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Historias de ausencia y dolor perviven 20 años después de un trágico incendio en Paraguay

Laura Barros y Nina Osorio

Asunción, 1 ago (EFE).- Hace 20 años, un 1 de agosto de 2004, las historias de cientos de personas se cruzaron al ser sacudidas por un voraz incendio que cegó unas 364 vidas en el supermercado Ycuá Bolaños de Asunción.

Hoy, sobrevivientes y familiares de fallecidos recuerdan el dolor vivido y reclaman que no se repita una tragedia de esta magnitud, que también dejó 244 heridos, 204 huérfanos y seis desaparecidos.

Un recuerdo vivo

Cristian Sosa, quien sufrió quemaduras en sus manos y rostro, recuerda lo ocurrido «como si fuera ayer».

Esa mañana fue al supermercado a comprar un producto para el último de sus tres hijos, entonces de 8 meses, y al no hallarlo, decidió llevarse una gaseosa.

Hacía fila en las cajas cuando vio brotar el incendio en el patio de comidas.

«Las llamas cayeron sobre las personas que estaban almorzando y hubo un desbande total», refirió a EFE.

Tras saltar sobre las cajas en busca de la rampa de salida, fue sorprendido por el fuego que entró como «un cometa» desde el estacionamiento.

Se salvó gracias a que parte de su cuerpo fue tapado por numerosos cadáveres, aun así sufrió quemaduras.

«Los informes decían que eran 1.500 grados de calor que pasaban sobre nosotros», rememoró.

Recuerda haber sido uno de los primeros rescatados. Sin embargo, estuvo 22 días en coma por quemaduras en los pulmones.

Veinte años después, sus manos tienen cicatrices, no se afeita durante el invierno para no maltratar su rostro y llora cuando vienen a su mente los recuerdos, en especial el de una niña que intentó salvar y perdió en medio de la confusión.

Sueños truncados

Las familias de Julia López y Angélica Roa perdieron de golpe cinco y cuatro integrantes, respectivamente.

El incendio arrebató la vida de María Angélica, la última de los ocho hermanos López; de su esposo, Gustavo Lima, sus hijos, Juan Adolfo Lima y Mara Angélica, así como de Victorina Lima.

«Yo digo entraron para morir», recordó Julia, al señalar que «al poco rato que ellos entraron hubo la explosión».

Se había despedido de su hermana a las 11.10 de esa mañana. El estallido tuvo lugar diez minutos después.

María Angélica, una maestra de párvulos, fue hallada cinco días después del incendio, los restos de su esposo e hija fueron identificados en julio de 2005 y la ‘tía Vicky’, en 2006.

El cuerpo de Juan Adolfo, de 9 años, quien practicaba taekwondo y era portero de fútbol, nunca fue hallado.

«Lejos estaba de imaginarme que en esa cueva de avaricia las llamas de la muerte devorarían todos los anhelos, las ilusiones y los proyectos que tenían mi querida Kelita y familia», escribió Julia en una de sus muchas cartas sobre la tragedia.

Una historia similar vivió Angélica Roa, quien sobrevivió después de que se apartara unos pasos de su hermana, Carolina, de la hija de esta, Mara Soledad, de su sobrina política Diana Benítez y de Melani, de tres años, que esperaban en las cajas.

«Toda mi familia estaba desestructurada en ese momento», relata esta sicóloga jubilada sobre el impacto que causó la pérdida de su hermana, la menor, la «más mimada».

Angélica permaneció diez días hospitalizada.

Los cuerpos de su hermana y pequeña sobrina fueron hallados horas después en el lugar, mientras que Diana falleció al día siguiente en el hospital.

La identificación de Melani se logró pasados quince días del incendio mediante pruebas de ADN practicadas en España.

«El duelo fue tan colectivo que había un sostén colectivo también en cuanto al duelo. Y yo creo que eso nos ayudó muchísimo a transitar», recuerda del acompañamiento entre las víctimas.

«Ser la vida de muchos»

Liz Torres sobrevivió y salió prácticamente ilesa del incendio. Llegó al supermercado junto a su esposo, Alfredo Vallovera. Habían dejado a sus hijos, de 14 y 12 años, haciendo una tarea.

El sitio estaba repleto, en especial de sus vecinos del barrio Santísima Trinidad, donde fue construido el cuatro de los establecimientos de la cadena Ycuá Bolaños.

Un potente estruendo fue el antecedente del fuego que Torres vio acercarse «de extremo a extremo como una ola de mar».

«Soy la vida de muchas personas que cayeron sobre mi cuerpo, me salvaron la vida», contó Torres a EFE, que entonces tenía 37 años, y que recordó el lugar como un verdadero «horno» del que salió con leves quemaduras en los ojos.

En el incendio murieron 16 vecinos de su calle. Su caso es casi un milagro, ya que recuerda que una madre le aseguró haber encontrado sólo el fémur de su hijo.

Desde entonces, decidió apostar por la organización de los sobrevivientes y familiares de las víctimas.

«Nos pusimos, como decimos ahora, en los zapatos de los que ya no están y empezamos a caminar para luchar por la justicia, por la memoria, eso permitió que nos reconstruyamos», afirmó.

Hoy sobre las ruinas del demolido supermercado se edificó el Sitio de Memoria y Centro Cultural 1A – Ycuá Bolaños.

«Es un centro que está abierto a la comunidad», explicó a EFE la directora del lugar, Tania Campos, quien destacó que la intención es que «no quede en el olvido aquel 1 de agosto».EFE

lb-nva/afcu

(foto)(video)

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