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El suizo Émile Gilliéron, iconógrafo de los primeros Juegos Olímpicos

Juegos Olímpicos
En el Museo del Louvre de París, el público puede apreciar la obra de Émile Gilliéron, especialmente una serie de placas y medallones. KEYSTONE

El artista suizo Émile Gilliéron diseñó el cartel de los Juegos Olímpicos de Atenas en 1896, creó trofeos y dibujó sellos conmemorativos. El Museo del Louvre rinde homenaje a este precursor en el marco de las olimpíadas deportivas próximas a celebrarse en París.

La portada del álbum conmemorativo de los primeros Juegos Olímpicos modernos -celebrados en Atenas entre el 6 y el 15 de abril de 1896- muestra a una figura femenina griega sosteniendo una corona de olivo y ramas de mirto, encarnando recompensas para los triunfadores. Hasta hace poco tiempo se desconocía quién era el autor de dicha imagen, considerada el primer cartel olímpico. Sin embargo, una investigación de la Escuela Francesa de Atenas permitió que en 2018 se desvelara el nombre del talentoso diseñador: el suizo Émile Gilliéron.

En la década de 1890, Gilliéron era un perfecto conocedor de la Antigüedad. Esto explica la sutil y extraordinaria composición de imágenes que presenta el ‘primer cartel olímpico’, donde se vislumbra la Acrópolis de Atenas en el fondo y al niño Hércules en primer plano, supuestamente simbolizando a Olimpia, cuna de los antiguos Juegos Olímpicos. Y en la cima: ¡bebés atletas, copiados de una placa de sarcófago de la antigua Roma!

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Portada del álbum conmemorativo de los Juegos Olímpicos de Atenas de 1896. C.SASSI /CIO/Copyrighted IOC

Porque el erudito helvético no es sólo ilustrador, dibujante, escultor y divulgador; también es un esteta y, en su género, un inventor. Estos primeros Juegos Olímpicos le brindan una ocasión perfecta para practicar su arte a gran escala.

Nacido en Villeneuve (Vaud) en 1850, estudió gimnasia en La Neuveville, en el Jura bernés, y luego estudió arte en Basilea, Múnich y París, donde desarrolló su talento ante las antigüedades griegas del Louvre. Emile Gilliéron llegó a Atenas en 1876, y enseñó pintura a los hijos del rey Jorge I.

El joven Estado griego estaba entonces en plena agitación nacionalista y arqueológica. Se excavaba por todas partes para resucitar el glorioso pasado antiguo. Gilliéron participó en las obras de construcción de la Acrópolis y del Monte Athos y perfeccionó su nueva profesión: reproductor de obras antiguas. Sus acuarelas en bajorrelieve, que vendió a importantes museos como el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, lo hicieron famoso.

¿Fútbol o lanzamiento de disco?

Al mismo tiempo, en París se desarrollaban las ideas del olimpismo moderno. El barón Pierre de Coubertin, secretario general del flamante Comité Olímpico Internacional (COI), soñaba con nuevos Juegos. ¿Por qué no en Grecia, que tenía a su favor la tradición olímpica y el aura de la democracia ateniense? Pero no se trataba de practicar deportes antiguos. El barón quería ciclismo, carreras de globos aerostáticos, fútbol, etc.

Su amigo, el lingüista Michel Bréal, es más romántico. Desde Glion, en el cantón de Vaud, donde permanece alojado en septiembre de 1894, le escribió a Coubertin: «Ya que vas a Atenas, mira si podemos organizar una carrera de Maratón en Pnyx. Tendrá un sabor antiguo. Si supiéramos cuánto tardó el guerrero griego, podríamos establecer el récord. Yo reclamaría el honor de ofrecer la ‘Copa de Maratón’ “. Bréal, que entonces tenía 62 años, nunca había visto Grecia y rara vez corría, acababa de inventar el “maratón”.

