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«Soy a la vez suizo y judío»

Rolf Bloch, antiguo presidente de la Federación Suiza de Comunidades Israelitas. swissinfo.ch

Rolf Bloch presidió durante ocho años la Federación Suiza de Comunidades Israelitas, que este año celebra el primer centenario de su fundación.

Durante la polémica entorno al papel de Suiza durante la Segunda Guerra Mundial el papel de este empresario fue crucial para superar la crisis.

swissinfo: La Federación Suiza de Comunidades Israelitas (FSCI) celebra su primer centenario. ¿Qué ha aportado a la comunidad judía en Suiza?

Rolf Bloch: Hemos afrontado un sinfín de problemas, entre ellos, el antisemitismo durante el régimen nazi, la ola de refugiados durante la Segunda Guerra Mundial, las cuentas no reclamadas y la polémica que éstas desencadenaron sobre el papel que desempeñó Suiza durante la Segunda Guerra Mundial.

También hemos luchado por mejorar la situación de la comunidad judía en Suiza, por ejemplo respecto a los días festivos en el calendario hebreo, que no coinciden con los días festivos en Suiza. Otra preocupación constante ha sido conservar un diálogo entre cristianos y judíos.

La FSCI no reagrupa a todos los miembros de la comunidad judía en Suiza. El año pasado no se logró acoger a dos corrientes liberales. ¿Tienen que estar representados todos los judíos bajo un mismo techo?

R.B.: La FSCI aspira a representar a todos los judíos en Suiza. Hace más de diez años encontramos un ‘modus vivendi’ con las corrientes más liberales. Con ellas solemos hablar de los problemas sociales y políticos, pero no de cuestiones religiosas.

Como en casi todos los países es muy difícil reunir bajo un mismo techo a todas las corrientes que existen en el judaísmo.

¿Cómo ve el futuro de la FSCI?

R.B.: La FSCI seguirá siendo el portavoz de la comunidad judía en Suiza e intentará consolidar su posición tanto en el ámbito político como social.

Los judíos en Suiza se han convertido hoy en una minoría más. Antes se les consideraba un cuerpo extraño en un contexto cristiano.

El antisemitismo vuelve a ganar terreno en Europa. Recientemente la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) celebró una conferencia sobre el tema en Berlín. ¿Estamos igual que en los años 30 del siglo pasado?

R.B.: En absoluto. En aquel entonces se propagó un antisemitismo racista, biológico. Pertenecer al judaísmo significaba estar condenado a muerte.

El antisemitismo existe desde tiempos inmemorables en diferentes vertientes y ha estado siempre presente en la historia de Europa.

Después del Holocausto se pensó que ya nadie iba a perseguir a los judíos por su credo religioso. Pero el antisemitismo sigue latente, nunca ha desaparecido del todo.

Probablemente porque esa es la naturaleza del ser humano. Para afirmarse necesita a alguien de quien diferenciarse para poder encontrarse a sí mismo.

Durante mucho tiempo los judíos fueron un chivo expiatorio. Pero no fueron los únicos. En el siglo XV se organizaban incluso expediciones armadas contra los propios vecinos. Y en los años 70 tuvimos a los inmigrantes italianos, españoles y portugueses.

¿Se puede comparar la situación en Suiza con la que vive el resto de Europa?

En Suiza, que también es parte de Europa, la dimensión del fenómeno es muy diferente, como quedó demostrado durante la Segunda Guerra Mundial. En aquella época nuestro país se abstuvo de perseguir a los judíos. Sí, existía el antisemitismo, pero nunca tan grave como para desembocar en maltrato físico.

Los judíos suizos fueron de los pocos en Europa a quienes no se les denegó la emancipación política. En la historia reciente de Suiza no hubo leyes antijudías.

En Suiza se siente cierto antisemitismo latente, cierto sentimiento de reserva. Pero esto no significa que yo tenga ya las maletas hechas y esté listo para irme.

En Suiza viven cerca de 18.000 judíos y 350.000 musulmanes. ¿Representa esta situación una amenaza para la comunidad hebrea?

Los musulmanes que viven en Suiza provienen de múltiples regiones. La mayoría no tiene un pasado antisemita. Nosotros por lo menos no lo percibimos.

Si Suiza no se deja contagiar por las tendencias fundamentalistas y el conflicto en Oriente Medio, no hay razón para desconfiar de los musulmanes que viven aquí.

