Semana Santa entre lo sacro y lo profano
En Suiza, como en todo el mundo cristiano, se conmemora la resurrección de Cristo, pero en especial los niños festejan los conejos de pascua.
Lo religioso pasa a un segundo plano, y afloran el comercio y rito de los huevos de chocolate.
Tal vez en el inconsciente colectivo los pueblos reviven aún los antiguos ritos paganos, cuando en esta misma época del año, las antiguas civilizaciones europeas glorificaban la consagración de la primavera.
No hay que olvidar que, por decisión del Concilio de Niza del 325, se decidió celebrar la resurrección de Cristo en esta misma fecha. Con este decreto, la Iglesia quiso poner término a los ritos paganos, transformándolos en actos de fe cristianos.
Fue el caso del ‘fuego de la alegría’, que los pueblos nórdicos encendían la noche de resurrección de Pascua para saludar el despertar de la primavera. Por orden eclesiástica, estos fuegos debían encenderse sólo en las entradas de las iglesias.
Divinidades germánicas
Los pueblos germánicos, establecidos en las costas del mar del Norte, rendían culto a una antigua divinidad llamada Ostara, que simbolizaba la creación de la primavera. Los germanos la representaban bajo la forma de una liebre o de un conejo. La fecundación y fertilidad de la naturaleza.
Los misioneros recuperaron esta fiesta y la transformaron en un ritual sacro. Pero sobrevivió el nombre, pues en estas latitudes de Ostara derivaron las palabras alemana ‘Ostern’ y la inglesa ‘Easter’, que es español significan pascuas.
La religión tampoco pudo con el fondo pagano del conejo de Pascua, cuyos huevos, según los antiguos, representan el símbolo de la vida. Se pintaban de colores para saludar el retorno de los hermosos días y se consumían en fiestas pantagruélicas. El hacerlo anunciaba días de abundancia.
Pero la Iglesia puso también término a esa expresión pagana de la abundancia, y en el siglo IV asignó para estos días la abstinencia de cuaresma. Los fieles no debían consumir huevos durante los 46 días precedentes al día de Pascua.
Resultaba imposible hacer razonar a las gallinas para que durante esos días dejaran de poner huevos. Para no perderlos, los creyentes los cocían y luego los ofrecían para ser comidos inmediatamente después de la abstinencia.
En el siglo XII la Iglesia no tuvo más remedio que aceptar esa costumbre y accedió a bendecirlos antes de que sean consumidos.
La costumbre en Suiza
En Suiza, el conejo de pascua hizo su aparición en las Iglesias sólo en 1940, un poco tardía en comparación con otros países cristianos europeos. Antiguamente, en algunas regiones la liebre o el conejo fueron remplazados por otros animales, como el zorro o la cigüeña.
Los primeros ritos con reminiscencia pagana eran momentos de fiesta y alegría. En algunas regiones alpinas, existía la costumbre del lanzamiento de huevos sin cocer en un lienzo blanco sostenido por dos personas. En otras partes se organizaban carreras, donde los participantes corrían llevando un huevo en la boca sostenido por una cuchara.
La costumbre de los huevos de chocolate fue introducida en Suiza desde Francia. Los franceses comenzaron a rellenar de chocolate los huevos en el siglo XVIII, utilizándolos no sólo como regalos de pascua, sino también como moneda de pago.
Un buen negocio
En Suiza, debido al auge de la industria del chocolate, la costumbre se erigió en rito, pero sobre todo en un gran negocio para la felicidad de los niños golosos. El domingo de Resurrección, los pequeños se afanan en encontrar los huevos que sus padres escondieron en los jardines de las casas.
Cada año las ventas de huevos de chocolate aumentan en un 30% en estas fechas, según cifras proporcionadas por grandes cadenas de alimentación como Migros, que el año pasado vendió 30 millones de unidades para Semana Santa.
Su competidor Coop vendió 4 millones entre conejos y huevos pascuales y espera para este año un incremento del 3%. Sin duda es un buen negocio el lado pagano de esta costumbre. Muchos recuerdan que es la fiesta de la consagración de la primavera y aprovechan los días de vacaciones para hacer turismo.
swissinfo, Alberto Dufey y agencias
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