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«Tenía una profunda admiración por Suiza»

Annick Tonti junto a Arafat, en 1998, en la oficina de COSUDE en la Franja de Gaza. DEZA

Yasser Arafat ha fallecido a las 3:30 de la madrugada de este jueves en París. Sus restos descansarán en Ramala. Su desaparición deja un vacío político y suscita numerosas reacciones.

Annick Tonti, responsable de la Cooperación Suiza para el Medio Oriente durante siete años, conoció bien al líder palestino. En entrevista con swissinfo habla del personaje.

Entre 1994 y el 2001, Annick Tonti reside en Jerusalén, investida con una doble misión: La de dirigir la oficina de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE) y la de representar al Gobierno suizo ante la Autoridad Palestina.

Con este segundo encargo se encuentra en diversas ocasiones con Yasser Arafat, a través de las cuales puede advertir las paradojas de ese hombre afable y encantador que, sin embargo, pocas veces permitía ser descrito por sus interlocutores.

swissinfo: ¿Cuál es su reacción tras la muerte de Yasser Arafat?

Annick Tonti: La misma que van a tener, creo yo, multitud de palestinos. Arafat era de aquellos a quienes se critica mucho –sobre todo en sus últimos años-, pero a los que se echa de menos cuando mueren.

Se advierte que al final de cuentas jugaba un papel importante y que de golpe ya no está aquí. La sensación es de que el mundo y, en particular el pueblo palestino, ha perdido a alguien.

En su opinión, ¿quién resiente más ese vacío?

En una primera fase, todos los palestinos van a resentirlo. Incluso sus peores enemigos, porque Arafat era una persona extremadamente carismática y aun cuando algunos lo detestaran, representaba una cierta unidad del pueblo palestino.

Uno de mis amigos palestinos me dijo “todos lo vamos a lamentar, pero es también una oportunidad para Palestina de comenzar algo nuevo”. Yo creo que esa percepción está muy extendida allá.

¿Considera usted que su desaparición pueda conducir al caos a los territorios palestinos?

No en un primer tiempo, en todo caso. En una sociedad musulmana, de todas maneras hay 40 días de duelo. Entonces, pienso que durante 40 días el pueblo palestino va a estar unido. Estoy prácticamente segura.

Luego, efectivamente podría haber un período de caos, de lucha por el acceso al poder y es ahí donde todas las fuerzas que han estado un poco a la sombra podrían resurgir.

Pero tampoco es seguro. También es posible que en memoria de Arafat –aun cuando existía oposición- se intente mantener hacia el exterior esa solidaridad palestina que será expresada luego de su muerte.

Usted se reunió con él en diversas ocasiones. ¿Cuál es la imagen que guarda?

La de una persona extremadamente carismática, extremadamente calurosa, dotada de una gentileza natural para recibir a las personas.

En su contacto, sin embargo, y luego de un momento, se imponía una segunda impresión, la de un hombre que después de… digamos una hora de entrevista, no escuchaba más, sino que continuaba en su propia idea.

Y cuando usted venía a verlo para transmitirle un mensaje, salía de su oficina con la impresión de que al final de cuentas, era usted quien había recibido el mensaje.

¿Tiene usted un recuerdo particular de esos encuentros?

Tengo muchos, pero recuerdo sobre todo un encuentro muy difícil para mí en el curso del cual, en nombre de Suiza, yo tenía que hablar de los derechos humanos y, particularmente, de la situación en las cárceles palestinas. El discurso era muy duro para él.

Me escuchó durante toda la sesión un poco como un niño al que yo estuviera castigando. Yo tenía realmente la impresión de que me miraba con los ojos bajos, como se ve a una madre.

Y cuando terminé, me tomó en sus brazos, me besó y me dijo. “Escuche ‘oukhti’ (mi hermana, en árabe), escuché lo que dijo, pero no quiero volver a escucharlo. Se acabó”. E hizo eso con su gentileza habitual.

Advertí entonces que a pesar de todos los esfuerzos que yo acababa de hacer, me había escuchado educadamente, pero no estaba… digamos, apasionado por el tipo de mensaje que acababa de transmitirle.

¿Cuál era la opinión de Arafat sobre Suiza y sobre su papel en la región?

Es muy difícil saber porque él no era un hombre que gustara de compartir sus pensamientos filosóficos o sus opiniones, mucho menos con interlocutores extranjeros.

Sin embargo, pienso que tenía un profundo respeto por Suiza. “Ustedes pueden comprendernos”, decía con frecuencia. “Ustedes son también un país pequeño, ustedes están un poco encerrados en medio de Europa, ustedes son también un país de lenguas, de culturas y de religiones diferentes”.

Tenía también admiración por Suiza y decía que le gustaría tomarla como modelo.

Por otra parte –y lo dijo en múltiples ocasiones- le gustaba el papel de Suiza, tanto en Palestina como en la región porque no tratábamos de influir en sus decisiones sino más bien de apoyar las que nos parecían justas.

Además, Suiza no tiene esa etiqueta de antigua potencia colonial y Arafat decía que podría servir de modelo a otros países.

¿Consideraba suficientemente activa la cooperación suiza en Palestina?

Sí. Siempre agradeció y felicitó a Suiza, pequeño país pero que cuenta entre los más importantes donantes. Lo refrendó durante las visitas de las delegaciones parlamentarias así como a Flavio Cotti y Joseph Deiss, cuando fungían como ministros de Exteriores.

¿Cómo recibió Arafat la iniciativa de Ginebra?

En principio, mal. Fue informado demasiado tarde, cuando el proceso ya estaba en marcha. Reaccionó como alguien acostumbrado a tener la autoridad y se sintió vejado.

Pregunto por qué había otra iniciativa, por qué no se le había dicho nada, cuando algunos de sus antiguos ministros formaban parte (de la iniciativa).

Luego, Suiza consideró que tenía el deber de explicarle. Hizo venir a Suiza a Nabil Chaath (actual ministro palestino de Exteriores y entonces ministro de Planificación) para ponerlo al corriente, y en forma detallada, para que transmitiera directamente la información a Arafat.

Luego de eso, Arafat adoptó esa iniciativa de Ginebra. En todo caso, la apoyó, pero no se comprometió fuertemente. Hay que decir que todo eso ocurrió cuando su salud estaba ya en declive.

swissinfo, Kamel Dhif
(Traducción: Marcela Águila Rubín)

Yasser Arafat nació el 24 de agosto de 1929 en El Cairo.

Dos años después de la derrota en la Guerra de los Seis Días (1967), se convirtió en el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).

En 1988, Arafat anuncia ante la ONU que la OLP renunciaba a la lucha armada. Es el inicio del proceso que lleva en 1993 a los Acuerdos de Oslo.

En 1994 obtuvo el Premio Nóbel de la Paz conjuntamente con Yitzhak Rabin, entonces primer ministro israelí.

Annick Tonti (53 años) es responsable de la división Oriente Medio y África del Norte de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE).

Tras sus estudios en Antropología Social y Economía del Desarrollo en la universidad de Zúrich, obtiene el doctorado con una tesis sobre Bangladesh.

De 1983 a 1987, funge como coordinadora adjunta de los programas de COSUDE en ese país.

En 1994, luego de pasar algunos años en la oficina central de Berna, es enviada a Jersusalén con la doble misión de directora regional de COSUDE y representante del Gobierno Suizo ante la Autoridad Palestina.

Vuelve a Suiza en el 2001 para hacerse cargo de su puesto actual.

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