Testimonio de la persecución nazi-fascista de Franco Debenedetti

En el libro ‘Dos lenguas, dos vidas: mis años suizos 1943-1945’, el empresario y exsenador de la República Italiana relata el diario de su fuga a Suiza para escapar de los nazifascistas y su vida como refugiado en Lucerna junto a su familia hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.
En noviembre de 1943, la familia Debenedetti, de origen judío, decidió huir de Italia ante la insoportable situación que se vivía, la cual se agravó después del 8 de septiembre. Quedarse era demasiado peligroso y no sólo porque los bombardeos habían destruido su casa y la fábrica familiar. Así, Suiza se convirtió en el destino elegido para el escape: allí contaban con el apoyo de una familia de Lucerna con la que mantenía negocio. «Mi madre me informó del plan para cruzar hacia Suiza, haciéndome jurar que no se lo diría a nadie, y mucho menos a mi hermano», explica Franco Debenedetti.
Su relato es tan claro y detallado como la letra con la que escribió aquel diario del exilio. Un valioso testimonio de su huida y de los años en los que logró estar a salvo de la amenaza de nazis y fascistas. Lo redactó entre 1943 y 1945, cuando su familia se vio obligada a refugiarse en Suiza y él era apenas un niño. «Mi madre nos dio a mí y a mi hermano Carlo, que era dos años menor que yo, unos cuadernos con la idea de que escribiéramos cada día lo que vivíamos en forma de diario», cuenta. «Gracias a estos escritos he fijado mis recuerdos de aquella época».
Nació el 7 de enero de 1933 en la ciudad de Turín, al norte de Italia. En 1956 se licenció en Ingeniería Eléctrica en el Politécnico de Turín y, al año siguiente, se especializó en Ingeniería Nuclear.
Desde 1959 trabajó en la ‘Compagnia Italiana Tubi Metalli Flessibili’, que luego sería Gilardini. De 1976 a 1978 fue director del sector de componentes de Fiat. De 1978 a 1992 fue director general de Olivetti. En esos años fundó Tecnost y Teknecomp y creó el grupo de servicios informáticos TI OiS. De 1986 a 1994 fue también presidente y director general Sasib del grupo Cir. En 2000 fundó el Instituto de Diseño de Interacción de Ivrea, del que fue presidente hasta 2004.
Senador durante tres legislaturas (XII, XIII y XIV), fue el primer firmante de varios proyectos de ley, entre ellos el relativo a las fundaciones bancarias, que recibió el premio Ezio Tarantelli a la mejor idea del año 1995 en Economía y Finanzas.
Director de varias empresas, desde enero de 2013 es presidente del Instituto Bruno Leoni. Es autor de: Recortes (1996), Que lo sepan los de la derecha (2001), No basta con decir no (2002), Gracias Silvio (2005), Cuarenta y cinco por ciento (2007), La guerra de los treinta años (con A. Pilati, 2009), El pecado del profesor Monti (2013), ¿Adioses populares? (con G. Fabi, 2015), Obteniendo ganancias (2021).
Ha editado y presentado numerosos libros.
La idea de publicar el diario
El manuscrito original del diario de Franco Debenedetti es un volumen sustancioso, enriquecido con recortes de periódicos de la época que relatan la evolución de la guerra en todos los frentes, mapas, postales, cartas enviadas por familiares que permanecieron en Italia y dibujos.
«La idea de publicarlo surgió con motivo del ‘Día del Recuerdo’ en 2023 – explica- cuando un docente de mi sobrino me pidió que compartiera mis recuerdos. Hice fotocopias en formato A4 y mandé a imprimir unos veinte ejemplares. Luego, después de que mi hermano Carlo publicara el año pasado su diario de aquella época en una copia anastáticaEnlace externo en Treccani, llamé a mi amigo editor Luca De Michelis, de Marsilio, y le dije que quería hacer lo mismo con el mío. Aceptó la idea, pero me sugirió convertirlo en un verdadero libro, estructurado, en capítulos que introdujeran el contenido del diario».
La entrada en Suiza
Un dibujo que representa una pequeña casa y una cerca con un agujero por donde la familia Debenedetti ingresó a suelo suizo de forma clandestina dan muestra de ese momento de escape en el diario de Debenedetti.
«Había un agujero estrecho en una valla. Primero pasé yo, luego papá, después Carlo y por último mamá. Pero sin hacer caso al hombre que sujetaba la red, que decía: ‘¡Tranquilo, calma, no hay prisa!’. Dos pasos sobre un pequeño puente de madera empapado y… ¡aquí estamos en Suiza! Era el día 9 de noviembre de 1943, 17.25 horas».
Lugano y la «otra vida» en Lucerna