Lo importante es mantener un diálogo con esa comunidad, porque su gente es parte integrante de este país.

Hablando de Oriente Medio: ¿Se puede criticar en ese contexto al gobierno israelí o eso es ser antisemita?

R.B.: En ese caso habría muchos antisemitas entre la comunidad hebrea, pues son muchos los que critican la política de un gobierno actual o anterior. Y también en el interior de Israel hay críticas.

Más peligrosas son las declaraciones contra Israel que ocultan una hostilidad hacia los judíos. Cuando se dice que los judíos aplican los mismos métodos que los nazis, entonces se sobrepasan todos los límites. Es una afirmación que pretende ofender.

Significa que el conflicto en Oriente Medio es un pretexto para el antisemitismo. ¿Pero no hay una relación entre antisemitismo y la política israelí?

R.B.: Se suele hacer una amalgama: Lo que hace o dice Sharon se atribuye a Israel y a todos los judíos. Cuando los judíos en Suiza tenemos menos derechos de participación política que los suizos del extranjero en la Confederación. Es más: ni siquiera somos israelíes del exterior, sino ciudadanos suizos.

¿Qué pueden hacer la FSCI, el gobierno suizo y la población para frenar las tendencias antisemitas?

R.B.: Siempre hemos intentado combatir dentro de lo posible el antisemitismo a través de la explicación y el diálogo. Y lo seguiremos haciendo. Y si alguien siente una hostilidad absoluta hacia la comunidad judía, no hay posibilidad de entablar un diálogo.

Siempre hay afirmaciones que juegan con los prejuicios y los clichés: por ejemplo, que los judíos sólo piensan en el dinero y que son ricos. Son casi los mismos clichés que se tiene de los suizos.

En momentos viscerales, el ser humano tiende a perder el control de la razón. Si logramos frenar ciertas situaciones, habremos ganado mucho.

Usted ha vivido momentos difíciles en calidad de presidente de la FSCI en los años 90, en plena polémica por las cuentas no reclamadas pertenecientes a víctimas del Holocausto. Su lema en aquel entonces fue: hacer justicia a las víctimas y ser correctos con Suiza. ¿Cómo vivió esa época?

R.B.: Entiendo y comparto los dos puntos de vista, porque soy suizo y judío. Tengo la sensibilidad de los dos.

Lo importante en aquel momento fue no combatirse, sino preservar el diálogo. A veces se trataba sencillamente de diferencias culturales. La forma de negociar de los estadounidenses, por ejemplo, difiere mucho de la de los suizos.

En aquellos momentos difíciles intentamos siempre conservar la tranquilidad y aplicar el razonamiento.

Desde 1997 hasta el 2002 usted presidió el Fondo Especial para las víctimas del Holocausto. ¿Qué momentos recuerda especialmente?

R.B.: Suiza quería demostrar con ese Fondo que no olvida el sufrimiento de la gente.

En el momento de entregar el dinero en Riga, Minsk y Varsovia conocí a supervivientes del Holocausto. Y mi mente no cesaba de pensar una y otra vez la misma cosa: Si no hubiera tenido la suerte de nacer a 150 kilómetros más al sur, hubiera estado en su lugar.

Uno se siente profundamente consternado. Yo les decía: No venimos aquí en calidad de donantes ni benefactores, sino en reconocimiento del sufrimiento que se os ha infligido. Quiero decir que yo he tenido un destino feliz y para mí eso significa una obligación moral.

Entrevista swissinfo: Gaby Ochsenbein
(Traducción: Belén Couceiro)

Rolf Bloch nació en 1930 en Berna
Estudió Derecho
En 1954 comenzó a trabajar en la empresa familiar Camilla Bloch SA en Courtelary
Dirigió la empresa entre 1970 y 1998
1997-2002 presidente del Fondo especial para las víctimas del Holocausto

La FSCI celebra este año el primer centenario de su fundación.

Es una organización que representa a la comunidad israelita suiza, que reagrupa a cerca de 18.000 personas.

El Fondo especial para los supervivientes del Holocausto distribuyó cerca de 300 millones de francos a unas 300.000 víctimas de la persecución nazi en 35 países.

Los beneficiarios, además de judíos, gitanos, homosexuales, testigos de Jehová y perseguidos políticos, recibieron 1.000 francos suizos.

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