Tazas, trofeos y estampillas

Entonces se necesitarán copas, trofeos y medallas. Émile Gilliéron dará rienda suelta a sus talentos de reproductor y también a su imaginación desbordante. Produjo copas, vasos y tazas, además de estampillas para conmemorar el evento. “La edición de los sellos postales de 1896 ayudó a financiar los Juegos. Eran los únicos sellos disponibles en Grecia en aquella época”, explica Alexandre Farnoux, comisario de la exposición del Louvre.

Los griegos sólo están convencidos a medias por Coubertin. Para ellos, los deportes antiguos tienen su lugar en los Juegos Olímpicos. De acuerdo. Pero, ¿cómo lanzar el disco? Se empezaría observando de cerca el famoso “Discóbolo” deMirón (el escultor ateniense del siglo V a.C.) imaginando el movimiento que seguía el disco. Ancestro del cinematógrafo, la cronofotografía permitió descomponer los gestos del atleta. Sin mucho éxito. El lanzamiento griego no alcanzaba los 20 metros, mientras que el método estadounidense superaba los 50 metros…

Muy buen comerciante

Esto no impidió a Gilliéron hacer del “Discóbolo” uno de sus sellos más vendidos. En la década de 1890, el polifacético creador ya estaba bien establecido en Atenas, donde tenía una magnífica casa frente a la antigua iglesia de San Dionisio. “Él llevaba a cabo una triple carrera, pronto ayudado por su hijo”, precisa Christina Mitsopoulou, responsable del Proyecto Gilliéron en la Escuela Francesa de Atenas y comisaria de la exposición del Louvre.

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Emile Gilliéron y su esposa Joséphine Zoecchi, en Atenas, hacia 1915. © Famille Gilliéron, Athènes

El artista suizo dirigía el taller de fundición del Museo Arqueológico Nacional. Gracias a su empresa, vendía, especialmente a nivel internacional, moldes y reproducciones de alta calidad. Además, producía y vendía murales antiguos. «A veces, estas actividades entraban en conflicto, cuando, por ejemplo, las autoridades griegas se sorprendían de la difusión de reproducciones antes de que se publicaran los originales», observa Christina Mitsopoulou, para quien Gilliéron también era un «muy buen comerciante». En 1906, retomó sus actividades olímpicas para los Juegos Intermedios de Atenas, con el mismo éxito.

En ocasiones, Gilliéron se liberaba de la realidad puramente arqueológica para adentrarse en el campo de la invención artística. Esto no implicaba ningún problema para los Juegos Olímpicos, donde la imagen de Grecia se reinventaba constantemente, pero sí resultaba más problemático en otros contextos. Durante las excavaciones del arqueólogo británico Arthur Evans en Knossos, Creta, en 1905, los Gilliéron, padre e hijo, reprodujeron un Príncipe de los Lirios que respondía más a su imaginación, o a los deseos del Sr. Evans, que a la estricta realidad. «Las distinciones que hacemos hoy entre reproducciones fieles, imitaciones o interpretaciones eran menos precisas en esa época», resume la comisaria de la exposición.

¿Por qué perdió notoriedad Émile Gilliéron, muy famoso en su época, al menos entre los amantes de Grecia? «Los grandes arqueólogos, como Arthur Evans o el alemán Heinrich Schliemann, apenas mencionaban a sus colaboradores, lo que molestaba a Gilliéron, que era muy consciente de su calidad», sostiene la experta. Este redescubrimiento de su obra va muy bien. Después del Louvre, Christina Mitsopoulou tiene la intención de organizar una exposición en Suiza, país donde nació Gilliéron, conmemorando también en 1924 el centenario de su fallecimiento.

El Olimpismo, una invención moderna, una herencia antigua. En el Museo del LouvreEnlace externo en París, hasta el 16 de septiembre de 2024.

Texto adaptado del francés por Norma Domínguez / Carla Wolff

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