Desde allí, la familia fue trasladada a Bellinzona para someterse a exámenes médicos e interrogatorios. El relato se enfoca en la descripción del dormitorio donde pasaron la noche antes de ser enviados al Hotel Richard y, posteriormente, al Hotel de la Paix de Lugano. Un traslado que fue posible gracias a una hoja de papel en la que un empleado de banco tomó nota de todos los objetos de valor que la familia portó desde Italia y que fueron depositados en Bellinzona.
«Así comenzó nuestra cuarentena, que duró del 3 de noviembre al 10 de diciembre, durante la cual sólo pudimos salir escoltados a Lucerna a visitar a nuestros amigos Meyer Keller», continúa Franco Debenedetti. El 11 de diciembre de 1943 llegaron a Lucerna, a la pensión Ruttimann, que se convirtió en su hogar durante año y medio.

Al igual que el cruce a Suiza a través de la red de la casa de Chiasso, que fue posible gracias a la ayuda del director de aduanas, cuyos estudios había financiado el padre de Debenedetti, la llegada a Lucerna se logró gracias a la familia de Otto Meyer Keller. «Los Meyer Keller eran propietarios de la ‘Metallschuchfabrik Luzern’, mi padre era dueño de la ‘Compagnia Italiana di Metalli Flessibili’ y los hermanos Witzenmann poseían la ‘Metallschuchfabrik Pforzheim’, lo que permitía acuerdos comerciales y óptimas relaciones familiares».
Aprender alemán
Fue precisamente Adrienne, la hermana del propietario de la ‘Metallschuchfabrik’, quien enseñó alemán a Franco y quien se ocupó de toda la familia Debenedetti desde su llegada, justo antes de aquella Navidad de 1943. «Para mí fue la primera Navidad fuera de Italia. Pero también la primera vez que admiré el árbol con todas esas luces, las velas, los fuegos artificiales, ya que nosotros sólo poníamos el pesebre. También descubrí canciones navideñas como Árbol de Navidad (Oh Tannenbaum, en alemán) y Noche de Paz (Stille Nacht, heilige nacht). Desde entonces, Navidad es también para nosotros el árbol ‘suizo’ y Noche de Paz».
Adrienne se convirtió en una figura clave de la estancia de Franco en Lucerna. No sólo le enseñó alemán, sino que lo entretenía, lo llevaba de viaje y cocinaba para él y su familia. «Mi primer curso en la escuela cantonal de gramática empezó un semestre después, en Semana Santa. En esos tres meses aprendí alemán, gracias a Adrienne y que nunca había dado clases, pero que se ingenió e inventó un método para que yo aprendiera alemán mediante el estudio de diez palabras al día», cuenta Debenedetti. En su diario, aquel 24 de abril de 1944, escribió: «Hoy ingresé por primera vez a la escuela cantonal. Esta fecha marca un gran cambio en mi vida».

Al principio de las clases ya escribía en alemán y, al año siguiente, tras el final de la guerra, redactó un ensayo de siete páginas titulado Esperando la paz, en el que analizaba el conflicto impulsado por su pasión por la historia y la estrategia militar. Su profesor lo envió al periódico local, donde fue publicado. «Para mí fue decisiva la lectura de periódicos como Neue Zürcher Zeitung y Luzerner Tagblatt, que contaban cómo se desarrollaba la guerra desde los desembarcos en Sicilia y Normandía hasta la entrada de los soviéticos en Auschwitz y publicaban mapas con estrategias militares y movimientos de tropas», rememora.
Suiza, tierra de acogida
Del miedo a ser rechazados en la frontera, como les había ocurrido a Liliana Segre y a su padre, y también a dos primos de sus primos porque «el barco estaba lleno», al asilo temporal en Suiza, le enriquecieron la vida. Otra vida, a sus ojos.
«Suiza estaba en mi destino: al ir a Suiza, adquirí otra lengua, otra cultura y otra vida, tal como escribió Thomas Mann en Doktor Fausto», reflexiona, y añade: «La acogida de Suiza como tierra de asilo fue importante. He vuelto muchas veces a Lucerna y me siento como en casa».
>> Sobre el tema: ¿Cuántas personas de confesión judía fueron rechazadas en la frontera suiza? Un estudio revisa a la baja las cifras de la Comisión Bergier:

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Suiza y el rechazo de judíos durante la II Guerra Mundial
Texto adaptado del italiano por Norma Domínguez / CW

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