de 29 años que Markus decidió enrolarse en la guardia del Vaticano.
Un poco más tarde con respecto al promedio de edad de los matriculados, que generalmente entran a formar parte de la guardia en torno a los 20 años de edad. «Quería estar muy seguro de mi decisión, ya que sabía lo que dejaba, pero no estaba seguro de lo que me esperaba.»
En Suiza dejaba su empleo como técnico de Ferrocarriles Federales Suizos. «Inicialmente, mis familiares no comprendieron mi decisión. Querían que renunciara a ella, porque temían que tras mi regreso a Suiza estaría en paro. Pero, viendo mi determinación, cambiaron de idea.»
Vida en común
En Roma, Markus Heller vive y trabaja al interior de los muros vaticanos. Como los otros alabarderos (el grado más bajo de la guardia), comparte su habitación con otros compañeros. «Con uno, dos o tres personas en un mismo espacio, pero cada uno tiene su pequeño compartimiento por separado, que le permite tener una cierta privacidad», precisa.
Con los colegas, el joven suizo pasa buena parte de su tiempo libre. «En el seno de la guardia he encontrado muchos amigos, con los que me gusta discurrir por la Ciudad Eterna para descubrir la realidad italiana», afirma. No obstante, los alabarderos son soldados y se rigen por una estricta disciplina: deben regresar al cuartel antes de que pase la media noche.
Pese a encontrarse a cientos de kilómetros de su país de origen, Heller se siente un poco como en casa. «La cultura helvética está muy presente. Entre colegas y amigos se conversa sobre todo en el dialecto suizo-alemán, pero en el ‘melting pot’ de las diversas lenguas de los guardias se habla también el francés, el italiano y a veces el romanche (los otros idiomas hablados en Suiza).»
También en el menú de la guardia, preparado por la orden de hermanas polacas, se elaboran recetas suizas como el rösti, la col agria, la raclette o el risotto tesinés, junto con los platillos típicamente italianos.
Vocación religiosa
Durante la jornada de trabajo de ocho horas, con turnos de noche y de día, Markus Heller pasa mucho tiempo de su vida frente a las puertas del Vaticano, por donde día a día pasan miles de turistas que los observan en sus coloridos uniformes y los fotografían. «Toda esta atención no me molesta. Me da la posibilidad de conocer gente de todas partes del mundo. Una experiencia enriquecedora», dice.
Exactamente ese deseo de tener contacto con gente de todas las culturas y conocer nuevos idiomas fue el origen de su ingreso a la guardia pontificia.
Sin embargo, con el tiempo se ha dado cuenta de que su experiencia en el Vaticano se está revelando mucho más fuerte de lo que había pensado. La atmósfera religiosa en la que está inmerso le ha despertado la vocación del sacerdocio.
«He sentido desde hace años este deseo de hacer algo por los demás, sólo que no sabía qué dirección tomar. Ahora que me encuentro en el centro de la Iglesia Católica he podido evaluar sus valores y su organización. Ahora he encontrado finalmente mi camino», dice Heller.
Cuando a finales de 2007 entregue su uniforme de la guardia suiza, Markus Heller quiere iniciar sus estudios de Teología. Al finalizarlos, espera poder vestir los hábitos para toda su vida.
swissinfo, Ana Passera
(Traducido del italiano por Patricia Islas)
Dos tercios de la jornada de un guardia pontificio consisten en montar guardia a la entrada del Palacio Apostólico y a la entrada del Vaticano.
La guardia también presta servicio de honor, de control y de custodia durante toda presencia papal o durante las liturgias, recepciones y visitas de Estado.
También pertenecen a las tareas cotidianas de un guardia las inspecciones, marchas, ejercicios, tiro al blanco, cursos de defensa personal y de idiomas.
Markus Heller nació en 1975 en Baden, cantón Aargau.
Estudió el oficio de guardia forestal.
Después se empleó en el servicio de reparaciones de rieles de Ferrocarriles Federales Suizos.
Con 29 años ingresó a la Guardia Pontificia Suiza.
A finales de 2007 quiere iniciar sus estudios de Teología para convertirse en sacerdote.
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